Buscar en la Pulga

31 de julio de 2008

¿Predicción de la muerte del libro?

En 1979, Italo Calvino escribió un párrafo en Si una noche de invierno un viajero que bien podría ser tomado como una predicción de los nuevos formatos del libro:
"Arrojas el libro al suelo, lo tirarías por la ventana, incluso por la ventana cerrada, a través de las láminas de las persianas enrollables, que trituren sus incongruentes quinternos, que las frases las palabras los morfemas los fonemas chorreen sin poderse recomponer más en su discurso; a través de los cristales, si son cristales irrompibles mejor aún, lanzar el libro reducido a fotones, vibraciones ondulatorias, espectros polarizados; a través del muro, que el libro se desmenuce en moléculas y átomos pasando entre átomo y átomo del cemento armado, descomponiéndose en electrones neutrones neutrinos partículas elementales cada vez más diminutas; a través de los cables del teléfono, que se reduzca a impulsos electrónicos, a flujo de información, sacudido por redundancias y rumores, y se degrade en una vertiginosa entropía. Quisieras arrojarlo fuera de la casa, fuera de la manzana, fuera del barrio, fuera del distrito municipal, fuera de la ciudad, fuera de la provincia, fuera de la región, fuera de la comunidad nacional, fuera del mercado común, fuera de la cultura occidental, fuera de la plataforma continental, de la atmósfera, de la biósfera, de la estratósfera, del campo gravitatorio, del sistema solar, de la galaxia, del cúmulo de galaxias, conseguir despedirlo más allá del punto donde las galaxias han llegado en su expansión, allí donde el espacio-tiempo no ha llegado aún, donde lo acogería el no-ser, incluso el no haber sido nunca ni antes ni después, a perderse en la negatividad más absoluta garantizada innegable. Lo que se merece, ni más ni menos".

30 de julio de 2008

Maleta llena de libros

28 de julio de 2008

Sirena

-¡Aguanta Viejo, aguanta!

Así me decía Caimán aquella vez, y yo, respira que respira, aflojándome el cinturón y dándome masajitos en la barriga que según Caimán eran contraproducentes, eso afloja, viejo, tenía que aguantar hasta un baño, no hacerme ahí mismo, pero los masajitos me calman, Caimán, no aguanto, Caimán, y respiraba hondo, sudaba frío, Caimán me decía que estaba pálido, no aguanto Caimán, y Caimán aguanta, viejo, aguanta, pero sabía que no iba a aguantar, que no íbamos a llegar a tiempo, Caracas no es una ciudad de emergencias, apenas tienes una te das cuenta de lo solo que estás, y si es en medio de la autopista Francisco Fajardo a las cinco y media de la tarde no hay nada que hacer, el desamparo es total, todos los carros que te rodean se convierten en enemigos, en obstáculos insalvables, aguanta, viejo, aguanta, recuerdo que una vez sonó distinto, su voz dijo algo diferente aunque haya utilizado las mismas palabras, para que no creyera que se trataba de un desvarío Caimán me miró y comprendí lo que quería hacer, lo que estaba a punto de hacer aun sin mi consentimiento, no, le dije, no lo hagas, la culpa es mía, debo asumir las consecuencias, habíamos tenido un descanso y como siempre que nuestra ruta nos lo permite nos paramos frente a un carrito de perros, en donde Filipo si estamos por la Cota Mil, en la Calle del Hambre si estamos en el Sureste, en Santa Mónica si andamos por la Valle Coche, igual que hoy esa vez estábamos en la Calle del Hambre y yo llevaba cuatro perros con todo cuando recibimos la llamada, el quinto perro me lo atapucé casi sin masticar y salimos volando en auxilio del niño de doce años que se cayó de una mata de mango buscando los bonitos que siempre están en lo más alto, cinco minutos después de haberlo dejado en la emergencia del Domingo Luciani, tras el rebote de costumbre, esa vez en el Pérez de León, sentí el primer aviso, un retortijón que me dobló sobre el asiento, es culpa mía, Caimán, no lo hagas, recuerdo clarito que se lo dije dos veces, pero él estaba decidido, encendió la sirena, la escucho perfectamente, ese sonido me ha acompañado treinta años como para no escucharlo con nitidez cada vez que pienso en ella, sí, la escucho perfectamente, casi de inmediato las aguas comenzaron a separarse y la ambulancia comenzó a abrirse paso entre los carros rumbo al baño más cercano, Caimán pudo acelerar, no como le gustaría, no como pudiera, cuando hay vía libre él hunde hasta el fondo el acelerador y yo tengo que decirle que lo suelte, a veces no quiere soltarlo, se hace el que no entendió, pregunta si el enfermo atrás no lo logró y yo le respondo no lo vamos a lograr ninguno si nos volteamos, ahí Caimán suelta un poco, pero lo normal es que no pueda apretar el acelerador como él quiere, como el paciente necesitaría, los carros se mueven a regañadientes, abren paso lentamente, nunca lo suficiente, nunca todo lo que queremos, hay que acelerar por golpe, como si marcháramos al ritmo de alguna desafinada orquesta, cada golpe de acelerador pega el parachoques de la ambulancia al carro de enfrente, el conductor lo único que ve son las letras A M B U L A N C I A escritas de derecha a izquierda pero leídas perfectamente por el retrovisor y no le queda más remedio que tratar de quitarse, dejar que pasemos sin chocar o sin rayar al carro de al lado que como si su conductor fuera sordo le protestará al otro por intentar cambiarse de canal aunque él no quiere tenerlo delante, aquella vez yo miraba por la ventanilla, sacaba la cabeza buscando aire, respirando profundo porque en efecto los masajitos me habían puesto peor, a punto, recuerdo todas y cada una de las caras de los conductores, quisiera estar viéndolas ahorita, eran caras de desconfianza, de cinismo, de estar pensando que no teníamos emergencia alguna pero queríamos saltarnos la cola y la sirena nos lo permitía, teníamos autoridad, la tenemos, licencia para no tenernos que calar la cola, un tipo gritó desde un autobús ¿qué?, ¿te estás cagando? y yo con indignación le respondí que sí y mejor que también me esté cagando el día que tenga que ir a salvarte porque si no no voy a llegar, y todos saben lo que eso significa, en esta ciudad detrás de nosotros siempre está la furgoneta, porque cada día es más difícil llegar a tiempo, cada día es más duro hacer cualquier recorrido, lo pienso y me lleno de impotencia y de resignación porque llevo en esta ambulancia treinta años, la conduje por más de veinte y sé la cantidad de veces que los conductores se apartaron con desgano y hasta con rabia seguros de que no había emergencia alguna a pesar de que llevábamos una mujer en trabajo de parto gritando de dolor o una adolescente con sobredosis de medicamentos o íbamos en busca de un viejito que se rompió la cadera al caerse en el baño o de un carpintero que se rebanó el brazo con una sierra y me da rabia que todavía hoy me siento culpable por esa vez, que nunca la sirena debería sonar por mí, no volverá a pasar, te lo prometo Caimán y Caimán aceleraba, hundía la chola para que fuera el miedo lo que obligara a moverse a los conductores, no es cualquier cosa el miedo a ser bochados por una ambulancia, aunque pudieran ganar el choque es suficiente disuasivo lo duros que podrían resultar tanto el golpe como la reprobación moral por no haberse apartado frente a una emergencia, ésa era la marca registrada de Caimán, uno podía sentir el temblor de los conductores y el insulto atragantado, Caimán se sabía inmune a las mentadas de madre en su condición de servidor público en cumplimiento de su deber, yo nunca fui tan agresivo, pero yo pertenezco a otra época, yo recuerdo una Caracas apacible, una ciudad mucho más amable, Caimán no, Caimán creció en la ciudad del miedo, de la violencia, de los muertos de fin de semana contados por docenas, muchos de ellos murieron aquí mismo en esta camilla, por eso Caimán pudo estar siempre listo para vencer al monstruo, a la ciudad que crece y crece pero que no se expande, como un agujero negro se hace más y más densa, ciudad oscura que se traga la luz, los carros cada vez tienen menos espacio por dónde moverse, y aun así Caimán se las arregla para llegar al Pescozón, al Periférico, a Lídice, al Clínico, muchas veces a más de uno en el mismo viaje, tocando de puerta en puerta hasta encontrar una cama disponible, una sala de operaciones aséptica, y aunque el paciente no aguantara terminábamos siempre con la sensación del trabajo bien hecho, Caimán y yo, Ramiro, el Viejo, trabajamos juntos desde cuando yo cumplí veinte años de carrera y ya los reflejos comenzaban a fallarme, la idea era jubilarme en ese momento pero quién puede darse ese lujo, los primeros que te dicen que no te jubiles son los del sindicato, ellos saben muy bien a cuánto asciende la deuda con los fondos de pensiones y cuánto hay que suplicar para que los cheques salgan, no recuerdo el nombre de uno solo de los paramédicos que me acompañaron cuando era el chofer, pero con Caimán fue distinto, los dos teníamos el mismo cargo, la misma función, nos hicimos compañeros, nos hicimos amigos, diez años llevo siendo copiloto, y desde hace dos se nos unió el Niño, cómo me cuesta recordar su nombre, Robinson, sí, se llama Robinson, somos tres, cuatro si hay paramédico de turno pero cada vez más a menudo no hay paramédico disponible y tenemos que improvisar con lo poco que sabemos, nuestro trabajo es manejar, y somos tres porque yo me he vuelto una carga, nadie lo dice en voz alta pero no llego a tiempo si hay que subir escaleras arriba por un barrio y me fallan brazos y piernas si hay que bajar diez o quince pisos cargando la camilla porque el ascensor del bloque tiene años malo, para eso nos trajeron al Niño y lo veo y sé que ha aprendido de mí, eso lo aprendiste de mí le digo como si estuviera evaluando sus movimientos, Caimán también aprendió cosas de mí, diez años trabajando juntos, diez años de vivencias y lo único que vengo a recordar en este momento es aquella vez en la Calle del Hambre, ¡aguanta, Viejo, aguanta! lo oigo gritar y el dolor es más y más fuerte y el sudor más y más frío, no aguanto, Caimán, no aguanto, le grito pero Caimán parece no oír y el dolor es más y más fuerte y me pasa del brazo izquierdo al pecho, veo la cara del Niño que me golpea el pecho pero ya no siento nada y sólo lo escucho decir:

-Suéltalo Caimán, que el Viejo no aguantó.

27 de julio de 2008

26 de julio de 2008

Comparando ediciones

Cuando vi este video donde Miguel Enrique Otero habla de la edición aniversaria de El Nacional, que verá la luz el 1 de agosto, no pude dejar de pensar en un fragmento del ensayo de Gustavo Guerrero, Historia de un encargo: "La Catira" de Camilo José Cela, donde habla de la edición aniversaria del periódico en la cual colaboraría Cela:
... "como todos los años, se trata de un número selecto y muy especial en cuya redacción participan sólo firmas de prestigio cuidadosamente escogidas. Pablo Neruda, Bertrand Rusell, Alejo Carpentier, Juan Ramón Jiménez y Julián Marías son algunos de los invitados para la edición de 1953".

20 de julio de 2008

Dos clases de comunistas

Escribe Orhan Pamuk en Nieve:
"Había dos tipos de comunistas: los engreídos que se metían en eso para educar al pueblo y desarrollar el país, y los inocentes que lo hacían por una cierta idea de la justicia y de la igualdad. A los engreídos les gustaba el poder, daban consejos a todo el mundo y no podía esperarse nada bueno de ellos. Los inocentes sólo se hacían daño a sí mismos, pero en realidad eso era lo único que pretendían. Queriendo compartir el sufrimiento de los pobres por su sentimiento de culpabilidad, sólo conseguían vivir peor que ellos".

19 de julio de 2008

Narrando en Yo Hipertrofiado

Fragmento de un artículo de Antonio Muñoz Molina publicado en la revista Babelia:

A los profesores, a los teóricos, a los arbitristas de cómo han de ser o no ser las novelas, el narrador omnisciente les irrita mucho, tanto como el Dios que lo sabe todo y lleva la cuenta de todos los pecados nos irritaba a los librepensadores precoces cuando queríamos desprendernos de la capa de ceniza sombría del catolicismo franquista. De vez en cuando se leen diatribas indignadas: el narrador, en una novela, no debería saber más que sus personajes; el único narrador posible es el personaje que cuenta en primera persona, etcétera. Ahora que lo pienso, es una actitud muy propia en una época de hipertrofia del yo, alimentada y fortalecida por tantas tecnologías que le permiten a uno vivir cada vez más en una burbuja de egolatría caprichosa y comunicar al mundo de manera inmediata cada valiosa ocurrencia en elquerido diario de un blog. La aurora del desierto no necesita testigos para suceder; de hecho, las auroras, igual que los anocheceres, o que las apariciones de la luna, o que la floración de los almendros, han sucedido sobre la tierra a lo largo de millones de años antes de que ningunos ojos humanos pudieran mirarlas. Pero esa idea es irritante, incluso inaceptable, para la nueva época del yo absoluto, que imagina que nada existe fuera de él, con la misma convicción con que un aficionado al horóscopo considera verosímil que las estrellas se ordenen con la finalidad de predecirle si su novia dejará de quererlo o si le subirán el sueldo el año que viene. Cada artefacto nuevo lleva en el nombre la marca del yo, de lo mío, del tú que no es el otro sino el reflejo narcisista de la propia identidad: I-pod; I-phone; My-Space; YouTube.

Unidad con nombres y apellidos

La Unidad como panacea, como requisito básico, como arma infalible para cada uno de los bandos de la política venezolana de cara a las elecciones regionales, va lográndose poco a poco, con mayores o menores traumas, con fracturas  insalvables, con fisuras leves o sin herida alguna, se va logrando porque el objetivo es superior a cualquier ambición personal, a cualquier postura de momento: salvar a la revolución o salvar la democracia. Pero en la medida que la Unidad se va logrando, también va desnudándose su corto metraje. Porque la panacea se convierte en un nombre, en poco menos de cuatrocientos hombres por bando, los casi cuatrocientos candidatos a alcaldes y gobernadores que cada bloque presentará en unos quince días. Y el argumento circular luce un tanto fuera de proporciones: la revolución o la democracia pasa por lograr la unidad de cara a las regionales que significa candidaturas unitarias y que se logran con fulanito en el municipio tal cuya victoria será la preservación de la revolución o de la democracia. Por poner un nombre por bando de candidatos que han sido controversiales y difíciles para el logro de la candidatura unitaria: ¿Alguien cree realmente que la revolución depende de que Mario Silva sea el gobernador de Carabobo o que la democracia se mantiene sólo si Emilio Graterón resulta el sucesor de Leopoldo López en la Alcaldía de Chacao? Por favor.

18 de julio de 2008

Unidad y esquizofrenia

La campaña electoral para las elecciones regionales se iniciará oficialmente en un par de semanas, pero llevamos por lo menos tres meses sumergidos en ella, bajo la excusa de la búsqueda de candidaturas que le garanticen tanto a la oposición como al oficialismo el acudir a esas elecciones como un bloque monolítico de cara a lo que es presentado no como una simple contienda electoral sino como la última trinchera de defensa de la revolución o de la democracia, respectivamente. Mucho más desgastante para los precandidatos ha sido la contienda de la oposición, porque cada organización es fuerte en una plaza y débil en otra, creándose un escenario muy complejo donde las encuestas resultan no tan efectivas para la toma de decisiones como se pretende hacernos creer. En el oficialismo, no ha habido tanto desgaste para los candidatos porque la campaña ha sido más bien de sumisión; de un proceso interno donde se les prohibió a los precandidatos hacerse campaña se ha pasado a una negociación con factores aliados donde el partido del presidente Chávez pone una sola condición: se hace lo que yo decida. Pero junto a esta preparación de ambos bloques, que le dan a las elecciones de noviembre características de frente de batalla por la revolución o por la democracia, existe un nivel que nadie puede ignorar: el de los candidatos enfrentados a su propio electorado, un electorado distinto para cada cual por tratarse de unas elecciones regionales. Así, los candidatos en el día a día de su campaña tienen que hablar de los problemas más inmediatos de la gente, porque no otra cosa interesa a la gente en unas elecciones locales para alcalde o regionales para gobernador.

La campaña entonces se vive en una especie de esquizofrenia, donde la lucha por la democracia o por la revolución pasa por asfaltar tal o cual calle, alumbrar tal o cual sector, reaciondicionar tal o cual parque, entregándole un sentido utilitario a la democracia y a la revolución que no le hace bien ni a la democracia ni a la revolución, porque se supondría que ambas expresan valores superiores: ni la democracia ni la revolución se entregan porque el alcalde lo haya hecho mal o porque este candidato no me gusta para nada. Triste paradoja, un proceso electoral de alcaldes y gobernadores no debería tener otra dimensión salvo la de escoger al aspirante que me gusta más o que creo lo hará mejor.

17 de julio de 2008

Unidad, ¿la última batalla?

La Unidad se ha vuelto el fetiche más importante de la política venezolana. De ambos lados de la rivalidad política buscan maneras de alcanzarla. El oficialismo se burla de los esfuerzos de la oposición por convertir a las encuestas en un método inequívoco para lograr candidaturas unitarias de cara a las elecciones regionales de noviembre, quizás en exceso confiados de la supuesta infalibilidad de su método para alcanzar lo mismo: el grado de fidelidad al presidente Chávez. Es más fácil, menos costoso, cuestionar una encuesta que cuestionar la voluntad del líder del proceso, y por ello sigue habiendo más ambiciones que acuerdos en el lado opositor y del lado oficialista lo que hay es candidatos revolucionarios y traidores al proceso, pero la realidad es que ambos bandos tienen la misma agenda: llegar a noviembre como un bloque lo más granítico posible, bajo el supuesto de que si no es así habrá algo más que una derrota electoral en noviembre; el fin de la revolución tal como la conocemos para el oficialismo, la última oportunidad de salvar la democracia para la oposición. Ambas posturas parecen excesivas, sobre todo porque el Ejecutivo Nacional, amparado por al menos la vista gorda del resto de los poderes, lleva casi diez años torpedeando los poderes locales y regionales, robándoles atribuciones a través de instituciones paralelas y controlando el acceso a los recursos. Luce paradójico que la última batalla sea en las elecciones regionales, pero para despertar interés, entusiasmo y resiliencia, cada campaña electoral se llena del lenguaje de la épica, de la gesta heróica para que nos juguemos algo más que un voto y estemos realmente dispuestos a participar de lo que a todas luces es solamente la más próxima última batalla.

Cortando cables

Esta mañana, mi esposa me pidió que prestara particular atención a esta nota. Me imagino la situación en la redacción de El Universal:
-Hoy te toca editar los cables.
-¿Por qué yo? Yo no estudié para eso.
-No me importa, yo soy tu jefe y tú haces lo que yo te mande.
-Está bien, pero no respondo.
-Ay, no te pongas así, eso ni firmado sale.
-Allá tú.
Aquí, tal como aparece en el periódico, la transcribo:

Michael J. Fox regresa a la televisión
El actor Michael J. Fox, quien se retiró del negocio del espectáculo debido a que sufre de Parkinson, regresa a la televisión como invitado de la serie Rescue Me, en la que interpretará a un hombre en silla de ruedas, novio de la ex mujer del Tommy Gavin, encarnado por Denis Leary. Fox, de 47 años, interpretará a un hombre en silla de ruedas que es novio de la ex mujer del protagonista de la serie, el bombero de Nueva York Michael J. Fox firmó para aparecer en cuatro episodios de la quinta temporada, que comenzará con un capítulo estreno en la primavera.

15 de julio de 2008

El corazón de la historia

"En toda historia siempre hay, en mi opinión, algún silencio, alguna mirada oculta, una palabra que se calla. Hasta que no hayamos dado expresión a lo inefable no habremos llegado al corazón de la historia". Palabras que J. M. Coetzee pone en boca de Daniel Defoe en la novela Foe.

11 de julio de 2008

A destiempo

El siguiente fragmento es parte de uno de mis proyectos actuales; al paso que voy tardaré mucho en terminarlo. Lo publico aquí un poco por despecho, ya que recientemente me di cuenta de que había perdido el nombre, se iba a llamar Lucha Panda y aunque no he visto Kung Fu Panda y seguramente cuando la vea me va a encantar, si alguna vez este proyecto ve la luz no quisiera tener que explicar todo el tiempo que "no, no tiene nada que ver con la película animada". Éste era el fragmento que le daría título a la novela:

Estaban buscando la jaula de los pandas, Manuel Ángel nunca había podido verlos, verlos bien, apenas un par de piedras de dominó al fondo de la jaula, inmóviles por el calor, suponía él, y quiso tentar la suerte en pleno invierno, que ése debe ser el clima que le gusta a los pandas. Nadia recuerda que él intentaba abrazarla, pero no podía hacerlo por más de dos segundos, estaba realmente frío el día, me imagino que para ella que es rusa aquello no tuvo mayor importancia, tal vez lo confundió con algún tipo de pena de Manuel Ángel, pero yo sé lo que sentía él, que somos venezolanos, caribeños, temperatura constante por encima de los 25 grados centígrados, temperatura sobre los eighties, no sé, no estoy segura, algo en lo que nunca me sentiré cómoda es convirtiendo de centígrados a Fahrenheit y de kilos a pounds. Y ella confundió el frío que tenía él con incomodidad, con temor, supongo que es posible, habría que poder ver a través del abrigo, del suéter, de la camisa y de la franelilla para saber si la piel de gallina se mantiene y entonces decir que sí, se trata de temor o incomodidad y aún así sería difícil determinar cuándo terminó el frío y comenzó el miedo. Pero ella dice que lo intuyó desde el principio, que caminaban hacia los pandas a modo de despedida, porque ni ella se atrevía a insinuarle alguna posibilidad de futuro ni él lo iba a hacer, estaba segura, porque él estaba en una encrucijada y no sabía cuál sería su próximo destino, su próxima parada, su jaula de pandas. Cuando estaban a punto de llegar él supo que lo había hecho en el momento preciso, el primer rugido lo hizo acelerar el paso y tomó de la mano a Nadia para que ella hiciera lo mismo. A rastras llegó Nadia al borde de la jaula, oyendo rugidos que Manuel Ángel celebraba aún sin saber a qué se debían, fue entonces cuando ella pudo verlos con sus caras de ladrones arrepentidos, uno encima del otro y el otro intentando zafarse, luchando, rugiendo, intentando morder, torpes y hábiles a la vez, como peleadores de zumo, aunque el zumo sea de Japón, aclara Nadia, a quién le importa de dónde sean unos gordos tan feos, Nadia dice que la lucha duró minutos, larguísimos minutos que disfrutaron viéndolos y que mientras los veían él la abrazaba desde atrás, otro abrazo de oso, y fue como si estuviera luchando por quedarse con ella, junto a ella, hasta que los pandas terminaron, sin un claro triunfador, simplemente dejaron de luchar y se fueron cada uno por su lado a comer bambú, y él la soltó a ella y siguieron, no cada uno por su lado, al menos no en ese momento, pero al parecer se sintieron pandas y la lucha panda termina así, el fin de semana se acabó y más nunca supo de él hasta que en la galería recibieron la llamada sobre el cuadro en venta y a Nadia se le alborotaron los recuerdos.

10 de julio de 2008

La luz al final del túnel

9 de julio de 2008

Teoría del Orden

Un tifón en Tokio puede producir el aleteo de una mariposa en Nueva York.

8 de julio de 2008

Eufemismos Peligrosos

Cuando esta caja llegó a manos militares, nadie pensó que su contenido podría resultar peligroso. Pero como buen soldado revolucionario, el ministro de la Defensa vio de inmediato la magnitud de lo que estaba por suceder.


En presencia de los más altos mandos militares, el fabricante de papel tuvo que explicar que el eufemismo se debió a que en aquel entonces no encontraron manera adecuada para bautizar las toallitas de baño, que todos los nombres les parecieron inconvenientes y que la decisión es muy anterior a las diferencias surgidas en la Fuerza Armada Nacional. La explicación no importó. Como buen soldado revolucionario, el ministro de la Defensa sabe que el imperio y la oligarquía tienen mil y una maneras de socavar la moral de sus enemigos, pero la Revolución es más fuerte. Por eso, las toallitas institucionales no entrarán en ningún recinto militar hasta que no las hayan rebautizado toallas revolucionarias de mano.

Chiste de Manuel Vicent

"Estaban dos cabras en un basurero comiendo todo lo que encontraban y una de ellas estaba engullendo un celuloide. Cuando terminó, le preguntó la otra: '¿Te ha gustado la película?'. 'Me gustó más la novela', le contestó su compañera".
Me reí mucho con este chiste, Manuel Vicent lo echó como inició de su participación en un curso sobre Cine y Literalidad. La reseña sobre la sesión se puede leer aquí.

7 de julio de 2008

Sophie Calle, personaje de ficción

Todos tenemos una historia de vida, pero hay algunas personas que viven como si estuvieran atentas a cada capítulo de la biografía que alguna vez le dedicarán. De todas ellas, quizás la más ambiciosa sea la artista, fotógrafa y escritora francesa Sophie Calle, quien ha hecho de su vida y su obra una identidad inseparable y que pareciera empeñada en dar el paso máximo: convertirse en un personaje de ficción. Para ello, se propuso junto a Paul Auster ser parte de una novela de éste y el resultado fue un personaje de Leviathan llamado Maria Turner. Al parecer, Auster no llegó tan lejos como Calle habría querido y a partir de ahí, la artista decidió recrear las obras y rutinas que Auster describió como parte de la vida de Turner e incluso explicó, en un proyecto titulado Double Game, que la propuesta original había sido que Auster creara un personaje por el cual Calle se regiría durante un año, es decir, que Auster controlaría la vida de Calle a través de los vericuetos que éste trazara en su ficción, cosa que le pareció demasiada responsabilidad a Auster y se negó a ello.
En Exploradores del Abismo, Enrique Vila-Matas se hace eco de esa propuesta en el cuento Porque ella no lo pidió y escribe una historia que le hubiera gustado que Calle recreara en la realidad. El cuento nos muestra a un Vila-Matas celoso de no haber estado en la lista de escritores que pudieran haber llevado a término el proyecto inconcluso de Calle, y termina cuando en una vuelta de tuerca Vila-Matas se niega a colaborar con Calle en dicha empresa.
Por alguna evidencia sabemos que Vila-Matas al menos recibe correspondencia de Calle; podemos entonces imaginarlo enviándole Exploradores del Abismo a la artista, con alguna nota o indicación para que reparara especialmente en Porque ella no lo pidió. Lo que cuesta imaginar es a Calle estando de acuerdo con el título del cuento, porque ella sí lo ha pedido, lleva toda una vida pidiendo ser un personaje de ficción.

3 de julio de 2008

The Hannah Gill Show

Lo peor es que yo también lo vi, yo también estuve pegada al televisor pendiente de lo que sucedería, expectante, no pude quitar los ojos de la pantalla hasta que él salió por la puerta y cesó la transmisión. Incluso esperé un poco, quería saber si tendrían un plan, algo preparado para el caso de que sucediera lo que sucedió, quería ver sus primeros encuentros con el exterior y si el canal intentaba extender el programa, pero no hubo plan, simplemente terminaron la transmisión de toda una vida y dejaron que otros le sacaran provecho al hombre fuera del estudio, al niño adulto conociendo el mundo, porque lo van a hacer, es fácil imaginar el revuelo que causará su presencia, la curiosidad que despertará a su paso, los nuevos programas que le dedicarán, quién sabe si otro show, ahora sí un auténtico reality. En cambio a mí, nadie me dedicó un programa, una entrevista, a nadie le interesó si tengo planes para el futuro, si tengo algún proyecto, tampoco hubo ofertas para nuevos trabajos a pesar de que la decisión de mi salida estaba tomada desde un par de días antes, ni siquiera me extrañaron, se olvidaron de mí apenas salí de la pantalla, salí por la puerta de atrás porque como si tuviera plena consciencia de que él era la estrella, de que estábamos en su show y no se lo robaría, no me dio la oportunidad de hacer un gran monólogo de despedida, apenas le dije que lo iba a dejar me dio la espalda, bajó al sótano y por supuesto las cámaras lo siguieron. Recogí mis cosas y abandoné el estudio, no hubo felicitaciones ni lamentos, apenas una que otra despedida, todos estaban pendientes de él, de lo que hacía en el sótano primero y luego de su desaparición. Y yo tengo que empezar tan desde cero como él, no tengo nada, lo único que tenía era el programa, lo único que me pertenecía era Meryl y ninguno de sus logros valen aquí afuera. Me gradué de bachiller en el estudio, estudié enfermería en el estudio, trabajé en el hospital en el estudio, pero sus ausencias, sus deficiencias, ésas sí son mías, Meryl no tuvo hijos y yo tampoco, Meryl no fue feliz, yo tampoco, Meryl lucía sobreactuada especialmente cuando tenía que hacer el comercial de algún producto y yo ahora no creo tener ningún talento como actriz, me lo quitaron todo, sobre todo mi confianza, mi autoestima, cuando él se me encimó y yo solo pude gritar que hicieran algo para ayudarme perdí toda mi capacidad para la improvisación y ésa era la única herramienta que tenía, la única que realmente necesitaba.

Pensaba que al menos tendría dónde ir. Pero mi familia tampoco estaba preparada para el abrupto final. No tenían un cuarto listo para recibirme, no se imaginaban que estaban a punto de tener que recibirme porque no veían el programa. Y no lo veían porque les era muy difícil verlo, muy triste. Para mamá, para papá, incluso para mis hermanas era como asistir en primera fila a la renuncia de su ser querido a los suyos y a su propia identidad. Después de todo era Meryl y no Hannah la mayor parte del tiempo, todo el tiempo, las veinticuatro horas del día de lunes a domingo. En realidad, solo era Hannah durante los créditos del programa. Lo que más odiaba eran los créditos del programa, odiaba con toda mi alma leer Truman Burbank en el papel de sí mismo, lo odiaba porque yo tenía que renunciar a ser Hannah para ser Meryl, renuncié a ser Hannah desde que ingresé en el show y por una decisión de casting terminé convertida en la novia de Truman, un Truman para el que siempre fui un plato de segunda mesa. Igual que todos los televidentes yo también sabía que él soñaba y suspiraba por Silvia, que se casó conmigo pensando en Silvia, que me hacía el amor imaginando que lo hacía con Silvia, aunque eso tuvieron siempre la delicadeza de no ponerlo en pantalla, pero sí, sí teníamos relaciones, y no, no perdí la virginidad con Truman pero desde que entré en el show no he estado con otro hombre. Durante más de diez años tuve que dormirme y despertar junto a un hombre que se acostaba conmigo creyendo que yo era otra y pensando en aquella con quien sí quería estar, y lo hice en nombre de un contrato de siete cifras y de una carrera de actriz que no llegó a nada.

Veo la televisión, el canal donde pasaban el show sólo devuelve las barras de colores de una transmisión interrumpida que espera por la decisión final. Supongo que más temprano que tarde el canal desaparecerá por completo de la oferta del cable y con ello todo recuerdo de Meryl y de mí. Con un extraño despecho no puedo dejar de pensar en Truman, en su más que probable encuentro con Silvia, y lo único que les deseo es que fracasen rotundamente. No creo que sea un deseo difícil de cumplir, acaso Silvia sí va a poder vivir con él, acaso ella va a poder manejar los miedos, las confusiones, las inseguridades de él, no, esa relación es imposible porque después de todo él está condenado a ser un extraño, un extranjero, él tiene que volverse ajeno a sí mismo para comenzar de nuevo. Yo, al menos sé quién fui y qué hice, y aunque dude de mi actuación la tengo conmigo, la puedo utilizar, fui imagen de los productos que se anunciaban en el show, fui la reina de la improvisación, improvisé un matrimonio durante diez años, una vida durante quince, no tengo que ser tan dura conmigo misma, no tengo que dudar de mi profesionalismo, de mi experiencia y de mi talento, mañana mismo llamaré a mi agente. Es hora de que comience mi show.