Buscar en la Pulga

25 de febrero de 2011

La rentabilidad de la autoedición

Para ser justos, hay al menos una segunda visión maniquea de la autoedición, que se está haciendo tan popular como la comentada en la entrada sobre la calidad de los libros autopublicados. Según esta segunda visión maniquea, la autoedición es una panacea y una vía expedita para el éxito, como lo demuestran las experiencias de autores como Seth Godin, Amanda Hocking y la revista de Hernán Casciari. Por el otro, las editoriales serían especie de paquidermos incapaces de reaccionar a las nuevas tendencias, a las buenas ideas y a las relaciones ganar-ganar. Como siempre, todo maniqueísmo deja por fuera muchas posibilidades, pero también, todo maniqueísmo tiene algún viso de verdad, simplificada pero cierta.

Libros hay muchos y libros malos hay un montón. La inundación de libros malos no es culpa de autores que se autopublican sino de editoriales que tienen la capacidad de poner un libro, no importa su calidad, en las librerías de toda una ciudad, de todo un país, de todo un continente, de todo un idioma. Muchas editoriales son simples fábricas de papeles empastados, dispuestas a entregar libros cada vez más rápido y a menor costo para cumplir con un calendario editorial del que las buenas editoriales también son víctimas. Porque no importa el cuidado con que haces tus libros, las fechas son igual de estrictas ya que hay que presentar novedades, hay que darle novedades a las librerías en todos los formatos, novedades para navidad, novedades para el día del padre y de la madre, novedades para las vacaciones de verano, novedades para la feria tal y para la feria cual. Muchos editores que apuestan por el libro de calidad han sido devorados por esta vorágine, a tal punto que no es poco común el lugar que dice que los verdaderos editores son románticos amantes del libro dispuestos a arruinarse por él.

No son pocos los riesgos que toman los editores. El otro día vi los números de un editor y me dio miedo, miedo de que alguien fuera capaz de invertir tanto dinero esperando tan poca ganancia y con supuestos tan difíciles de cumplir como el de agotar la primera edición. Sus negociaciones con un escritor para otro proyecto estaban llegando al punto donde las dos partes no iban a ceder más y todavía estaban lejos de una zona de acuerdo posible. Si ese autor no quiere volver a pasar por una negociación así y decide apostar a la autoedición, ¿somos realistas diciéndole que va a tener pérdidas o que no se va a hacer ni rico ni famoso? ¿Iba a serlo teniendo que ceder porcentajes de regalías y monto de anticipos a nombre de que su libro sea publicado por una editorial?

Esos montos no están dejando satisfechos a muchos autores, especialmente a autores de renombre, que se venden solos, que tienen una base de seguidores y fanáticos que garantizan el agotamiento de tirajes y la rentabilidad de las descargas antes de que el libro esté disponible. Por eso, a autores como Godin, Hawking y Casciari les va tan bien en la autoedición. No dependen de que la gente lea sus libros o revistas para que estos sean un éxito porque ya son una marca. No muchos autores que acuden al camino de la autoedición pueden decir lo mismo. No son pocos los que ya autoeditándose no pueden decirlo. Tan pocos hay, que los ejemplos de lo rentable que puede ser la autoedición siempre son los mismos: Godin, Hawking, la revista de Casciari.

El problema no es tener una audiencia del tamaño de Godin o de Hawking, sino conocer cuál es el tamaño de tu audiencia. El método Casciari fue particularmente bueno para descubrir cuántas personas estaban dispuestas a adquirir una revista que no conocían salvo por el hecho de que seguían con devoción a su creador y promotor. Es manido desestimar el libro de un autor diciendo que lo leyó su mamá, su pareja y su peor enemigo-- este último para tener material con qué atacarlo más tarde--, pero incluso ese libro puede ser considerado un éxito de lectoría si el autor sabía que no iba a tener más lectores que esos.

Temperar las expectativas, ponerle escalas, no confundir un nicho o un mercado con la posible lectoría de un libro. Los adolescentes del mundo pueden estar obsesionados con los vampiros, pero un libro de vampiros primero tendrá que superar la prueba de la audiencia del autor para alcanzar a otras. Conociendo o proyectando el tamaño de ese público que se conoce porque lo conoce a uno, es que se pueden hacer esfuerzos, gastos e inversiones de publicación con posibilidades de ser rentables. Con ese conocimiento o proyección de los lectores, es que se pueden correr riesgos que tengan sentido para alcanzar nuevos públicos. Y el número de lectores a los que el libro llegó respecto al tamaño de la audiencia, es lo que al final determinará el éxito de una experiencia de autoedición. ¿Cuál es el tamaño aproximado de tu audiencia? Si no eres capaz de contestar esa pregunta, no estás listo para la autoedición.

2 comentarios:

Daniel Parra dijo...

Muy buen análisis. ¡Felicidades!

Luis Alejandro Ordóñez dijo...

También para ti, muchas gracias. Saludos