El balcón siempre me ha parecido la mejor metáfora de la separación entre la vida pública y la privada, porque lejos de haber un límite, una frontera, hay una zona de confluencia, de convivencia donde es imposible separar ambas y solo el comportamiento, así como en el balcón, marcará que salgamos de esa zona hacia lo público o hacia lo privado. El balcón se hace muy grande cuando la actividad de una persona cobra importancia; bien porque sus decisiones en la vida privada puedan tener delicadas repercusiones sobre lo público, como es el caso de los políticos; bien porque queramos conocer a esa persona más allá de su imagen pública, como es el caso de los artistas y atletas. Y cómo manejar la vida en el balcón se vuelve un tema de vital importancia para toda figura pública.
Pero en la época de las redes sociales y de la web 2.0, a todos se nos está ampliando el balcón hasta dimensiones insospechadas y por primera vez luce indispensable que cada uno aprenda a vivir en él con las pocas herramientas que tenemos a mano para ello: sentido común, experiencia y riesgo.
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