La semana pasada estuve en un foro que tocó distintos aspectos de la realidad caraqueña. Una de las intervenciones se inició con el ponente llamando a una persona en silla de ruedas para que lo acompañara a él en el podio. La persona no podía llegar hasta ahí, porque el auditorio simplemente no estaba diseñado para ello. Entonces, el ponente fue mostrando cómo la ciudad está llena de obstáculos para las personas con dificultades para desplazarse, y cómo incluso los edificios más nuevos (Hizo punto aparte para alabar la inclusión de ascensores en la Línea 4 del Metro) siguen ignorando o pasándose por encima las normas tanto de construcción como de solidaridad humana.
Pero lo interesante a comentar fue la reacción no de una sino de varias personas en el auditorio. No sé si puestos en los zapatos equivocados de la mujer en silla de ruedas lo llamaban cruel e insensible, le reclamaban cada uno de los ejemplos que exhibía como si él mismo los hubiera construido para poder armar su ponencia. Es el caso más extraño de matar al mensajero que he visto. Por suerte, durante el ciclo de preguntas fueron muchas las que le agradecieron su intervención. Pero amigo de los organizadores, el moderador me dijo que tuvo que dejar de leer un par de preguntas donde los remitentes se dedicaron a insultar a diestra y siniestra a quien más bien había ido a ese foro a decirnos que tenemos que pensar un poco más en el otro si queremos tener una mejor ciudad.
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