No tengo un kindle porque los 300 dólares que ahora cuesta los divido mentalmente por la cantidad de libros que me puedo comprar con ese dinero; la cuenta todavía no favorece al kindle. Pero eso no me impide guardar ciertas reservas por la llegada de las industrias del software y hardware al mundo editorial. Porque estas industrias no venden productos, venden licencias de uso y me cuesta imaginar como mejor, un mundo donde se pierda acceso a una biblioteca porque no se renovó su licencia de uso, o que uno pierda acceso a libros porque decidió cambiar de lector digital. ¿Alarmismo? Ahí está Apple, que acaba de anunciar que no va a haber posibilidad de sincronizar su servicio itunes con los teléfonos Palm Pre, competencia del iphone; mientras, ya nos hemos acostumbrado a que Yahoo! y Google eliminen contenidos y resultados de búsqueda que incomodan a gobiernos como el de China. Entonces, llega Amazon y sin decirle a sus usuarios, elimina del kindle un libro, que no sé si por ironía del destino resultó el mismísimo
1984 de George Orwell, supuestamente porque lo puso por error a disposición para la descarga sin poseer los derechos para su distribución. Amazon dijo en un comunicado que no lo volverá a hacer, pero lo cierto es que la tecnología está ahí, y los antecedentes también, para que a pedido de gobiernos, de grupos de presión, o como medida preventiva para evitar problemas con gobiernos y grupos de presión, las compañías de software decidan eliminar contenidos de nuestras bibliotecas digitales. Lo peor, es que las hogueras de libros digitales no se ven en la distancia.
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