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30 de noviembre de 2009

Mi banda sonora de la década

Musicalmente hablando, la década de 2000 para mí fue la década de Morpheus, ese programa P2P que sin el alto perfil de Napster pudo sobrevivir un poco más, hasta que las deudas producto de defenderse en corte de la industria musical terminó sacándolo de circulación, paradójicamente casi al final de la década. Producto de Morpheus, tuve una década bastante desordenada; escuché canciones, no discos, muchas de las cuales no sabía de qué álbum o single habían salido o de qué año eran; a veces incluso no sabía el artista o el verdadero nombre de la canción, porque la persona que la tenía en su computadora no había guardado el archivo con el nombre correcto o lo hizo con el genérico Pista Nº Tal. Pero gracias a Morpheus, la década de 2000 fue una década de escuchar muchísima música, de cualquier género y época y de artistas que de otra manera no habría descubierto o, peor, que habría ignorado.
Por eso, a la hora de hacer un recorrido por lo mejor de la década, lo que puedo hacer es una lista de las canciones que vieron la luz entre 2000 y 2009 y que me acompañaron como si de una banda sonora se tratara. Si tuviera que hacer un cortometraje o película de la década, la musicalizaría con estas canciones:


27 de noviembre de 2009

La oficina de Luis

En el último año he estado bastante activo creando varios sitios nuevos y siendo parte de diversas redes sociales. El más reciente de esos sitios es La oficina de Luis, una página que utilizaré como mi portafolio, para archivar y mostrar trabajos importantes de forma más eficiente, y como una especie de miniportal, para dar a conocer de mejor manera la cantidad de contenidos que estoy produciendo debido a la suma de blogs, de colaboraciones y de redes sociales. Espero que visites y disfrutes de mi oficina.

26 de noviembre de 2009

C de cerveza


En tiempos donde Caperucita Roja y el lobo se sientan a conversar para reconocer y respetar sus estilos de vida diferentes, no es poca cosa encontrarse con un libro infantil que hable sobre cerveza para enseñarles a los niños las bondades de la bebida más popular del mundo. En B is for Beer, Tom Robbins cuenta el encuentro entre Gracie Perkel, una niña de seis años, y la cerveza, a través de las preguntas que le hace a su papá sobre tan extraña bebida y que sólo su tío Moe parece dispuesto a responder.
Pero como todo libro infantil tiene que conquistar primero a los padres que comprarán el libro, Robbins sabe que un libro sobre cerveza sólo llegará a las manos de los niños si es particularmente seductor con el público adulto y creo que C de cerveza--o B de birra, si queremos mantener la letra B en la traducción--lo es. Con observaciones ingeniosas como que la razón por la que la cerveza atrae tanto a los hombres quizás sea porque se hace únicamente con plantas hembras de lúpulo, o que el golf es "el básquetbol de la gente que no puede saltar y el ajedrez de la gente que no puede pensar", y una historia de paternidad irresponsable de trasfondo, C de cerveza es un cuento que se deja colar como una cervecita bien fría.

24 de noviembre de 2009

Nuevos tiempos

22 de noviembre de 2009

Pixies: la rebelión contra el tiempo

Nunca Black Francis fue tan omnipresente. Porque a donde uno volteara, Black Francis parecía estar ahí. Gorditos pelones en sus tempranos cuarenta o tardíos treinta parecíamos mayoría en una multitud que llenaba los vetustos espacios del Aragon Ballroom en Chicago. Ya Mick Jagger y Lou Reed nos han enseñado que el rock es para siempre, pero ese es el rock de los superstars, de los chicos malos, faltaba demostrar que el rock de los gallos también lo es y por eso es tan importante que los Pixies regresen y se mantengan y suenen mejor cada vez. Kim Deal luce cada vez más como una mamá buscando a sus tres hijos en sus primeras fiestas nocturnas; Francis pareciera a punto de no alcanzar las cuerdas de su guitarra debido a la barriga; y David Lovering y Joey Santiago son tipos que te encontrarás en The Home Depot.
Pero eso dura hasta que salen a escena y ese momento lo anunció nada más y nada menos que el histórico cortometraje Un Chien Andalou exhibido en las pantallas, que justo al finalizar dio paso a los acordes de Dancing the Manta Ray, uno de los lados B del disco Doolittle.

La excusa para la gira 2009 de los Pixies es celebrar los 20 años de Doolittle, así que el concierto comenzó con los cuatro lados B del disco, Dancing the Manta Ray, Weird at my School, Bailey's Walk y Manta Ray, suficiente para impresionarnos con la calidad y limpieza del sonido. La voz de Deal es idéntica a los discos de finales de los 80 y el control de Francis sobre su garganta para dar esos alaridos inconfundibles sin desafinar nunca, no ha cedido un ápice, mientras que la guitarra de Santiago suena con la furia y el hambre de siempre. La energía que se desprende de la música de Pixies no necesita de un concierto para sentirse, pero la nitidez de su sonido es increíble, la experiencia de escucharlos in situ es superior a cualquier expectativa. La banda hace los quiet loud loud quiet con una facilidad que hace pensar que se mantuvieron tocando juntos estos veinte años, como si nada hubiera pasado entre ellos.

Pero si el tiempo no curó las heridas, al menos las hizo inocuas, y ahí están en 2009, tocando el disco Doolittle de principio a fin y en perfecto orden, primero Debaser, pasando por Tame, Wave of Mutilation, I Bleed, Here Comes your Man, Dead y Monkeys Gone to Heaven que, como Deal anunció, ponía fin al lado A del disco.

Luego continuaron con Mr. Grieves, Crackity Jones, La La Love you, No. 13 Baby, There Goes my Gun, Hey, Silver y Gouge Away. Deal fue la única que intercambió palabras con el público, pero eran palabras como "Sides B", no mucho más, el asunto de la banda es tocar y sobre todo divertir. El video que da fin a la primera parte del show, con ellos despidiéndose en la pantalla, es una de las cosas más divertidas que haya visto, con los cuatro Pixies tratando de invitar al público a hacer la ola y saludando como si no supieran que más hacer.

La banda regresó para tocar otros dos lados B, tal como volvió a anunciar Deal: Wave of Mutilation en la versión UK Surf e Into the White, y volvieron a salir de escena para regresar con un set increíble.

The Holiday Song fue seguida por Something Against You y Vamos, donde Joey Santiago tuvo su acostumbrado gran momento de la noche, que no sería el único, pidiéndole a Lovering que le lanzara la baqueta y haciendo un solo utilizándola como si fuera el arco de un violín. Después tocaron Where is my Mind? en lo que parecía el final de la noche, pero cuando ya saludaban en el proscenio, un eufórico Santiago comenzó a preguntarle al público si quería una más y señaló a sus compañeros pidiéndoles otro tema. Regresaron a los instrumentos y tocaron Gigantic, tema en el que Santiago tuvo su segundo gran momento: en lo que se me antojó un ajuste de cuentas con la historia, comenzó a tocar la guitarra como si se tratara de un guitarrista de heavy metal, haciendo velocísimos riffs y tomando posturas de aquellos guitarristas que en los ochenta dominaban la escena musical con sus solos sin sentido y sus melenas enlacadas. Así terminó la noche. Una noche inolvidable, que dejó en claro que los Pixies son para siempre.

20 de noviembre de 2009

Esperando a Pixies


Mi salida del bachillerato y comienzos de la Universidad coincidió con el advenimiento de las tiendas de CDs en Caracas, cosa que rompió el cerco musical que se había impuesto en Venezuela tanto con la protección a artistas nacionales a través de la poca importación de LPs como la fabricación en el país de LPs sólo de artistas mainstream. De pronto, en las discotiendas tradicionales y en nuevas discotiendas aparecían grupos y artistas de los cuales no teníamos ni idea, en una época preinternet que hoy suena tan lejana como claustrofóbica. Porque la sensación al revisar los anaqueles de tiendas como La Gaceta Lunar en la avenida Casanova era de liberación. Fue precisamente ahí, en La Gaceta, donde Gerardo, viejo amigo, me mostró un disco que simplemente me marcaría de por vida: Trompe le Monde.
Al poner el disco y escuchar el rasgueo de la guitarra en el tema inicial, Trompe le Monde, para dar inmediato paso a los golpes de batería que liberan toda la energía de la canción, inicié un viaje musical que no se detendría, que no se ha detenido por casi veinte años. Porque desde que compré Trompe le Monde, los Pixies no han dejado ni por un momento de ser parte de mi banda sonora, son casi veinte años sin dejarlos de escuchar, casi veinte años escuchando las mismas canciones, sorprendiéndome con los mismos riffs de guitarra, divirtiéndome con las mismas letras, tarareando las mismas estrofas, casi veinte años cantando Bone Machine y Broken Face, Isla de Encanta y U-mass, Debaser y Wave of Mutilation.
Atando cabos, pienso que corría el año 91, así que compré el disco casi recién sacado del horno, lo cual me dio un pequeño lapso de tiempo para escuchar a los Pixies mientras todavía existían los Pixies. Porque en 1993 oficializaron lo que era un secreto a voces incluso antes de la salida de Trompe le Monde: los Pixies se separaban buscando caminos musicales distintos. Y como el todo siempre es más que la suma de las partes, ni Frank Black como solista ni la banda de Kim Deal, The Breeders, pudieron generar las emociones y sensaciones que generaban cualquiera de los discos de los Pixies, que a falta de futuro fue fácil completar la colección, comprando primero Bossanova --usado en la extinta CD Solution de Plaza Las Américas--, Come on Pilgrim --a través del fallecido BMG Music Service--, Surfer Rosa, --otra vez en CD Solution--, Doolittle --de nuevo en BMG--, y la recopilación de lados B y rarezas que ya en la década de 2000 compré en Esperanto del Centro Comercial Vizcaya.
Pero gracias a lo impactante que fue descubrirlos y lo rápido que llegó la noticia del rompimiento, escuchar a Pixies siempre tuvo algo de tierra prometida que se ve pero no se alcanza, de búsqueda de la piedra filosofal. Escuchaba los discos con una devoción alimentada por esa extraña sensación que fue descubrir el que creí sería el futuro de la música cuando ya era pasado. El tiempo no apagó esa devoción que luego supe estaba muy lejos de ser una rareza. Porque los Pixies se volvieron más y más importantes con el paso de los años; a pesar de que sus discos no se vendieron mucho en su momento, su nombre figuraba como influencia de la mejor música que se hizo en los años 90. Declaraciones de Kurt Cobain y de Thom Yorke, por ejemplo, dieron cuenta de lo importante que fue Pixies para sus respectivas bandas. Así mismo, la inclusión de Where is my mind? en un momento cumbre de la superpelícula de culto Fight Club, aumentó la avidez por una banda que para ese momento llevaba ya ocho años sin sacar material alguno. El recuerdo y la nostalgia por los Pixies no paraba de crecer y finalmente dio pie a la gira de rencuentro de 2004 y a una actividad intermitente de la banda hasta 2008, cuando el anuncio de Francis de que no habría material nuevo de Pixies parecía anunciar una segunda muerte.
Nunca hice intentos de ver a Pixies en la gira del rencuentro. Le guardo cierto temor a las giras de rencuentro --si hasta Menudo hizo la suya. Pero seguí llenando mis estanterías de material de los Pixies producto de ese rencuentro, con par de videos de presentaciones de la banda y el documental que se hiciera sobre la gira. Así que detrás de mi aparente indiferencia hacia el hecho de que los Pixies estuvieran de nuevo en los escenarios, había algo del viejo sentimiento de imposibilidad, de pérdida, porque la mayor parte de 2003 estuve en los Estados Unidos y un par de meses después de haber regresado a Venezuela se hizo el anuncio del regreso de los Pixies. En el 91 llegué muy tarde, en el 2004 me había ido demasiado temprano.
Por si fuera poco, entre 2006 y 2008 mi veneración por Pixies estuvo a punto de tener su expresión literaria. Conversando con el artista plástico y caricaturista Roberto Weil, supe que él había estudiado en U Mass durante la segunda mitad de la década de los ochenta. Intenté entonces hacer la conexión imposible (la llamo así únicamente porque ese fue el nombre de mi proyecto) entre los Pixies y Weil y entre mis casi veinte años escuchando a los Pixies y la conversación que tuve con Weil. El borrador dejado a la mitad está en mi computadora, quizás vuelva a retomarlo algún día, aunque la verdad ya me había olvidado de ese proyecto literario cuando en la radio hace dos meses escuché el anuncio de un concierto en Chicago de los Pixies. Por fin ganas y oportunidad se juntaban, a las 12 del mediodía del sábado 19 de septiembre se pusieron en venta las entradas; a las 12:03 recibí el correo de Ticketmaster confirmando mi compra.
Mañana 21 de noviembre, los Pixies estarán cerrando las presentaciones en Chicago de una gira que celebra los 20 años del disco Doolittle. Ahí estaré yo, no creo que pueda decir que como si fuera 1991, pero probablemente sí con una emoción que no hubiera podido sentir en aquel momento, porque se necesitaban veinte años de espera para sentirla.

18 de noviembre de 2009

¿Cuántas manos tiene Dios?

Un nuevo escándalo de arbitraje: Francia estará en el Mundial de 2010 porque un árbitro no vio lo que el resto de los mortales sí, dejando a otro país, Irlanda, sin la alegría y el dinero que significa asistir al máximo evento del fútbol. Una falla imperdonable permitió un gol que sacó del Mundial a un país. Indignante.




Bueno, la verdad es que eso ya ha sucedido. Y en el Mundial. Y con un equipo que a la postre resultaría el campeón.



Así que Francia todavía puede aplicar la Fórmula Maradona para limpiar su participación en Suráfrica 2010: jugar como nadie lo ha hecho nunca para que hasta sus manos sean producto de la genialidad.
Pero con tantas cámaras, videos, fotos, ángulos y recursos a disposición, ya es ridículo que el deporte en general y el fútbol en particular se mantengan tan reticentes a corregir los fallos arbitrales. Hasta el Papa dejó hace algún tiempo de ser infalible, pero el fútbol insiste en que sus árbitros sí lo son. ¿Cuántas manos de Dios más tiene que haber para que los errores arbitrales dejen de ser una tragedia del destino?

Ahí siempre estará Onetti

Al salir del país uno se pregunta si se puede seguir opinando con la misma frecuencia, con la misma pertinencia, con la misma urgencia sobre los temas de los que siempre se ha opinado. Y la respuesta que uno quiere darse es que sí, que lo que se pierde son los detalles de la primera fila y se gana la vista panorámica de las butacas traseras. Pero uno suele recordar más el sudor deslizándose por la sien del actor que la posición que ocupaba todo el elenco en una escena. Y aunque luchemos contra ello, las opiniones se vuelven asépticas porque la distancia no permite sentir el aroma, el gusto, el ruido, el color natural de los hechos. Ahí siempre estará Onetti, recordándonos que no hay peor mentira que decir la verdad ocultando el alma de los hechos.

14 de noviembre de 2009

Radio Pirata


Richard Curtis es un cineasta efectista. Por eso su galeria de momentos, de instantes, de golpes de efecto es amplia. Para nombrar unos pocos, el discurso de Bridget en la presentación del libro en El Diario de Bridget Jones, la escena donde el personaje de Emma Thompson recibe el regalo de navidad de su marido en Love Actually, los bailes en las bodas de Cuatro bodas y un funeral, entre tantos otros. Por ese efectismo, también sus bandas sonoras suelen pecar de obvias y con ello de efectivas. Curtis, a pesar de lo efectista suele ser efectivo. Su leit motiv como escritor y director es el optimismo. A través de sus historias de amistad, amor y vida en pareja, intenta mostrarnos las pequeñas cosas que hacen de la vida una cosa maravillosa. Y suele lograr su cometido, al menos conmigo. De sus películas, yo suelo salir de buen humor y con ganas de disfrutar.
No fue diferente con Pirate Radio, su nueva película, donde recrea el día a día de una de tantas radios piratas que desde barcos anclados en el Mar del Norte transmitían la música que los ingleses querían escuchar y que el gobierno británico prohibía: el rock 'n' roll de los Beatles, los Stones, los Who y tantos otros.
Con un soundtrack sin pretensiones de redescubrir canciones olvidadas; sin grandes actuaciones, con unos Philip Seymour Hoffman, Bill Nighy y Rhys Ifans un tanto repetidos y un Kenneth Branagh bufonesco; y sin un drama o búsqueda que realmente mantenga a flote al barco, Pirate Radio suma varios momentos a la galería de Curtis (Spoiler alert, saltarse el paréntesis: la escena de la taza de chocolate, la de la confesión de paternidad, la del rescate de los discos en el agua) y cumple con el cometido principal del cineasta: mostrarnos que el rock 'n' roll ha sido y es parte de esas pequeñas cosas que hacen la vida maravillosa. No sé si hacía falta una película para convencernos de eso; ni siquiera creo que hacía falta convencernos de ello, pero del cine salí como siempre salgo de las películas de Curtis, de buen humor y con ganas de escuchar unos cuantos discos clásicos del rock, qué más quiere uno de una película.

10 de noviembre de 2009

Teoría de un aplauso

Con el paso de los días solo va quedando el aplauso. Debe ser porque somos caraqueños y estamos acostumbrados a la ovación de pie gratuita. Cuando terminó la obra y la gente aplaudió apenas lo necesario para agradecerle a los actores el trabajo que se tomaron en volver a actuar la pieza, Olivia y yo nos sorprendimos.
Sí, la obra fue mala, se llamaba Fake y trataba de un cráneo que supuestamente sería el del eslabón perdido y que resultó un plan del mismísimo Sir Arthur Conan Doyle para engañar a unos rivales y dejarlos en ridículo. Pero la obra transcurre entre diálogos innecesarios y escenas irrelevantes hasta convertirse en un montaje sin objetivos: no se trata de una pieza de detectivismo científico, tampoco de engaños y desenmascaramientos, ni de amor y vejez, aunque esto último lo intenta incorporando a un par de científicos que rivalizan por la atención de una mujer mientras estudian el fósil. En la ida final a negro, nadie en la sala estuvo seguro de que la pieza había llegado a su fin y los aplausos empezaron solo cuando la actriz caminó hacia el prosenio. El resto del elenco la acompañó de inmediato, hicieron la reverencia de rigor, salieron del escenario y ahí terminó el aplauso.
Sorprendida por la severidad del público, Olivia me lo comenta y yo especulo que tal vez se trate de la costumbre en el Steppenwolf Theatre, un teatro que presume de haber tenido entre sus filas a actores como John Malkovich, Gary Sinise y William Petersen, entre otros, y que suele llevar producciones a Broadway aunque esté en una Chicago a veces mucho más lejos de lo que parece. Debe ser un público tan presumido como la compañía, que alardea de sí mismo y que no aplaude, le digo a Olivia, pero necesitaremos otra obra para comprobar esa teoría; y por supuesto que la obra sea buena.

9 de noviembre de 2009

The Wall y la pared de enfrente

Hoy que se celebran veinte años de la caída del muro de Berlín, no son pocos los que han estado recordando The Wall, la magna obra de Pink Floyd y que Alan Parker llevara a la pantalla. Con el concierto que de la obra hiciera su creador, ex miembro de Pink Floyd, Roger Waters, en Berlín en 1990 para conmemorar la caída del muro de Berlín un año antes, el muro de Berlín y The Wall quedaron íntimamente ligados. Pero no está de más recordar que el muro de The Wall no es el de Berlín, es un muro psicológico que aisla y enajena a su protagonista, un cantante de rock llamado Pink. La sociedad fascista que denuncia The Wall no es un régimen totalitario tipo los países comunistas del este europeo, sino la Inglaterra de la posguerra. De esa denuncia creo que hoy siguen en pie muchas cosas, detalle que puede pasarnos desapercibido si hacemos de The Wall una simple oda a la caída del muro de Berlín.

7 de noviembre de 2009

El caso Galarraga


En 2010, Andrés Galarraga aparecerá por primera vez en las papeletas de votación para el Salón de la Fama, y desde ya nos hacemos una pregunta que para todos los venezolanos tiene respuesta afirmativa, pero nosotros no votamos: ¿Galarraga tiene chance de convertirse en un miembro del Salón de la Fama?
La votación de 2010 es particularmente reñida. De los nuevos candidatos, destacan dos jugadores: Roberto Alomar y Barry Larkin, quienes deberían ser electos, mientras que hay otros dos, Edgar Martínez y Fred McGriff, cuyas posibilidades son una incógnita y dependen de cómo juzguen los votantes el hecho de que Martínez haya sido principalmente un bateador designado y McGriff un jugador consistente pero nunca una auténtica estrella. De los que repiten en la papeleta, hay que estar atentos a las candidaturas de Bert Blyleven, Andre Dawson, Tim Raines, Lee Smith y Mark McGwire, que todas parecieran estar ganando adeptos con el paso de los años. Interesante sobre todo el caso de McGwire, cuya no elección a Cooperstown se debe a su asociación con el consumo de esteroides, pero esa razón luce cada año de menos peso para mantenerlo fuera del Salón.
La promoción de 2010 es lo suficientemente débil como para que se den varias sorpresas, incluyendo, por qué no, que ningún jugador obtenga los votos necesarios para ingresar al Salón. Hay muchas posibilidades de que el voto se disperse entre jugadores con credenciales no consideradas automáticas para ingresar al Salón de la Fama. Pudiera ser el año en que por fin Blyleven ocupe el lugar que merece o que Dawson logre obtener el 75% de los votos necesarios para ingresar a la inmortalidad del béisbol. Es casi seguro que en la votación de 2010 Galarraga no entre en el Salón de la Fama, pero sí creo que reunirá los votos necesarios para mantenerse en las papeletas, por lo que hay que construir su caso y comenzar a convencer a quienes votan de que el Gran Gato pertenece con todas las de la ley a Cooperstown.
El caso Galarraga debe sustentarse, pienso yo, en los siguientes argumentos:
-Galarraga también brilló fuera del Coors Field: muchos analistas desestiman a quienes vivieron sus mejores años en el paraíso de los bateadores de Colorado, y eso pesa en las opciones de Galarraga. Pero el Gran Gato tuvo dos años estelares en Atlanta, dos muy buenos y dos bastante productivos en Montreal. Eso es después y antes de Colorado.
-Once años de excelencia: hay quienes analizan las carreras dignas de Cooperstown sobre la base de diez años de dominio. Galarraga los tiene, cuatro años de dominio en Montreal, cinco en Colorado y dos en Atlanta.
-El cáncer le quitó un año: Galarraga fue dominante antes y después de volver del cáncer, por lo que sus números globales sufrieron una importante merma por la temporada que perdió combatiendo la enfermedad.
-Sus números son comparables a los de Tony Pérez y Orlando Cepeda, ambos jugadores de la primera base, como Galarraga, y ambos miembros del Salón de la Fama.
El camino es largo, pero vale la pena trabajar para que Andrés Galarraga se convierta en el segundo venezolano miembro del Salón de la Fama del béisbol.

6 de noviembre de 2009

Eufemismos planetarios

Todos los eufemismos que me consigo en libros de texto estudiantiles, suelo atribuirlos a la misma causa: la tiranía de lo políticamente correcto ha hecho que no podamos llamar a las cosas por su nombre ni narrar los acontecimientos tal como sucedieron, porque los parámetros y medidas de la actualidad ofenden a unos o a otros, aunque los verdaderos protagonistas de los sucesos hayan dejado de existir decenas o cientos de años atrás. Pero cuando el lenguaje busca cuidarse de no ofender a los cuerpos celestes, la cosa sí raya en lo absolutamente ridículo. Es el caso de esta oración que me encontré en un libro de lectura para tercer grado:

"De todos los planetas de nuestro Sistema Solar, la Tierra tiene el clima más hospitalario para la vida humana".

Complacido Saturno, que pudo haberse ofendido si leyera que en su faz no es posible la vida humana.

5 de noviembre de 2009

Esas luchas cotidianas

Por cuestiones de trabajo, me encuentro textos que le enseñan a los niños la historia. Bien podríamos poner entre comillas la palabra enseñan. Como en el caso de un texto que habla de la llegada de los españoles a América en general y a la actual California en particular y el impacto que tuvieron en la población indígena del lugar:

"Las enfermedades que tenían poco efecto en los europeos resultaron mortales para muchos indígenas norteamericanos. Su número disminuyó drásticamente debido a estas enfermedades y a las batallas que debían librar".

Es un ejemplo maravilloso de la doctrina "se nombra el pecado pero no al pecador".