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2 de septiembre de 2007

El Asesinato del Avatar (segunda parte)

D: Cuando V abandonó mi oficina decidí entrar por mi cuenta en esta especie de mundo nuevo que se me había presentado de la manera más inusual. Abrí mi cuenta bajo el nombre Ávila Habana, vamos, que al ver el apellido Habana como una de las opciones permitidas no pude dejar de probar Free Habana o Hugo Habana como nombres; por supuesto estaban tomados, pero ya no hubo ninguna posibilidad de que otro apellido me gustara.
Escogí mi apariencia: hijo de vecino sería una buena traducción en cristiano, y bajé el programa. Mientras aceptaba todos los términos y condiciones, anoté los valores y conductas específicamente prohíbidos en la comunidad: Intolerancia, Acoso, Asalto, Revelación, Indecencia, Perturbación de la Paz; todavía no había entrado en Second Life y ya me estaba dando cuenta de lo difícil que sería mi tarea: ¿Cómo V había sido asesinado con semejantes prohibiciones? Al ingresar, la tarea se me antojó imposible: No entendí nada de lo que sucedía a mi alrededor. Otros recién ingresados caminaban a mi lado, algunos lograban vestirse, otros continuaron desnudos. Yo, no, Ávila Habana, sin darme cuenta logró enfundarse unos bluyines y luego no supe sino conducirlo hacia el agua de la que no pude sacarlo. No se ahogó, el mensaje en la pantalla me decía que eso no pasaría, pero tampoco pude sacarlo del fondo del mar.
Con no poca frustración, cerré el programa. Tendré que cambiar de estrategia, investigar más al V real mientras aprendo a moverme por el mundo virtual. Será una larga investigación.

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