Buscar en la Pulga

10 de noviembre de 2009

Teoría de un aplauso

Con el paso de los días solo va quedando el aplauso. Debe ser porque somos caraqueños y estamos acostumbrados a la ovación de pie gratuita. Cuando terminó la obra y la gente aplaudió apenas lo necesario para agradecerle a los actores el trabajo que se tomaron en volver a actuar la pieza, Olivia y yo nos sorprendimos.
Sí, la obra fue mala, se llamaba Fake y trataba de un cráneo que supuestamente sería el del eslabón perdido y que resultó un plan del mismísimo Sir Arthur Conan Doyle para engañar a unos rivales y dejarlos en ridículo. Pero la obra transcurre entre diálogos innecesarios y escenas irrelevantes hasta convertirse en un montaje sin objetivos: no se trata de una pieza de detectivismo científico, tampoco de engaños y desenmascaramientos, ni de amor y vejez, aunque esto último lo intenta incorporando a un par de científicos que rivalizan por la atención de una mujer mientras estudian el fósil. En la ida final a negro, nadie en la sala estuvo seguro de que la pieza había llegado a su fin y los aplausos empezaron solo cuando la actriz caminó hacia el prosenio. El resto del elenco la acompañó de inmediato, hicieron la reverencia de rigor, salieron del escenario y ahí terminó el aplauso.
Sorprendida por la severidad del público, Olivia me lo comenta y yo especulo que tal vez se trate de la costumbre en el Steppenwolf Theatre, un teatro que presume de haber tenido entre sus filas a actores como John Malkovich, Gary Sinise y William Petersen, entre otros, y que suele llevar producciones a Broadway aunque esté en una Chicago a veces mucho más lejos de lo que parece. Debe ser un público tan presumido como la compañía, que alardea de sí mismo y que no aplaude, le digo a Olivia, pero necesitaremos otra obra para comprobar esa teoría; y por supuesto que la obra sea buena.

No hay comentarios.: