Buscar en la Pulga

21 de diciembre de 2009

El último lugar...

...donde usaría un billete de 2 dólares, sería en una máquina de chucherías.



No deja de ser simpático que el vendedor de chucherías tenga a bien darnos esa posibilidad:

19 de diciembre de 2009

Reciclar, reciclar, reciclar

Separar, separar, separar, plásticos por aquí, papeles por allá, orgánicos por este lado, vidrios por este otro, y esto, esto no es recicable, qué horror, qué mal ciudadano, malo, malo, malo, prometo volver a portarme bien, plásticos por aquí, papeles por allá, orgánicos por este lado, vidrios por este otro, cada día me enorgullece más mi huella de carbono.
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Sueldo mínimo, sin beneficios, supuestamente ocho horas diarias pero en realidad cada jornada es de doce, sin horas extra, sin quejas ni reclamos, sin días personales ni de enfermedad, porque el que se queja o el que falta es sustituido de inmediato, que con estos índices de desempleo, mano de obra no calificada hay de sobra.
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Reciclar, reciclar, reciclar, si no el planeta se va a acabar, reciclar, reciclar, reciclar, si no el planeta se va a acabar, todos tenemos que poner no un granito de arena, toda una playa de esfuerzo, plásticos por aquí, papeles por allá, orgánicos por este lado, vidrios por este otro, reciclar, reciclar, reciclar, si no el planeta se va a acabar.
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No soporto este dolor de espalda y me dicen que la policía anda alborotada pidiendo papeles en el barrio, espero que mis documentos falsificados sigan engañándolos, pero lo mejor es llegar temprano, salir de esto rápido, sin horas extra que igual no me van a reconocer, plásticos por aquí, papeles por allá, orgánicos por este lado, vidrios por este otro, meto todo en el mismo lugar y me voy pal carajo que por este sueldo el planeta me sabe a mierda.

17 de diciembre de 2009

¿Quién no conochi a Nadia Comaneci?

El otro día estuve en una reunión donde había varios rumanos y el tema de conversación no fue la inmigración y sus dificultades, la vida durante el régimen de Ceausescu o qué tanto de rumana, qué tanto de alemana tiene la nueva premio Nobel de Literatura, Herta Müller. La conversación fue sobre Nadia Comaneci y eso me permitió ser parte bien activa de la conversa, mencionando cómo el primer diez de la historia de la gimnasia fue mostrado en las pantallas del gimnasio como un uno, porque las pantallas no estaban diseñadas para tener el dígito extra y hubo que esperar, en medio de la confusión general--todo el mundo sabía que Nadia no había obtenido un 1.00, pero entonces ¿cuál era su puntuación?--, a que por el audio interno explicaran que la ejecución de Comaneci en las barras asimétricas había obtenido el 10 de la perfección. Incluso, sacándole provecho a la condición de lengua romance del rumano, pude echar el viejo chiste de quién es el esposo de Nadia Comaneci--Nadie lo conoci--que entendieron a la perfección y disfrutaron como se disfruta todo chiste extremadamente gafo.
Ya han pasado más de 33 años desde el 10 de Comaneci y al parecer sigue siendo tema de conversación entre los rumanos. A los venezolanos creo ya se nos olvidó el oro del Morochito Rodríguez en las Olimpíadas del 68 y de los Héroes del 41 nadie se acuerda. Si en unos siete años vuelvo a estar en una reunión con rumanos y no hablan de Nadia Comaneci, podré concluir que el orgullo nacional comienza a caducar más o menos a los cuarenta años.

16 de diciembre de 2009

Debaser

David Byrne sobre los ring tones

"En el vagón del tren, escucho la débil y distante cacofonía de varios tonos de celular--Trozos de Mozart y de hip-hop, ring tones de canciones viejas y fragmentos de canciones pop--todos provenientes de minúsculas cornetas de teléfono. Todos tintinean aquí y allá. Todos increíblemente pobres reproducciones de otra música. Estos ring tones son 'anuncios' de la música 'de verdad'. Esta es música no hecha para ser realmente escuchada como música sino como recuerdo y referencia de otra, verdadera, música. Estos son anuncios de audio ambulantes que proclaman 'yo soy una persona Mozart' o, más frecuentemente, 'no tengo ni siquiera ganas de seleccionar un ring tone'. Una sinfonía moderna de música que no es música sino que dice que alguien recuerda la música".

Bicycle Diaries, David Byrne

15 de diciembre de 2009

David Byrne sobre Niagara Falls

"Más adelante, había un motel tras otro. Años atrás, esta área solía ser un lugar excelente para lunas de miel--aunque ahora es difícil imaginar a nadie pasando su luna de miel aquí excepto de una maner irónica. ¿Una luna de miel irónica? Bueno, ¿quién querría pasar su luna de miel en un pedazo de carretera que luce como si fuera un lugar cualquiera de los Estados Unidos?".

Tomado de Bicycle Diaries, su más reciente libro que estoy comenzando a leer y ya recomiendo ampliamente.

14 de diciembre de 2009

El futuro es en otra parte

Cada vez que en una oficina, en una empresa o en un negocio intentan prohibir el uso de Twitter, Facebook o de cualquier red social, quienes están a cargo de la decisión deberían pensar en lo atractivo que vuelven trabajar en un lugar que prefiere darle las espaldas al futuro que intentar ser parte de él.

13 de diciembre de 2009

¿Quién le teme a la familia Addams?


Que Nathan Lane interprete a Gomez Addams es razón suficiente para no perderse el nuevo musical The Addams Family, que con preestreno en Chicago pronto hará su debut en la meca del teatro, Broadway. Y aunque ni Lane ni el resto del elenco defraudan, tampoco te dejan del todo contentos. Porque lo que comienza como un festín de los Addams, mostrándonos a una Wednesday en su adolescencia enamorada por primera vez y por ello a una Morticia inesperadamente preocupada por su vejez, termina dejando a la familia en un segundo plano para solucionarle la vida a los papás del novio de Wednesday. Error imperdonable, todos los asistentes al teatro fueron a ver a la familia Addams y no a la familia... quizás alguien recuerde el nombre. Así, nos quedamos con las ganas de que la comedia realmente explotara a una Morticia luchando contra el paso de los años o que le sacara todo el provecho a una Wednesday cuestionando la "normalidad" de su familia, y que le diera a Gomez algo más que una bufonesca presencia durante toda la pieza. Claro que Lane hace un bufón difícil de olvidar, pero se podía más, mucho más, muchísimo más.

7 de diciembre de 2009

George Clooney en el aire


Hay algo que no termina de funcionar en Up in the air, la nueva película de Jason Reitman, y creo que es George Clooney. Mejor dicho, lo que no funciona es la lectura que Reitman y Clooney hicieron del papel que tenía que interpretar un actor al que no le da miedo transformarse para hacer comedia (O brother, where art thou?, The Men who stare at goats) ni mostrarse como un perdedor o como víctima de las circunstancias (Syriana, Michael Clayton, La tormenta perfecta). Pero en Up in the air, el Clooney que nos presentan es el galán seductor, el irresistible, el triunfador, el tipo de persona que uno no quisiera que te informara sobre tu despido. Y ese es justo el oficio del personaje de Clooney: un tipo que viaja más de trescientos días al año yendo de compañía en compañía informándole a la gente que está despedida, mientras acumula millas de viajero con el fin de pertenecer a un exclusivísimo club de pasajeros.
Los dramas que vive el personaje serían más creíbles y más conmovedores si el personaje lo hubiera interpretado alguien estilo el Paul Giamatti de Duets, que de hecho es un personaje que se enfrenta a una encrucijada de vida muy parecida a este de Up in the air.
Creo que la culpa no es de Clooney sino de Reitman, que como director y guionista confundió la labia de su personaje con la de la anterior película donde ejerció el doble rol, Gracias por fumar. Pero en aquella las palabras se utilizaban para convencer a los poderosos de su poder, en esta se usan para decirle a los perdedores que no lo han perdido todo. Si George Clooney es quien te va a decir que tu despido es una oportunidad, por lo menos que se deje el bigote ridículo de los hombres que miran las cabras.

6 de diciembre de 2009

Up in the air en Twitter

Cuando llegué de ver Up in the air, me metí en Twitter y comencé a seguir a Jason Reitman. El director y escritor de la película debe ser un excelente tuitero, no lo puedo asegurar todavía porque acabo de llegar del cine, pero la forma como Reitman está atrapado por la frase gancho, por la sabiduría en 140 caracteres o menos, me hace pensar que su presencia en mi timeline debe valer la pena. No estoy seguro de que esto sea un elogio o un insulto para el Reitman cineasta, lo cierto del caso es que los mejores momentos de Up in the air parecen hechos para que alguien los tuitee. De la película hablaré mañana, porque ahorita estoy un poco distraído leyendo el timeline de Reitman.

4 de diciembre de 2009

Un libro invisible


Un escritor es tan elocuente como el lector se lo permita. Porque lo que está escrito depende de quien lo lea tanto como una marioneta depende de quien mueve los hilos. Y la mayor falta de elocuencia de un escritor proviene, por supuesto, de la no lectura. El papel con que están hechos los libros que no se leen, se obtiene de los troncos de esos árboles que se caen en el bosque sin que nadie esté presente. Las letras impresas en esas páginas se vuelven invisibles, como se volvieron para mí las palabras de Paul Auster en Invisible, su última novela.
La que parecía una historia interesante con un Auster en su mejor forma, se me derrumbó por ese afán del escritor de torcer el rumbo de los acontecimientos en nombre de un azar tan forzado que deja de ser casualidad y se vuelve truculencia: el personaje que en el primer capítulo se enfrenta a un dilema moral que luce narrativamente prometedor, es sacado del mismo por un crimen bastante gratuito. Luego, en la segunda parte, ese personaje se nos muestra escribiendo un libro desde su lecho de muerte donde devela un secreto que hace palidecer el dilema anterior. Ya en la tercera parte, fascinado por la historia, el primer lector del libro por concluir quiere conocer el final, sólo para encontrarse con que el escritor murió apenas veinticuatro horas después de enviarle el manuscrito del capítulo II. Hasta ahí llegué, no pude más, me perdió esa desaparición forzosa de un personaje al que se le tilda de invisible porque se le quiere oculto con trucos de poca monta. Quizás sea injusto o en extremo exigente con un escritor que me ha dado muchas alegrías y que tal vez por eso haya leído demasiado. Pero lo cierto del caso es que cerré el libro sin marcapáginas adentro cuando apenas iba por la mitad.

1 de diciembre de 2009

El discreto encanto de la izquierda

Las máquinas de video de los bares tienen que tener la precisión de un reloj suizo de cantón alemán, porque deben ser lo suficientemente retadoras como para que un grupo de adultos con unos palos encima se interesan en jugar con ellas, y lo suficientemente fáciles de usar como para que un grupo de adultos con unos palos encima no se frustren al jugarlas. Así, el grupo de siete personas que estábamos pasando un buen rato en un bar estilo irlandés--aunque la verdad sea dicha, ese es un dato irrelevante, porque la casi totalidad de los bares de Chicago son estilo irlandés--, decidimos retarnos a una partida de bowling de maquinita y como si todos hubiéramos sido habitués del lugar y fans de la maquinita, strikes y spares iban y venían y el resultado de la partida se estaba decidiendo por que alguno pudo sacar el split de los pines 4-7-10 y otro no.
Pero en la simpleza del mecanismo había una complicación imperceptible para la mayoría de las personas del planeta. La máquina estaba, como casi todas las cosas de este mundo, diseñada para derechos. Uno a uno los adversarios de la partida hacían naturalmente el mismo movimiento para activar al jugador de la pantalla, imprimirle velocidad y dirección a la bola y lanzarla para derribar los pines. Hasta que esa uniformidad la rompí yo, no por excéntrico ni por rebelde, mucho menos porque estuviera seguro de que mi movimiento me garantizaría mejores resultados en la faena, simplemente fue porque soy zurdo y buscaba la otra naturalidad, la forzada, la de este lado del espejo, la que nos permite a todos los que utilizamos la mano izquierda vencer diariamente los obstáculos de un mundo hecho con una ligera inclinación que nos desequilibra, que nos hace dudar y a veces fracasar ante mecanismos tan sencillos como el del abrelatas o el de las tijeras.
Sin embargo, no fue naturalidad forzada lo que vieron mis adversarios de partida y lo celebraban con alegría, porque a pesar de que mi línea fue bastante promedio--de hecho, quedé cuarto, justo en la mitad--, había ganado el otro torneo, el del estilo, el de la coolness, como si al final el tener que adaptarnos al mundo de los derechos nos diera a los zurdos una elegancia, un desparpajo, un encanto que a los derechos, por ser mayoría, les está vedado.