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24 de agosto de 2006

Degradado

Ya no son nueve los planetas del Sistema Solar. Plutón ahora es un objeto transneptuniano, o en el mejor de los casos un planeta enano, por decisión de los astrónomos del mundo. Al parecer es un triunfo del supuestamente más exacto criterio científico sobre otros menos confiables, como las razones históricas. Incluso algunos dicen que esta decisión ha debido ser tomada hace tiempo y que es bien merecida. ¿Qué hizo Plutón para merecer esto?

21 de agosto de 2006

Richard vs. Superman

En la última película de Superman no tomé partido por el héroe, ni siquiera por el villano (que en este caso, cosa inusual, no resultó más interesante, complejo y seductor que el propio héroe), mucho menos por la amada del héroe (demasiado histérica e insoportable para mi gusto); tomé partido por Richard, personaje prescindible y secundario, abnegado marinovio de Luisa Lane, padre responsable y cariñoso de un hijo que no es suyo y que todo el mundo cree que sí, perdidamente enamorado de una mujer que lo compara con un tipo que vuela y que es considerado la salvación de la humanidad, rival de un superhéroe tan dotado que tiene que utilizar los interiores por fuera y que después de perderse por cinco años le basta una frase hecha para poner a la Luisa de nuevo a suspirar y a dudar de su actual relación. Richard, mis respetos.

16 de agosto de 2006

Vicios de viejo

Ya que hace unos días toqué el tema de la vejez de los escritores, no viene mal citar la entrada que hiciera Alejandro Gándara en El Escorpión, a propósito de la reciente confesión de Günter Grass sobre su pasado en la SS. La entrada en específico la pueden ver aquí.

Percepciones

La semana pasada estuve en un foro que tocó distintos aspectos de la realidad caraqueña. Una de las intervenciones se inició con el ponente llamando a una persona en silla de ruedas para que lo acompañara a él en el podio. La persona no podía llegar hasta ahí, porque el auditorio simplemente no estaba diseñado para ello. Entonces, el ponente fue mostrando cómo la ciudad está llena de obstáculos para las personas con dificultades para desplazarse, y cómo incluso los edificios más nuevos (Hizo punto aparte para alabar la inclusión de ascensores en la Línea 4 del Metro) siguen ignorando o pasándose por encima las normas tanto de construcción como de solidaridad humana.
Pero lo interesante a comentar fue la reacción no de una sino de varias personas en el auditorio. No sé si puestos en los zapatos equivocados de la mujer en silla de ruedas lo llamaban cruel e insensible, le reclamaban cada uno de los ejemplos que exhibía como si él mismo los hubiera construido para poder armar su ponencia. Es el caso más extraño de matar al mensajero que he visto. Por suerte, durante el ciclo de preguntas fueron muchas las que le agradecieron su intervención. Pero amigo de los organizadores, el moderador me dijo que tuvo que dejar de leer un par de preguntas donde los remitentes se dedicaron a insultar a diestra y siniestra a quien más bien había ido a ese foro a decirnos que tenemos que pensar un poco más en el otro si queremos tener una mejor ciudad.

15 de agosto de 2006

La verdadera Yasuri

A nadie le guardo tanto rencor como a aquel compañerito de clases, con más experiencia en la vida, con más kilometraje, que me dijo que ni el Niño Jesús ni San Nicolás existían; aunque he leído varias veces que Walt Disney no está congelado sino bien muerto, todavía espero con cierta avidez que alguien anuncie el descubrimiento de la cura de los males que lo llevaron a su cuasi muerte y se inicie el proceso de calentamiento; sentí una grandísima decepción cuando W. Mark Felt confesó que él era Garganta Profunda en vez de llevarse el secreto y el orgullo a la tumba; intenté taparme los oídos y los ojos los días posteriores al cabezazo de Zidane, para no oír ninguna versión ni explicación y quedarme con el misterio de sus razones, pero en un descuido leí las declaraciones donde explicaba lo que lo llevó a golpear a Materazzi. Por eso, mi devoción a Yasuri Yamileth, convertida en fenómeno de masas gracias a preguntarnos de dónde salió, quién es, dónde está, se presentará frente a nosotros, mientras grabábamos nuestras propias versiones de la Gillette y veíamos las de los demás, hipnotizados por los tristes espectáculos que todos somos capaces de hacer. Pero la necesidad de saberlo todo, de descubrirlo todo, de no tener dudas ni secretos ni misterios también alcanzó a la YY. Se llama Catherine Severino y está de visita promocional a Venezuela. Por lo menos ni ella misma sabe quién es la chica del video. Me quedo con ésa. Para mí, la del video siempre será la única y verdadera Yasuri Yamileth.

12 de agosto de 2006

Dos clases de tonto

En general, devolver algo prestado es bastante difícil. Ropa, herramientas, utensilios de cocina, cosas de oficina, toda una gama de objetos que suelen salir con facilidad de nuestras manos y que al necesitarlos de nuevo es muy probable que vayamos a buscarlos donde suelen estar, y que solo al no encontrarlos en ése ni en ningún otro sitio recordemos que los habíamos prestado y nunca los devolvieron. Pero con esos objetos nadie se tomó el trabajo de componer aforismos como "hay dos clases de tonto: el que presta unas tijeras y el que las devuelve", "hay dos clases de tonto: el que presta una camisa y el que la devuelve" o "hay dos clases de tonto: el que presta un sartén y el que lo devuelve", no, la condición de tonto a la hora de prestar y de devolver algo es exclusiva de quien lo hace con un libro. ¿Será simplemente que el aforismo del libro se compuso primero y ya no tenía sentido hacer uno para el destornillador, la linterna o el pirex, objetos tan útiles y que inesperadamente pueden necesitarse, que dejar de tenerlos a disposición parece sin duda una tontería? ¿O en la forma que poseemos un libro hay algo que no se compara con la posesión de otros objetos que convierten el deshacernos de los libros en un sinsentido?

Purismos

Me parece mucho más hermoso abrir algo que aperturarlo; creo que es preferible tener un problema que una problemática; y nunca me verán haciendo una aclaratoria, pero siempre estaré dispuesto a hacer cualquier aclaración.

10 de agosto de 2006

Marcalibros

Parecerá necedad, pero no encuentro mis marcalibros y eso me asusta, es como si fuera el préambulo a dejar de leer, porque sin el marcalibro a mano no soy capaz de detener la lectura, y solo hay un paso de ahí a sentir que si comienzo un libro no podré parar hasta terminarlo so pena de no saber dónde retomar lo leído. Ese sentimiento me mantendrá alejado de libros de quinientas, cuatrocientas, trescientas, doscientas páginas, de cien dependerá del tamaño de la letra, pero pronto ni eso, el músculo lector se irá atrofiando hasta que un cuento corto me parecerá compuesto por una inabarcable cantidad de palabras. El dinosaurio todavía estaba allí, pero yo no pude leer para saberlo.

9 de agosto de 2006

Extrañezas

Los deportistas pierden facultades, los oficinistas se jubilan, los profesores no aguantan dar el número de horas que solían dar, los cirujanos pierden el pulso, pero por alguna extraña razón creemos que los escritores no envejecen y que por el contrario, aumentan en maestría con los años y que sus cada vez más prolongados silencios no son de cansancio sino de creación.

1 de agosto de 2006

Olfato periodístico

Enamórate de la mujer, no de la periodista, dijo, enigmática, cuando supo oler en mi deseo una turbulenta corriente de confusiones. Luego, sin más, se fue, se fue y no volvió, se alejó de mí como siempre terminan alejándose aquellos quienes nos aprecian pero que no pueden corresponder nuestros sentimientos. Lo triste es que no me di cuenta de que se había ido. Cómo iba a darme cuenta si ella me acompañaba en todos los desayunos; entre el café y la ida al trabajo me dibujaba un mundo no perfecto, más bien un mundo lleno de terribles males pero del que quería participar, del que participaba con ella, junto a ella. Cómo iba a darme cuenta si también me acompañaba en las noches; me hablaba en la cama, justo antes de apagar la luz, contándome cómo había sido el día, un día siempre escandaloso pero que había valido la pena porque ella estaba ahí narrándolo, explicándolo, interpretándolo. Y si alguien me preguntaba por ella, yo le respondía está muy bien, trabajando mucho, ayer cubrió una huelga de hambre en la cárcel de Tocorón y antes de ayer hizo un reportaje sobre niños que necesitan trasplantes de órganos; lo decía como si ella me lo hubiera dicho, como si ella misma me mantuviera al tanto, lo decía como si en el decirlo estuviera la prueba de que ella era una mujer especial, una mujer con la que valía la pena compartirlo todo, con la que de hecho compartía la vida aunque en su ausencia.
Supe que nunca tuve a la mujer cuando también perdí a la periodista. Una mañana no estuvo presente a la hora del desayuno, tampoco vino en la noche, la esperé una larga semana, llamé al periódico y al canal y me informaron que ella ya no trabajaba en ninguno de los dos lugares; y cuando intentaba llamarla por teléfono recibía por respuesta el odioso pitido o la voz electrónica de la equivocación. Pronto caí en cuenta de todo el tiempo que había pasado desde la última vez que realmente hablamos, justo la vez en que ella entendió que mi fascinación era por la periodista y no por la mujer.
Sin duda, su olfato periodístico le dijo por donde iba mi historia. Lo único que le reprocho es que haya dejado el oficio, aparentemente para dedicarse a criar un hijo que pronto fueron dos. Con su renuncia, perdí una manera única e inusual de contar y entender la realidad, una realidad que solía serme del todo ajena y que pasaba a formar parte de mí de una manera vívida e indispensable. Desde que la perdí, sé que un pedazo importante de lo que seré no llegará a mí porque ella ya no está para entregármelo en el desayuno o justo antes de apagar la luz.