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13 de octubre de 2010

Pero yo tendré el papelito

Hay películas que no me canso de ver, y una de ellas es Good Will Hunting. Son muchos los diálogos y situaciones que me gustan de la película, pero en especial hay una que retrata a la perfección el malestar que está estallando en los tiempos actuales sobre la educación universitaria, sus costos y los beneficios que se obtienen de ella. Es, por supuesto, la escena del bar, donde Will pone en su sitio al estudiante de Harvard. Cuando Will se burla porque el estudiante paga decenas de miles de dólares en una educación que podría obtener en la biblioteca pública, el otro apenas es capaz de responder: "Pero al menos tendré un título".


De todas las razones para estudiar en Harvard o en cualquiera de las universidades más prestigiosas del mundo, la más triste es pensar que al final se obtendrá un papelito, como si todo se redujera al trámite burocrático. De hecho, esa reducción a mero trámite es en buena medida lo que produjo la explosión de estudios universitarios y cursos de posgrado de toda índole, con los que la gente acumula credenciales para poderlas presentar en una oficina de RRHH. Algunas credenciales tienen más peso que otras, qué duda cabe, pero eso está en el papelito, no en la persona que lo presenta. Y cuando se gastan miles de dólares y se tienen deudas impagables para obtenerlo, no parece justo que pidan algo más que el papelito. Sin embargo, en estos tiempos donde hay abundancia de todo, en especial de papelitos, para destacar hay que actuar precisamente como si el papelito no importara. Porque de hecho, lo que siempre ha importado es la persona. No sólo el éxito profesional sino la satisfacción personal están en ser capaces de contar nuestra historia sin convertirla en una lista de credenciales. No en balde, Harvard y las demás universidades de prestigio hacen mucho punto en presumir de sus egresados con nombre propio. Son esos egresados los que le dan prestigio a Harvard y no al revés.

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