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28 de junio de 2010

¿El Mundial de los árbitros?

Inglaterra '66: El gol validado de la final, la expulsión de un jugador argentino por mirar feo, el concierto de patadas sin consecuencias con que Portugal sacó a Pelé de la copa.
España '82: Un gol validado y luego anulado por la intervención de las autoridades de un país, un portero que envía al hospital a un jugador contrario sin recibir siquiera amarilla.
México '86: La mano de Dios.
Italia '90: La segunda mano de Dios, expulsión y penalty más que dudosos y totalmente decisivos en la final.
Corea - Japón 2002: Italia, España, Estados Unidos, Bélgica y Turquía recibieron decisiones arbitrales que fueron claves en el destino de estos equipos en el torneo.
Los errores arbitrales y las posibles componendas no son nada nuevo. El problema es la cada vez mayor cobertura de esos errores. El Mundial del 2010 es también el mundial del social media (De hecho, es por eso que estás leyendo este blog) y cualquier incidencia del juego es reproducida, comentada, editorializada, analizada, reconstruida, deconstruida, juzgada y retransmitida de una manera inédita. Es por eso y no por los errores de los árbitros que la FIFA está obligada a introducir cambios en la forma como se están resolviendo las controversias. El gol validado a Argentina contra México el día de ayer es ejemplo perfecto de cómo el árbitro tiene muy pocos recursos en la cancha para resolver situaciones conflictivas. Porque el árbitro hizo lo correcto: luego de validado el gol se presentó la duda, consultó al línea que no tenía ni idea de si había habido offside o no; no quedaba entonces sino confirmar el gol. Pero todo el mundo, excepto quizás el público en el estadio (si no tenían aparatos con conexión a Internet) vio el offisde en la segunda, tercera, cuarta toma de la televisión, todas en ángulos distintos e imposibles para árbitro y línea, todas reproducidas después de lo sucedido y a velocidades que permitían apreciar bien la jugada. Y así, un árbitro que hizo lo correcto, pero que cometió un error que podemos catalogar de apreciación (en su concepto de laboratorio: el error introducido por la capacidad de un instrumento), hoy es parte de una controversia mundial. La FIFA tiene que proteger a sus árbitros, porque hoy pitar un juego importante es como entrar a una cámara de resonancia magnética, le van a ver hasta el píloro a cualquier cosa que un árbitro pite o deje de pitar y sabiendo eso, sabiendo que cualquier error que cometas será tu crucifixión, nadie puede hacer un buen trabajo.
La FIFA tiene varias posibilidades. Si quiere ser tradicional, si quiere mantener el error humano como parte del juego, entonces no puede permitir tantas tomas, tantas cámaras, tantas repeticiones. Suena a imposible volver al tiempo donde las transmisiones de televisión constaban de una toma panorámica y una a ras de piso, pero sería una manera de mantener a los árbitros con la última palabra. Otra posibilidad, incorporar el ojo en el cielo, un quinto árbitro frente a las cámaras viendo incidencias desde puntos de vista que el árbitro en cancha, los líneas y el cuarto árbitro al borde del terreno no pueden ver o se les escaparon por no contar sino con el ojo humano. Esa idea no es tan descabellada, porque la expulsión de Zidane en la final del 2006 fue más producto de lo que vio el cuarto árbitro que lo visto por el principal. Se le avisa al principal y se le dice "mira, esa pelota entró" y el árbitro marca el gol, Inglaterra 2 - Alemania 2 y a seguir jugando. Incluso existe la posibilidad de darle a los equipos la capacidad de apelar cierto número de decisiones del árbitro, por ejemplo, se puede pedir la revisión por video de una jugada en el arco propio y una en el contrario por partido.  
Lo importante aquí es que la FIFA tiene que introducir cambios, porque los resultados están en entredicho, los partidos se están ensuciando y aunque esta situación no sea aislada de este mundial, sólo va a aumentar porque cada día va a ser más intensa e intensiva la cobertura que se le da a las decisiones y los errores arbitrales y se corre el riesgo de hacer inaguantable la profesión de árbitro.

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