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1 de abril de 2006

Señales

Ayer asistí a un coloquio sobre la lucha contra la corrupción en Latinoamérica. No sólo asistí, fui uno de los organizadores. El coloquio quedó bastante bien, unos quince asistentes (en estas cosas, todo número por encima de diez es un alivio), un muy buen ponente central y un par de buenas intervenciones posteriores. Qué más queríamos, vámonos a almorzar para hablar de la experiencia y de los próximos eventos sobre el tema.
Pero cuando recibimos la cuenta, el mesonero nos la entrega haciendo notar un pequeño detalle: hay un plato menos, él no lo pasó para que le diéramos el monto a él. Al principio, no entendíamos el asunto, más por total incredulidad que por falta de discernimiento, por lo que el mesonero, con experimentada paciencia volvió a explicarnos la operación que estaba realizando, y esta vez añadió las razones de la misma: para llevarle la leche a los niños.
Los tres comensales nos vimos las caras, y tal vez por venir del sitio que veníamos, por habernos tomado tantas molestias para organizar el evento que acababa de terminar, nos entró una especie de desazón y de impotencia, después de todo es para la leche de los niños, le dimos al mesonero el dinero del plato faltante en la cuenta y pagamos el resto sí contabilizado.
Al salir del local nos hicimos la pregunta: ¿Cuándo hacemos el próximo coloquio? Nadie quiso responder.

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