Buscar en la Pulga

30 de abril de 2007

La Nieve de los Esquimales

Recuperé el aliento sólo cuando se fueron a negro y el público comenzó a aplaudir; aplauso fácil, la obra fue un desastre. Pero ella estuvo perfecta, estoica, impertérrita y, lo mejor de todo, su actuación pasó completamente desapercibida, el único que no pudo quitarle un ojo de encima durante toda la función fui yo. Cuando pasa al frente a recibir su parte de la ovación, la intensidad disminuye, desnudando el poco criterio que guía a la masa. Aplaudo hasta que me duelen las manos. En mi piel erizada, en el ritmo de mis latidos, en el brillo de mis ojos se lee una sola cosa, la misma que se repite en mi cabeza una y otra vez: Es ella, es ella, la encontré.

Cuando le hice la oferta tuvo la reacción previsible: habla como si estuviera empezando su carrera, como si lo mejor estuviera por venir, como si tuviera talento suficiente para esperar por la llegada de su Lady Macbeth o su Nora. Es ahí cuando empleo toda mi veteranía de cazatalentos.
-No hay papeles mejores que otros –le dije-, hay actores y actrices capaces de hacer brillar un papel y hay otros que no. ¿Acaso crees que no has tenido un gran papel en tus manos? Tuviste varios, pero no supiste hacerlos grandes, no lograste que la gente te viera grande. Y ahora, que casi nadie se percata de que estás en el escenario, ¿cómo vas a lograr ese papel?
Tras propinarme una bofetada exigió que más nunca me acercara a ella. No, ella se acercaría a mí.

*******

Terminada la temporada de aquella obra, no se le presentó la gran oportunidad, nadie llegó a ofrecerle el gran papel, solo unos trabajos cada vez más insignificantes que le hicieron sentir que los esfuerzos no estaban justificándose tras los resultados obtenidos. Poco a poco comenzó a entrar en razón, a darse cuenta de que su tiempo había pasado, de que los últimos días de su carrera habían llegado. Entonces mi oferta se fue haciendo más y más atractiva. Casi dos años después de nuestro primer encuentro, recibí su llamada.
-Me costó ubicarlo.
-A los actores no les gusta recordarme –respondí-, creen que les traigo mala suerte cuando es todo lo contrario.
-¿Todavía tengo oportunidad?
-Siempre hay oportunidad para lo nuestro.

*******

En el tren repasamos una vez más, no lo que había que hacer, eso estaba completamente claro, sino la importancia de nuestra labor.
-De tu actuación de hoy –insistí-, dependen muchas vidas.
De pronto, un chirrido nos espantó. El tren frenó violentamente, pero aún así le tomó unos veinte segundos detenerse por completo. Fueron unos segundos eternos durante los cuales nos sacudimos como si estuviéramos dentro de una lavadora. Debido a una de las sacudidas me golpeé la cabeza con el espaldar del asiento de enfrente, y mientras me frotaba pude ver el pánico en los ojos de ella, aferrada a los pasamanos del tren como quien no quiere desprenderse de un ser amado a punto de la ejecución. Pasado el caos y el susto buscamos los ojos del otro tratando de recuperar la compostura, pero al encontrarlos las luces del tren se apagaron.
-Es nuestra señal –dije y me levante del asiento.
Ella se acostó en su posición y de inmediato sacudí el asiento con fuerza para terminar de desprenderlo del piso del tren, lo levanté y lo puse boca arriba sobre ella. Me tomé un instante para disfrutar la escena, sí, mi actriz, mi descubrimiento, ella es perfecta, está perfecta en su papel. De vuelta en lo mío, regué por el piso varias maletas, algunas soltando su contenido, me aseguré de que el resto de la troupe había realizado su parte, me senté en una esquina y entré en pánico.
Pocos minutos después, entraron los bomberos y nos sacaron de ahí.

-Un excelente trabajo, felicitaciones a todos –dijo el Director de la compañía ferroviaria y comenzó a aplaudir. Fue un aplauso cálido, sentido, contagioso: Empleados del tren, policías, bomberos y enfermeros se sumaron gustosos y todos lo disfrutamos, en especial ella que por primera vez se había percatado de lo distinto que puede ser un aplauso de otro.
-Los esquimales –le dije- tienen más de cien palabras para nombrar la nieve –Me miró intrigada-. Pero no son sinónimos de nieve, son tipos distintos de nieve. Este aplauso merece otro nombre.
-Sí, nunca había recibido un aplauso así.
-¿Cuento contigo para la próxima?
-Totalmente.
-Te va a gustar, es el hundimiento de un ferry.

28 de abril de 2007

Crímenes Sonados

Cada vez que veo C.S.I. siento un olorcito a mentira que no es producto de ver cómo atrapan al asesino gracias a la cutícula que se mordió y escupió víctima de la ansiedad justo antes de cometer su crimen. No, estoy siempre muy abierto a aceptar como veraz todo método que se le ocurra a Grissom; si no, nunca viera C.S.I. Lo que creo absoluta ficción, irrealidad total, es el despliegue de recursos, el gasto de horas-hombre, de horas de laboratorio, de reactivos, de pruebas y experimentos, para descubrir quién mató a un homeless y dejó su cadáver abandonado por dos o tres meses hasta que alguien por casualidad lo encontró. En mi escepticismo hacia el funcionamiento del aparato estatal, sólo me creo los capítulos donde el antipático de Eckley le respira sobre la nuca a Grissom para que resuelva el caso. Pienso que en todas partes es más o menos lo mismo, los recursos, los esfuerzos, los despliegues de horas y de hombres, se reservan para determinados casos, para aquellos que es perentorio darles respuesta. Y mientras más crímenes se cometen, más selectivo se vuelve el aparato estatal a la hora de abocarse a alguno.
En estos días, el aparato estatal venezolano nos está mostrando su eficiencia cuando se trata del caso sonado, cuando tiene al Eckley de la farándula respirándole para que dé con los asesinos de Yanis Chimaras, y al Eckley de los motorizados exigiendo respuestas sobre el asesinato de Arquímedes Franco. Muchos se han preguntado qué diferencia hay entre Chimaras y los 40 venezolanos que mueren en promedio los fines de semana, o qué diferencia existe entre Franco y los otros 76 motorizados asesinados durante lo que va de 2007, situación que Franco denunció incluso desde la cama de la que no pudo levantarse. Algunos, incluyendo al ministro Pedro Carreño, se apresuraron a responder que la diferencia es que ambos eran sindicalistas del chavismo. Mi respuesta es: Eckley. No sería nada fácil para el gobierno tener a un grupo tan visible como el de los artistas clamando por justicia en el caso Chimaras; ni puede arriesgarse a que los motorizados vuelvan la ciudad un mayor caos mientras piden castigo para los asesinos de Franco.
Por eso, la pregunta que puede darnos más respuestas sobre cómo es nuestro gobierno, está en otros casos muy sonados y no resueltos, ¿por qué no hubo un Eckley en esos casos? O, más interesante todavía, ¿cuál fue el Eckley que respiró sobre la nuca del aparato estatal para que esos casos permanezcan sin resolverse?

15 de abril de 2007

Sofía

Sentado en el banco de siempre, un hombre se acercó a mí y dijo: Sin duda, usted es Andrés Duarte. No encontré ningún recuerdo de quien me reconoció a simple vista. Respondí, esperando no una llave para abrir algún misterioso cuarto del cerebro, sino una explicación. Y para ello, bastó un nombre: Sofía.

Nos amamos dispuestos a dejar un poco de alma en cada beso hasta quedar completamente vacíos. Aun así, nos separamos; yo, deseoso de arrancar los secretos que la Tierra todavía guardaba para sí; ella, obligada a dejar atrás los planes que compartíamos para encargarse del padre y los hermanos tras la muerte de su mamá. No supe olvidarla, cada momento de mi vida estuvo marcado por aquel en que decidí marcharme hipnotizado por sueños que no sé si cumplí, y mi devoción por ella aumentaba en la medida que el tiempo y el silencio hacían más inútil el volver. Ella sentía la misma devoción, dijo el hombre, y por eso, a pesar de los años, pude ver en sus ojos la pasión de la que tanto escuché hablar.

El de él y Sofía fue un amor distinto, construido por el siempre estar presente, en medio de la lentitud de movimientos que poseen aquellos que saben cuál es y será su hogar. Pasaban horas y horas hablando de lugares a donde jamás viajaron, impedidos, al principio, por la enfermedad de algún hermano de Sofía, luego, por los hijos. Reconocí en varios de esos lugares antiguas conversaciones; él ahora conocía detalles de los mismos que la imaginación no puede llenar, en su póstumo homenaje a su amada, a nuestra amada.

Y ahí estábamos, dos extraños hablando de sus vidas con la única persona que los unía, la única que ambos amaron. Cada uno conociendo la parte de Sofía a la que renunciaron, por las circunstancias, por las decisiones que tomaron, dispuestos después de tantos años a completar el retrato. Hablábamos ansiosos de brindar el más mínimo detalle, prestando particular atención a los tonos de voz, las reacciones, los silencios, los parpadeos, las miradas, la forma de mover los dedos, la distancia entre los labios, como si fueran los gestos de Sofía los que estuviéramos presenciando. Ambos vivíamos ese momento por y para Sofía, una Sofía tan real, tan vívida que pronto olvidé que estaba muerta. Deseaba que estuviera frente a mí, él deseaba lo mismo, y ambos comprendimos que era posible el milagro, que Sofía sí estaba presente, que había sido ella la que propició el encuentro para despedirse de los dos, volviendo a vivir a través de nosotros el amor que sintió por cada uno.

Fue cuando la vi, sonriéndome, existiendo solo para mí tal cual la había conocido hace tanto tiempo. Con los dedos toqué sus mejillas, ella hizo lo mismo. Suavemente nuestros rostros se acercaron hasta que los labios no dejaron escapar el más mínimo pensamiento, en un beso largo, dulce y hermoso, un beso lleno del sabor que tanto extrañé, un beso que me había guardado cincuenta años. Y Sofía lo supo, volvió a sonreír y se desvaneció.

Mis dedos se despertaron heridos por la barba tantas veces segada. En sus ojos encontré la misma expresión de agradecimiento que sentía en los míos. Sabíamos que cualquier palabra que dijéramos, cualquier intento de explicar algo que de todos modos no comprenderíamos, solo serviría para correr el riesgo de perder a Sofía de nuevo, tal vez para siempre. Nos levantamos dándonos la espalda y nos alejamos sin voltear jamás, seguros de vernos al terminar la poca vida que aún nos queda por consumir, en el sitio donde Sofía fije el encuentro.

14 de abril de 2007

Ángulo poco común

Esta foto la tomé hace unos cuantos años ya. Muestra un punto de vista no tan conocido de Mount Rushmore.


12 de abril de 2007

La frase correcta

En un taller de gestión del cambio de esos que pululan por ahí, el facilitador, al hablar de procesos que hay que realizar una y otra vez porque no se definen correctamente, dijo algo así:

-No hay quien aguante esos costos, por muy empresa privada que sea.

Creo que el facilitador se equivoca en su expresión. Debió haber dicho:

-No hay quien aguante esos costos, por muy organismo público que sea.

10 de abril de 2007

Ley Seca, Cerebro Fértil

Como este gobierno no conoce derrotas, la aplicación de la Ley Seca durante la Semana Santa fue todo un éxito, un incontestable e incuestionable éxito. Sin embargo, luego de certificado el éxito de la Ley Seca, un éxito impresionante, queda el trabajo de explicar unos números más bien tibios, que hablan de la aparente poca incidencia que tuvo la prohibición de la venta de alcohol en una disminución de los accidentes de tránsito. Según cifras que leo en El Nacional, que le toma la palabra al director de Protección Civil, Antonio Rivero, hubo 2773 accidentes, que significan una leve disminución con respecto a los 2970 de 2006. También disminuyeron los lesionados, 1057, con respecto a los del año pasado, 1086. Pero hubo 121 decesos, comparados con los 94 de 2006. Sin duda un gran éxito, que luce más bien como un estancamiento. Lo que sí es a todas luces un éxito total es la explicación que Rivero encontró para el aumento de muertes en la carretera: un factor psicosocial de desquite o rechazo al cambio. Una explicación digna de ser publicada en una revista académica, arbitrada e indexada, que elaboraron entre gallos y medianoche para justificar el aumento de muertes y mostrar sin equívocos ni dudas lo exitoso de la aplicación de la Ley Seca. Pensando un poco en ese factor psicosocial, imagino que las situaciones donde se presentó serían algo así: como yo estaba tan arrecho por lo de la Ley Seca, aceleré hasta estrellarme para demostrarle al gobierno lo equivocado que está con su medida. Revisemos la Lista Tascón, a ver cuántos de esos muertos aparecen en ella.

9 de abril de 2007

Historias de soldados

Varios de los soldados británicos recién liberados por Irán, vendieron sus historias de lo vivido durante el cautiverio. Faye Turney, la única mujer del grupo, al parecer recibió del periódico The Sun unos 225 mil euros por su relato, mientras el más joven, Arthur Batchelor, es portada del The Mirror.
A unos días de cumplirse otro aniversario de los hechos del 11 y 13 de abril, hay una historia de un soldado por la que muchos venezolanos estaríamos dispuestos a pagar: los verdaderos intríngulis de la solicitud de la renuncia, "la cual aceptó".

2 de abril de 2007

Actividad Autosustentada

Tomo el concepto de un comentario a la entrada Ardor Laboral. Nunca pensé que me sería tan útil tan pronto. El diputado de Podemos, Juan José Molina, declara que la fuga de Eduardo Lapi confirma que la decisión de mantenerlo preso era acertada. Lapi tenía casi un año en prisión y todavía no se le había realizado la audiencia preliminar. En otras palabras, ya había cumplido casi un año de sentencia sin que el proceso judicial en su contra se hubiera iniciado. Así, dadas las circunstancias de la privación de libertad la evasión estaba cantada, confirmando la propensión a la fuga, por lo que era necesaria la privación de libertad. Sin duda, una Actividad Autosustentada.