Cuando leí que el Metro de Caracas eliminaría estaciones de la Línea 5 en construcción porque supuestamente beneficiarían solo a la oligarquía, recordé de inmediato una desagradable experiencia que tuve justo cuando el mismo Metro anunció, si mal no calculo por allá por el año 2001, el varias veces postergado inicio de las construcciones de esa Línea. En el proyecto anunciado, se mostraba que la misma llegaría hasta el Bulevar El Cafetal, lugar donde he vivido la mayor parte de mi vida. Ante la maravillosa perspectiva de poder tomar el Metro en vez de tener que calarse en carro o en porpuesto la famosa cola del Bulevar--famosa en una ciudad ya de por sí tristemente célebre por su tráfico infernal--, también se encendieron mis alarmas ante el destino estético del Bulevar.
Porque el Bulevar del Cafetal es un sitio único e irrepetible en Caracas. Con una amplitud de aceras que se ve poco en la ciudad, con un respeto por las áreas verdes inusual en la urbanización de Caracas y con una contención inexplicable frente a los cambios de uso, las intervenciones del espacio y en especial a la utilización de esa amplitud como estacionamiento o como canal de circulación extra, caminar por el Bulevar sigue siendo sumamente agradable a pesar de que a menos de tres metros la congestión vehicular hace de la cotidianidad un acto de masoquismo. Por si fuera poco, el Bulevar fue construido con materiales nobles: los muros y paredes de piedra lajada son impensables a los precios de hoy en día y le dieron, le dan y le darán al Bulevar un aire acogedor y especial. Frente a ello, resultaba muy poco atractiva la previsible oferta del Metro en materia de mobiliario urbano: donde hay acera pon adoquín, donde hay pared pon baldosa; una oferta que ni siquiera respetó lugares históricos y representativos de estilos arquitectónicos de Caracas como la Plaza de las Tres Gracias y la de los Símbolos. Por si fuera poco, en esos días estaba fresco el incidente que tuvo el Metro con el Instituto de Patrimonio Nacional por la demolición de varias casas declaradas patrimonio de la ciudad en la zona del Conde, para la construcción de las estaciones de la extensión de la Línea 2. Si así trataron edificaciones patrimoniales, cómo tratarían al Bulevar, fue mi reflexión de la época.
Entonces decidí crear una especie de grupo de presión con una idea o misión muy sencilla: hacer frente al Metro para que durante la construcción de la Línea 5 en el Bulevar del Cafetal se rigiera por la norma de "piedra lajada que quita, piedra lajada que vuelve a poner". Más nada, eso era todo, me imaginaba el trabajo del grupo casi como el cuento del gallo pelón, "no es que el proyecto original dice, es que piedra lajada que quita, piedra lajada que vuelve a poner", "no es que la identidad visual de las estaciones, es que piedra lajada que quita, piedra lajada que vuelve a poner". A falta de la aplicación Causas de FB en aquella época, escribí un mensaje explicando más o menos lo mismo que acabo de escribir aquí y envié un correo electrónico a buena parte de mi lista de contactos.
Más vale que no. Las respuestas eran temiblemente entusiastas, pero todas apuntaban a decirle No al Metro. Los más recatados, hablaban de la congestión del Bulevar, que aumentaría insoportablemente durante los años que tomara la construcción del Metro. Los más ganados a unirse a la cruzada, hablaban de la invasión de buhoneros y gente de mala calaña que el Metro propiciaría en el Bulevar. Ante semejante entusiasmo, decidí que lo mío no era la participación ciudadana y continué mis gestiones solo.
Esas gestiones me llevaron unos tres años después a hablar con un alto cargo del Metro, conversación donde me enteré que el proyecto de extender el Metro al Bulevar del Cafetal estaba descartado por razones de costos: el flujo de pasajeros sería de hora pico, precisamente por lo que es tan famosa la cola del Bulevar, y su volumen no sería tan alto como para que compensara el poco flujo en el resto de las horas del día.
Hoy, cuando pienso en las razones para descartar el Metro a Las Mercedes, no puedo sino ver muy contentos a mis potenciales compañeros de gestión de entonces ante la decisión del presidente del Metro de no beneficiarlos. Mientras, la cantidad de gente que se baja del Metro en la estación de Chacaíto y tiene que caminar todo el trayecto desde la Plaza Brión hasta Las Mercedes para ahí agarrar un carrito, estarán diciendo que ojalá la revolución pensara un poco más en la oligarquía.
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