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31 de agosto de 2010

Galería de gente social media: Víctor Mijares

No sé si comience una serie, pero de alguna manera tenía que darle cabida a una entrada así y se me ocurrió lo de la galería. Sí, muy seguramente comience una serie. En todo caso, tenía varios días queriendo mencionar el trabajo de Víctor Mijares un poco más allá del #followfriday de Twitter.
Víctor Mijares es profesor de la Universidad Simón Bolívar y buen amigo; no dejo este dato por fuera porque no habría comenzado a seguir a Víctor en Twitter si no hubiera sido un buen amigo. Y es que su tema de interés y especialización siempre me ha parecido árido y aburrido: la seguridad internacional y la geopolítica. Por eso, mi sorpresa cuando a través de su Timeline, Víctor nos muestra una geopolítica de hecho bastante divertida. Volver un tema espinoso y poco amable en un asunto ágil y comprensible a una velocidad de 140 caracteres por idea, obliga a incluir a Víctor Mijares en esta galería.
Gracias a su cuenta en Twitter y a la forma en que ha logrado utilizarla para su proyección personal, Víctor revitalizó su blog, vmijares.blogspot.com, cosa que se deduce de la cada vez mayor frecuencia de sus posts. Es que Víctor logró poner a trabajar en conjunto a su cuenta en Twitter y su blog gracias a una idea sencilla y de manual: los top five, posts donde hace un resumen de eventos internacionales de importancia. Mencionándolos en Twitter y luego desarrollándolos en el blog, crea la expectación necesaria para que estemos pendientes de sus actualizaciones de contenido.
Además, ahora Víctor tiene una columna de opinión en un periódico venezolano, la que promociona en Twitter y luego también publica en su blog, en otro interesante ejemplo de interacción y promoción personal multicanal.
Con contenido específico, interesantemente tratado y utilizando los diversos canales que tiene a su disposición para difundirlo, Víctor es un buen ejemplo de esos profesionales que le están sacando excelente provecho a su presencia en los social media.

29 de agosto de 2010

Eighth Canadian

24 de agosto de 2010

Escritores que abandonan las editoriales

Mientras unos hablan de si el libro de papel va a ser sustituido por nuevos formatos, más y más escritores abandonan a las editoriales porque el modelo de negocios que ellas les ofrecen les queda pequeño. Es el caso de Seth Godin, uno de los gurúes de mercadeo más populares de la actualidad, quien anunció hace pocos días que ya no volvería a publicar con editoriales tradicionales, pues el proceso a estas alturas del partido lo único que le ofrece es una alcabala  entre él y el lector, un lector al que antes no podía acceder directamente pero que ahora está ahí, al alcance, conversando con él, haciendo incluso las veces de editor porque distribuye, comparte y comenta públicamente las ideas que le ofrece el autor, un lector que ahora los autores pueden conocer y satisfacer mejor que nunca, sin que nadie les diga cómo y manteniendo esa información en secreto.
El papel que mantendrá vigentes o no a las editoriales es el papel del lector y del autor. Un lector activo, cercano, informado, partícipe, es un lector al que los escritores atenderán directamente, sin necesidad de la mediación que antes era indispensable. Si los autores comienzan masivamente a saltarse la mediación, no habrá editorial que sobreviva a esa revolución, con papel o con lector electrónico.

20 de agosto de 2010

Tour Los Intocables

Recorrer las ciudades cinematográficamente es muy placentero, más si vives en lugares que una y otra vez aparecen retratados o recreados en la gran pantalla. Es el caso de Chicago, una ciudad cinematográfica como pocas. Entre las muchas películas que han usado a Chicago como escenario, Los Intocables, de Brian de Palma, es quizás una de las más emblemáticas. Por razones obvias no podía ser filmada en otro lugar, pero la forma como retrataron sitios emblemáticos de la ciudad dejó una huella profunda y hoy por hoy, más de veinte años después de estrenado el film, las locaciones utilizadas siguen siendo vistas a través de los ojos de Capone-De Niro, Ness-Costner, Malone-Connery y compañía.

El segundo piso del puente de Michigan Avenue. En el comienzo de la llamada Magnificent Mile. Escena memorable: Ness y Malone se encuentran por primera vez y Malone le da una lección gratis de buen policía a un Ness atormentado por su fracaso. El puente es muy visitado por arriba, pero en este segundo piso se puede disfrutar del recorrido que hizo Malone a su ritmo de policía cansado.

La Salle Avenue. El establishing shot favorito de la película, utilizado sobre todo para indicar que Ness y su gente se encontraban en la estación de policía. Escena memorable: Los cuatro Intocables cruzan la calle escopetas en mano rumbo a propinarle el primer gran golpe al imperio de Capone. Es el corazón financiero de Chicago, pero también es un punto de interés histórico, por lo que siempre contrastarán los ejecutivos de ritmo acelerado cruzando puertas giratorias a toda velocidad con los transeúntes que se detienen a detallar cada centímetro de esas puertas.

Black Stone Hotel. En realidad el salón del hotel. Escena memorable: Luego del golpe de Ness y los suyos, Capone le rompe el cráneo a uno de los miembros de su banda en medio de un elegantísimo banquete. El salón no es tan impresionante sin la gran mesa y toda su platería servida, pero conserva exactos la lámpara y los detalles en columnas y ventanas. Lo que arruina un poco el traslado hacia los años de la prohibición es la alfombra que le pusieron, imagino como parte de la decoración que ahora lo distingue como uno más de la cadena Marriot International Reinassance Hotels.

Chicago Cultural Center. Uno de los lugares más utilizados en la película. Escenas memorables: 1) Ness parado al borde de la cornisa, mira a Nitti caer y sobre todo escucha sus chillidos. 2) Capone da declaraciones justo antes de entrar a la ópera diciendo que él es un hombre de bien y que los federales lo están fastidiando. 3) El juicio a Capone y la persecución de Ness a Nitti por las escaleras. El Chicago Cultural Center es uno de los edificios más hemosos de Chicago y posee una joya que vale el viaje a la ciudad, con o sin película: dos cúpulas de vitrales Tiffany, las más grandes hechas por la famosa compañía. 

Union Station. El lugar de la escena más famosa de la película. Escena memorable: La Escalera. Union Station se conserva casi exacta a como se ve en la película, incluso en términos de ritmo: el flujo alocado de pasajeros de los trenes de suburbio fue desviado a un ala de la estación construida posteriormente, o incluso a otras estaciones en distintos puntos de la ciudad. El gran salón de la Union Station, al que las escaleras llevan, sigue siendo una sala de espera donde los pasajeros que aún no tienen que abordar sus trenes intentan matar el tiempo, aunque suelen ser vencidos por el sueño y el aburrimiento, dándole un tono bucólico a todo paseo, lo cual permite sentirse un poco como Elliot Ness esperando que el contador y los matones que lo protegían aparecieran por alguna de esas puertas.




15 de agosto de 2010

El viaje al pasado como condena en las películas

Son varias las películas que utilizan el viaje en el tiempo de una manera muy peculiar: el viaje mismo sería la clave para que los hechos pasados o futuros se expliquen. Se trata entonces de un viaje al pasado no para cambiar el futuro sino para que el futuro que conocemos o que conoceremos tenga sentido. En ese viaje, los viajeros del tiempo terminan convirtiéndose en especie de Prometeos, condenados por el resto de la eternidad a nacer, viajar al pasado, eventualmente morir y llegar al año donde vuelven a nacer.
Dr Emmet Brown, Volver al Futuro: Doc creó la máquina del tiempo y luego de enviar por casualidad a Marty al pasado y de tener que ir y venir por el tiempo para tratar de desfacer el entuerto que ese primer viaje creó, Emmet conoció al amor de su vida en 1885, decidiendo quedarse en la época a la que pertenecía su media naranja. Eventualmente, Emmet Brown murió, esperemos que de viejo y junto a su amada Clara, y unos años después llegaría el año en que Doc nació. Posibilidades narrativas: Doc construyó una nueva máquina del tiempo y visitó a Marty para presentarle a sus hijos, por lo que bien pudo dejarle instrucciones a su yo por nacer para que construyera la máquina sin tener que recurrir al plutonio de los libios. Doc encontraría el amor sin los problemas que produjo Marty, toda una Sense & Sensibility & Time Machines, ahora que está de moda agregarle zombies, vampiros, monstruos marinos y cualquier cosa que se mueva a las novelas de Jane Austen.
Kate McKay, Kate & Leopold: Exitosa publicista, Kate dejó todo un futuro promisorio como creativa principal de una firma nuyorquina para ir detrás de un duque en decadencia pero todo un galán y un inventor con mucho futuro--o pasado, dependiendo del año donde se mire. Kate McKay eventualmente murió, Nueva York terminaría de transformarse en la capital del mundo y por fin llegaría el año donde Kate volvería a nacer. Posibilidades narrativas: Kate se aburre en la Nueva York de 1876 y decide entrar en una carrera por el control de la prensa, contra un emprendedor que daba sus primeros pasos como dueño de periódicos: Joseph Pulitzer. Con siglo y medio de tradición de ventaja, Kate terminaría fundando un imperio al que hoy le deberíamos tanto la Crónica Roja como la Excelencia en Investigaciones Periodísticas, mientras Pulitzer moriría en el olvido.
Kyle Reese, Terminator: Enviado al pasado para proteger a la madre del salvador de la raza humana en el futuro, termina convirtiéndose él mismo en el padre de ese salvador. El sargento Kyle murió--no eventualmente, todos vimos en la película la llegada de su hora--cuando Sarah O'Connor estaba embarazada del hijo de ambos, al que llamaría John y a quien le enseñaría a defenderse de los Terminator del futuro, conocimiento que John transmitió a lo que quedaba de raza humana, devolviéndoles la esperanza de una victoria en la guerra contra las máquinas, victoria que sólo se logrará si cuando Kyle vuelva a nacer en el futuro es nuevamente enviado al pasado en un conflicto del eterno retorno. Posibilidades narrativas: John, conmovido por la historia que le cuenta Sarah en sus cartas, decide no enviar a su padre a salvarlo sino a cualquier otro, condenando a la raza humana a la destrucción pero viviendo unos hermosos momentos de amor filial donde el padre parece el hijo y viceversa, porque todo indica que John es mayor que Kyle cuando se realiza el viaje en el tiempo.
James Cole, Doce Monos: Cole intentará descubrir y detener un complot para destruir al mundo a través de sucesivos viajes al pasado, solo para encontrar que sus viajes fueron parte de lo que desencadenó el holocausto biológico que destruyó a la humanidad. Posibilidades narrativas: Pensada desde el guión para que la vida de Cole fuera un círculo vicioso, la única historia alternativa que se me ha ocurrido es que la famosa segunda llamada se conociera desde el comienzo, después de todo un círculo no tiene comienzo y en el futuro todos los elementos debieron estar disponibles desde siempre. No buscar al Ejército de los Doce Monos siguiendo las directrices de la segunda llamada, habría cambiado la historia de Cole y el destino de la humanidad de una manera sustancial, pero quién sabe si para mejor.

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13 de agosto de 2010

Volver al pasado

Recientemente hubo una polémica sobre las fechas mostradas en el film Volver al futuro. Independientemente de ello, los dimes y diretes al respecto me dieron la oportunidad de volver a pensar en una escena que siempre me ha perturbado del film: Marty, para tratar de salvar a Doc, decide volver a 1985 pocos minutos antes de la hora en que partió, llegando justo para ver a su propio yo salir en un nuevo viaje, convirtiéndose en una especie de Prometeo condenado a siempre realizar el mismo viaje de regreso, en este caso, no al futuro sino al pasado. Dos películas más fueron necesarias para dejar a Marty con un futuro por escribir, pero no eliminaron su pasado, un pasado completamente distinto al del resto de la familia a la que volvió. Marty regresó a una familia producto del nocaut que George McFly le propinó a Biff, pero todos sus recuerdos son de una familia donde Biff ejercía un régimen tiránico sobre George y de terror sobre el resto de la familia. Siempre me he preguntado cómo envejecería Marty, hablando de cuando Biff le daba coscorrones en la cabeza a su padre ante la mirada entre sorprendida y angustiada del resto de la familia, "Se volvió loco el muchacho, tiene alucinaciones en forma de recuerdos", pensarían sus padres y hermanos. Quizás Marty ocupó el lugar de Doc como el loco del pueblo, sólo que Marty no lucía capaz de inventar su propia máquina del tiempo para volver a poner las cosas tal como las recordaba. Porque después de todo, a Marty no le fue tan mal siendo hijo de un padre sometido. Marty era el cool de la familia, no así cuando resultó hijo de un papá supercool. Sí, si alguna vez filmara un episodio 4 de Volver al futuro, mi historia sería esa: Marty quiere recuperar su pasado y decide volver a viajar a 1955 para evitar que su padre noquee a Biff y así su vida vuelva a parecerse a sus recuerdos.

8 de agosto de 2010

Fundido

Tarde o temprano uno paga tributo, y estos días la verdad no he podido sentarme y actualizar ninguno de mis sitios personales, salvo la sección de la Oficina donde reseño las cosas que me encuentro por ahí. Porque no he dejado de estar en línea en ningún momento de la última semana, sólo no he tenido fuerzas para generar nuevas entradas. Supongo que es la semana de vacaciones que todos necesitamos cada cierto tiempo. Lo malo es que no fue una semana de vacaciones y seguí entregando las cosas que tengo que hacer para otros. La semana que viene espero normalizar todo.

3 de agosto de 2010

La hazaña del Banana Split

Me encanta el Banana Split. Es un helado que me ha acompañado desde mi niñez, cuando iba a la heladería Crema Paraíso y lo pedía por su nombre especial: Barco de Banana, llamado así por el envase en forma de bote que utilizaban en la cadena. Con el tiempo, todos fuimos abandonando a Crema Paraíso a su suerte, pero cuando tenía la oportunidad me daba el gusto ahí o en otras heladerías más modernas, más de moda. Por ejemplo, la heladería Patagonia en el Centro San Ignacio tenía un excelente Banana Split que pienso volver a comer cuando regrese a Venezuela, si la heladería sigue abierta.
Por eso, fue de lo más natural (o de lo más personal, que la palabra natural no se lleva del todo bien con las cosas de la personalidad) que en Estados Unidos, tarde o temprano me provocara comerme un Banana Split y con ello pude descubrir una cosa: que no es un helado tan popular como uno pensaría, por lo que fue difícil encontrar una heladería donde lo ofrecieran. Por suerte, la heladería queda a pocas cuadras de donde vivo (que tampoco es suerte, si alguna vez te mudas a Chicago te recomiendo que vivas en la zona donde yo vivo, todo queda a pocas cuadras de ahí).
Fui entonces a la heladería de marras y pedí el Banana Split.
Pasan los meses y uno sigue estando en un país extraño, hablando en un idioma que no se domina. Hasta hace poco, cuando me preguntaban de dónde era y decía Venezuela, la gente entendía Minnesota, y por más que intento mandar a callar a todo el mundo antes de decir palabras que empiezan con S, siempre hay alguien que escucha claramente la E de contrabando que pongo al comienzo. Por eso, al recibir un extraño menjurje donde destacaba la total ausencia del cambur, se lo atribuí a mi pronunciación, debe ser que la chica del mostrador me atendió pero no me entendió, aunque en el fondo yo estaba seguro de que mi inglés no era tan tan malo como para que no me entendieran al decir Banana Split, sin importar cuánto haya marcado la E antes de la S y que en vez del cambur me hubiera comido la T final poniendo todo el acento latino en la I idem. ¿El menjurje?, una cosa desagradable, helados y siropes puestos juntos sin gracia ni tino.
Pasó algún tiempo y regresaron las ganas de comerme un Banana Split. Con más confianza en mi inglés, me atreví a regresar a la heladería, convencido de que ya no volvería a ver el menjurje que me dieron la primera vez. Pedí el Banana Split y entonces supe que no fue mi inglés, fue una equivocación o un olvido de quien me atendió la primera vez. Porque al ver el Banana Split, descubrí de inmediato que lo que me comí la primera vez fue un Banana Split minus the Banana, no le habían puesto el cambur a mi Banana Split y lo que quedó entonces fue el menjurje aquel, menjurje que igual volví a comerme porque al Banana Split le ponen unos jarabes de fresa y piña que al final convierten aquello en un líquido empalagoso que haría del barco de banana de Crema Paraíso un bote en pleno naufragio.
Sin embargo, entendí que me había comido dos menjurjes y un solo Banana Split, por lo que, en pocos días para no cogerle miedo, regresé a la heladería y pedí el Banana Split sin los siropes de fresa y piña. Pensé "si supieras" cuando la dependiente me preguntó si no quería algún otro sirope y yo respondí que no, que así estaba bien y al fin pude comerme mi Banana Split, con el sabor a niñez que tanto disfruto. Sí, no importa el idioma, a la tercera siempre va la vencida.