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16 de febrero de 2009

El pueblo, el que todo lo puede

En un país dividido políticamente como Venezuela, la importancia de la campaña electoral es menor, porque son muy pocos los que dejarán de lado sus posturas iniciales gracias a los argumentos expresados en un afiche, en un comercial, en una canción escuchada invasivamente en el transporte público. Pero cuando las diferencias entre el ganador y el perdedor en un evento electoral rondan el millón de votos en un electorado de quince millones, entonces hay que poner el ojo en los pocos que sí son susceptibles de cambiar de opinión tras las persuasiones y disuasiones que entran en juego en la campaña electoral.
Mucho se dijo del elemento disuasivo de la campaña gubernamental, abusiva e intimidatoria a favor de la opción del Sí en el referéndum que ayer se resolvió con la aprobación de una enmienda que elimina los límites a la reelección de representantes en los cargos de Presidente, Gobernador y Alcalde de la República. Pero se ha dicho poco, o al menos yo leí poco, sobre la forma débil como se contestó al elemento persuasivo principal: que la reelección indefinida es una ampliación de los derechos del pueblo porque el pueblo puede premiar con ello al buen gobierno con tantos periodos como el pueblo y el gobernante decidan. A ese argumento apenas se contestó con una frase de Bolívar demasiado manida como todas las frases del Libertador por tantos años de uso, de repetición automática y de descontextualización del que ha sido víctima el pensamiento del Padre de la Patria.
Pero lo cierto del caso es que la doctrina, y la retórica que la acompaña, que ve en el Pueblo una entidad que no acepta cortapisas ("La voz del Pueblo es la voz de Dios" es una de las frases favoritas de nuestro Presidente) ha calado tan hondo en el venezolano que sin saberlo se dio cuenta de que los límites al periodo presidencial es una institución de la democracia liberal, por lo que el argumento que la sustenta es débil o vacío frente a la democracia del pueblo sin límites. Porque se limita el periodo presidencial para proteger al pueblo de sí mismo, de que se acostumbre a ser mandado como dice la cita de Bolívar, para protegerlo de que cometa errores demasiado graves al elegir. Cuando el pueblo es el vocero de Dios no hay error posible y por eso fue bastante cuesta arriba argumentar contra la elección indefinida sin partir de la premisa de la que parte el límite a la reelección: el pueblo se equivoca y puede persistir en su error (incluso conscientemente, vía políticas populistas en años electorales), por eso hay que limitar el número de veces que el pueblo puede equivocarse con el mismo gobernante. Nadie en Venezuela (y quizás nadie en ningún lugar, pero no me ocupo de eso ahora) puede decir algo así y esperar tener algún éxito electoral.

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