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19 de abril de 2006

Tango a lo lejos

Si pulsas aquí, puedes leer un cuento mío que acaban de publicar en Ficción Breve Venezolana.

17 de abril de 2006

Balance (lo visto)

*Lo que más me gustó: Maestros Antiguos, España 3. No me lo esperaba, no sabía que ese texto podía ser así, no tenía ni idea que dirían lo que dijeron. Teatro de palabra, me cautivó de principio a fin.

*Lo que menos: estoy entre La noche Árabe, Colombia, y Vida y muerte de Pier Paolo Pasolini, Cuba. El primero, un texto abominable que hizo inútiles los esfuerzos de dirección y de los actores; el segundo, un texto que pretendiendo en cada palabra demostrar la importancia de Pasolini, lo terminó desdibujando y la dirección y los actores ayudaron a ese desdibujo. Al final, termino decidiéndome por Cuba.

*Segundos pensamientos: Hedda Gabler, Alemania 1, me gusta mucho más ahora que en el momento que la vi. Aunque sigo sosteniendo que el cambio de manuscrito a laptop que hicieron como parte de la actualización de Ibsen, debilita a varios de los personajes de la obra, ahora siento que Hedda se mueve por puro fastidio, fastidio y desencanto europeo de siglo XXI que termina produciendo la misma opresión sobre el individuo que la sociedad tradicional e hipócrita que describió Ibsen, sin duda un gran aporte.

*Debilidades de la programación. Hubo fallas en la selección de salas. Hedda Gabler y ¿Quién le teme a Virginia Woolf? necesitaban salas que pusieran al espectador mucho más encima del escenario. También hubo deficiencias en el calendario. Un espectáculo como Rojo, de Australia, no podía coincidir con el cierre del Festival, porque era un espectáculo muy sencillo, demasiado simple. También la selección de obras deja algunas dudas. Es difícil imaginar que Colombia, ¿Estás ahí?, de Argentina, Las chicas del 3.5" Floppies, de México, o She said, coproducción entre Estados Unidos/Eslovenia, sean expresión sintésis del teatro que se hace en sus países de origen. En un Festival no se trata simplemente de traer un buen espectáculo (en el caso de ¿Estás ahí? sin duda lo fue) y menos si se está trayendo una sola obra de un país. Se trata de mostrarnos el estado del arte teatral en la actualidad en el mundo.

*Y con todo, el Festival para mí cierra con un balance positivo: Il Corso, de Alemania 2, I'm my own wife, de Estados Unidos, Hedda Gabler, Mestres Antics y ¿Quién le teme a Virginia Woolf? son espectáculos que sin duda agradeceré por mucho tiempo, mientras que espectáculos como ¿Estás ahí?, Letters from Tentland, de Alemania/Irán, la de México y hasta la de Australia, si bien tengo mis diferencias con los mismos fue interesante verlos.

*Nota aparte merece el espectáculo musical de Taiwan, Los Sonidos del Océano, impresionante, maravilloso, pero como no me siento del todo cómodo catalogándolo de artes escénicas, lo dejé para el final.

Balance (lo no visto)

Terminado el Festival Internacional de Teatro de Caracas, llegó el momento de recapitular, de hacer el balance personal de lo visto y (si ello es posible) de lo que dejé de ver.
Empecemos dejando constancia de las ausencias. No vi a la Sanjuan porque sentí que era un espectáculo que estaba en el Festival para garantizar una gran taquilla; el presentarlo en el Aula Magna me lo confirmaba. Obtuvo buenos comentarios, otros no tanto, quizás dependía del lugar que te tocaba en la inmensa sala para ver un monólogo tipo Cabaret. No vi Israel ni Brasil porque eran danza, tampoco Reino Unido porque eran títeres. Los comentarios de los espectáculos de Israel y Reino Unido (de Brasil no he escuchado ninguno) fueron de alabanza, aunque varios apuntaron a algo que yo le habría dado importancia: la falta de una narración, de una historia, no contaban nada o lo que contaban era muy débil. No fui a Italia porque no me llamó la atención y quedó fuera de mi programación; no he oído nada sobre el espectáculo. No fui a Francia porque nunca voy a obras de Francia; no sé cuándo ni por qué me empezó mi francofobia teatral, pero mantengo la tradición con toda la fuerza de su sinsentido. Los comentarios sobre la obra son disímiles, otra vez escuché lo de la falta de una historia que sostuviera el montaje. No fui a Chile I, la historia del pianista Novescento no me gustó ni con Tim Roth interpretándola; parece que de nada me perdí. No fui a Chile II por un mal intento de utilizar el teatro como excusa para salir con alguien; me perdí un buen espectáculo, bien hecho. No vi España II, Celeste Flora, porque mi fecha coincidió con el día de protestas contra la violencia en Caracas; me salvé de un terrible espectáculo. No vi Apartamentos X, una de las más nombradas del Festival, la gente la alabó por la propuesta, cero historia, muy probablemente a mí se me habría agotado la propuesta en el momento en que toda propuesta se me agota: justo después de que me la proponen; siempre pido desarrollo y resultados, proponer es solo el primer paso de todo espectáculo. No vi venezolanas, salvo una que se me había quedado fría en su temporada; la parte venezolana del Festival es el resumen de la actividad teatral en el país, de la cual estoy pendiente y atento, por lo que no suelo tener mucho que ver en el Festival. Creo que no se me queda por fuera ninguna ausencia. Para no hacer esta entrada demasiado larga, más tarde escribiré el balance de lo visto.

Red

Llegó el final, el último día del Festival, y como me gusta hacer, fui al cierre callejero de la fiesta. En Los Próceres, la agrupación australiana Stalker nos presentó un espectáculo demasiado sencillo, demasiado simple que nos recordó que a veces el teatro de calle está hecho para romper con la rutina de la ciudad y no para asistir a él. Si uno hubiera estado por ahí, caminando, haciendo diligencias, y de pronto, por sorpresa se encuentra con las maromas de los australianos, habría hablado de ello durante un par de días o más. Pero cuando uno fija hora y fecha, sale una hora antes para conseguir puesto en Los Próceres, espera y espera el comienzo del espectáculo, bueno, uno quiere algo más, y con razón, que lo que Stalker tenía para ofrecer.
El espectáculo utiliza como elemento central un aparato de acrobacias no muy versátil: una escalera capaz de girar 90º sobre su eje, que le permitió a la compañía algunos movimientos interesantes, los mismos que harían una y otra vez. Lo mejor se logra cuando tres de los acróbatas se calzan unos zancos y desde el piso hacen una coreografía muy sencilla, pero que con el elemento de los zancos apuntando al cielo logran momentos de cierta belleza e interés. Y cuando utilizan el aparato para ponerse en pie, arrancan los mejores aplausos de la audiencia. Pero no mucho más. El espectáculo termina sin pena ni gloria, ojalá lo hubiera visto a las 5 de la tarde un día laborable caminando por la Francisco de Miranda justo antes de subirme al carrito que hora y media de tráfico más tarde me dejará a unas cuatro cuadras de mi casa al pie de la cuesta que logro subir sólo por la promesa que le hago a mis pies de que apenas entre me quitaré los zapatos.

15 de abril de 2006

Vida y muerte de Pier Paolo Pasolini

El asesinato de Pasolini, y su vida escandalosa, llena de acusaciones por abuso sexual a menores, de procesos contra sus películas por inmorales y decadentes, sirve de pretexto para que el dramaturgo francés Michel Azama y la gente del Argos Teatro, de Cuba, nos hablen del compromiso de un artista para con su idea de la creación, del arte, de la vida y del papel del pensador y del creador en la sociedad. Pero no sirve para develarnos en demasía al artista, al hombre, a Pasolini; siempre oculto tras sus grandes ideales, tras su responsabilidad como transgresor, tras su drama de incomprendido, uno termina no sintiendo nada por ese personaje, demasiado dramático desde el principio, demasiado consciente de sí mismo, demasiado elevado como para que tengamos algo de pena o empatía por él.
A eso ayuda la estructura de la obra, contada en escenas de vida, en momentos precisos e importantes para que entendamos el escándalo y el efecto que sobre su sociedad tuvo Pasolini, todos momentos tan exactos, tan de Wikipedia que el hombre, la persona, el ser humano va quedando fuera del escenario, si es que alguna vez se montó en él. También la actuación tiene su parte de culpa. La vida de Pasolini es tan dramática, tan terrible, que el actor nunca se da respiro en su sufrimiento, en su afectación, secundado por un elenco que quiere estar a la par y que termina caricaturizando a todo aquel que rodea a Pasolini.
En fin, un espectáculo teatral que no conmueve sobre la vida de un artista que sufrió tanto y que tuvo una muerte tan terrible y sin sentido que debió conmovernos desde el principio hasta el final.

14 de abril de 2006

Mestres Antics

Cero acción. Pura retórica. Pero qué retórica. Un texto hermoso, transgresor, que no deja piedra sobre piedra. Thomas Bernhard, escritor austríaco fallecido en 1989, es el autor de la novela Maestros Antiguos, adaptada para el teatro y dirigida por Xavier Alberti, en un montaje de la compañía española Teatre Romea, que a través del encuentro entre dos filósofos en el Kunsthistoisches Museum de Viena, frente a El hombre de la barba blanca, de Tintoretto, nos narra los puntos de vista y pareceres de uno de ellos sobre Austria, sobre el arte, sobre la filosofía, sobre el Estado, incluso sobre los baños austríacos, siempre desde el odio a su país, desde el desencanto, desde el pesimismo, desde la crítica más artera, pero con mucho humor y con una acidez que obliga a la risa para no corroernos en demasía el espíritu.
Un teatro más para oír que para ver, aunque los actores del Teatre Romea le dan una gran presencia y credibilidad al texto, un teatro para incomodar la inteligencia, para sacudirla, para despertarla, un teatro que uno no puede perderse.

13 de abril de 2006

¿Estás ahí?

Funciona, claro que funciona, siempre ha funcionado: la muerte que viene a buscarte y hagas lo que hagas, distraerla para que olvide su cometido, tratarla mal para que se devuelva por donde vino, no se irá hasta que te vayas con ella. Y si eres una mitad de la naranja, estás perdidamente enamorada y eres maravillosamente correspondida, eres joven, y no quieres irte porque acabas de empezar una vida junto a tu amor, no quieres irte porque no quieres correr el riesgo de que ese amor te olvide, la historia no sólo funciona, te conmueve hasta las lágrimas. Y eso fue lo que sucedió anoche en la Sala Rajatabla, cuando el grupo Díaz de Gloria escenificó la obra ¿Estás ahí? de Javier Daulte, para más señas también el director de la pieza. Si el éxito de un montaje se mide por la cantidad de lágrimas derramadas por la audiencia, pocas veces he presenciado montaje tan exitoso. Pero vamos, son las mismas lágrimas que derramamos en Ghost, amantes despidiéndose por la única razón que podía separarlos, la muerte de uno de ellos; al que no se le haga siquiera un pequeño nudo en la garganta que le abran el pecho a ver qué le corre por las venas.
Daulte disparó al piso, y aún así quiso asegurarse de que no fallaría agregando momentos de comedia fácil; hubo al menos dos que merecen comentario: la muerte, llamada Claudio, lanzándole rollos de papel toilet a Francisco y éste devolviéndoselos, no son muchas las oportunidades que uno tiene de ver a la muerte usando esas tácticas. El otro, cuando Ana, la muerta, se mete en el cuerpo de otra mujer para conversar con Francisco, y en medio de la conversación suena el celular de la mujer que por supuesto Ana no reconoce, pero el público tampoco y mandan a callar al sociópata que dejó sonar su celular en medio de la función y que ahora le da pena apagarlo.
Francisco y Ana están muy bien, encarnados por Héctor Díaz y Gloria Carrá, la verdad que son dos excelentes actores, que se mueven por la comedia, la comedia física y el drama con toda comodidad, dándole una credibilidad a sus personajes que es una parte importantísima del éxito del montaje.
Un acierto el que la muerte, Claudio, sea invisible, no sólo porque produce que al principio no se sepa qué historia nos van a contar sino porque permitió desplegar una serie de (llamémoslos) efectos especiales que en teatro siempre da gusto ver: puertas y gavetas que se abren y cierran solas y una pizarra que escribe el mensaje final, la despedida de Ana a Francisco que abre el grifo de lágrimas de la audiencia.
Una historia pensada y concebida para que sea un éxito de taquilla, que conmueve y entretiene sin mayores pretensiones, con dos actores excelentes y una dirección precisa, acertada. Pero al final, uno se pregunta si no deberíamos pedirle más, no a la obra, sino al Festival.

12 de abril de 2006

Las chicas del 3.5" Floopies

Obra de altibajos, de momentos muy bien logrados y de situaciones al machete, todavía hoy no sé cuáles pesaron más, por lo que sólo puedo decir que tengo sentimientos encontrados frente a este montaje.
Las actrices de Dramafest de México, Gabriela Murray y Aída López, cumplen bien su misión de mostrarnos a dos mujeres mexicanas perdedoras, que dependen de los hombres para tener dinero o coca, bien porque resultaron los padres de sus hijos, bien porque se las llevaron a un motel luego de beber en el bar de ficheras 3.5" Floopies. Pero no pasan de ahí, no terminan de conmovernos ni de convencernos, y creo que es por el texto.
El texto tiene momentos muy hermosos; cuando las mujeres intentan filosofar con lo poco intelectualmente que tienen a su disposición se logran los mejores momentos de la pieza. Y el final, con las mujeres haciendo exactamente lo mismo que al principio de la pieza para luego mostrarnos que son otras dos mujeres, las sustitutas sin saberlo de las primeras, con la misma vida y con la misma condena, está muy bien logrado. Pero no estoy seguro de que las mujeres no tenían otra opción mas que acudir a la cita con "los de Tijuana" que las llevaría a la muerte. Porque nos presentaron unas sobrevivientes, jodidas por la vida pero capaces de mantenerse y de mantener a sus hijos a pesar de que tienen muy poco y lo poco que tienen pueden derrocharlo en cualquier momento. Y de pronto, se vieron sin otra alternativa que ir a donde los tijuanenses, aún a sabiendas de que eran tipos peligrosos y de que no iban a sacar nada bueno de allí. No sé, no sentí ese callejón sin salida, no vi la luz apagándose al final del túnel y eso hizo que todo lo que las mujeres nos habían dicho se volviera gratuito.
Punto aparte merece el humor de la pieza. Es doloroso, chistes fáciles, basados en la repetición-exacerbación y en juegos de palabras y de preguntas-respuestas que beben de la escuela de Roberto Gómez Bolaños sin ser Roberto Gómez Bolaños. Por momentos sentí estar viendo una extraña mezcla entre El Chavo y Amores Perros.
Por último, las canciones que servían de aviso y de ambiente a las noches de juerga en el 3.5" Floopies. Excelentes. En particular una versión disco music de Comfortably Numb, el tema de Pink Floyd, que amanecí buscando con el Morpheus y que ahora sé hace un grupo llamado Scissor Sisters, vale la pena tenerla.

10 de abril de 2006

Neruda v.1.2 2006

15
ME GUSTAS en el Messenger cuando estás ausente
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todos Mis contactos están llenos de mi alma
emerges de Mis contactos, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas en el Messenger y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
deja que finalice mi sesión con el silencio tuyo.

Déjame chatear también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas en el Messenger cuando estás ausente.
Distante y dolorosa como si me tuvieras Sin Admisión.

Una palabra entonces, una :) bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Sound of the Ocean

Ayer fui a una obra que inicialmente no tenía planeado ver. A la hora de hacer mi programación para el Festival lo hago con base en tres criterios: Texto mata danza, cero franceses y huirle a la obra tiro al piso en taquilla. Pensé que la pieza del U-Theatre de Taiwan quedaba excluida por el primer criterio, pero conforme pasaban los días los comentarios de que no podía perdérmela me llegaron desde varios frentes y decidí no volver a ver el Hamlet del Teatro del Contrajuego (tengo todavía sentimientos encontrados al respecto, pero después de todo la vi en su temporada), e irme a la Concha Acústica para la última presentación de los taiwaneses.
Fue una excelente decisión porque presencié un excelente espectáculo.
Percusión pura, de principio a fin, los músicos del U-Theatre nos mostraron una amplia gama de instrumentos tradicionales de su cultura, y la variedad de sonidos y ritmos que se pueden lograr con ellos.
Por momentos, el movimiento de los percusionistas parecía el de boxeadores golpeando una pera en el gimnasio, pero sus golpes extraen de los tambores ritmos y melodías a veces tan delicados que uno no puede asimilar que provengan de tal exhibición y exigencia de fuerza física. Y cuando toca el turno de los gongs, y el sonido más que escucharse se siente en la piel, en el pecho, en las paredes del estómago haciéndote retumbar de adentro hacia fuera, lo único que queda es agradecer a los amigos que te dieron el pitazo y celebrar la decisión de haber cambiado la programación inicial para presenciar este maravilloso espectáculo.

9 de abril de 2006

¿Quién le teme a Virginia Woolf?

Pocas veces se tiene la oportunidad de presenciar un espectáculo de semejante magnitud. El director, Jürgen Gosch, desnudó el escenario disponiendo en él apenas lo necesario para hacer creíble la situación: cuatro sillas, una mesa (por momentos, con la mesa montada sobre dos de las sillas se haría las veces de una barra de bar) y mucho alcohol. Sin mayores efectos de luz (un par de idas a negro) ni de sonido (el uso de un cd portátil) la apuesta era por el texto de Edward Albee, un clásico contemporáneo, éxito en Broadway y en su adaptación al cine y que hoy, cuarenta años después, sigue siendo perturbador, inclemente y transgresor.
Pero tal apuesta se hace cuando estás seguro de que tienes actores que te permitan sostenerla. Y el elenco del Deutschs Theater Berlin deja sin aliento. Corinna Harfouch y Ulrich Matthes son un par de monstruos de las tablas, la credibilidad y fuerza con que se mueven entre el fingimiento, el absurdo, la desolación y el desencanto de Martha y George, es posible solo cuando se tiene un dominio total del arte de la actuación. Por si fuera poco, Katharina Schmalenberg y Alexander Khuon, son capaces de pararse de tú a tú frente a los otros dos portentos y mostrar todo el talento que poseen, dándole un interesante toque de despiste e incredulidad a los también atormentados Honey y Nick.
Sin duda, una de las cotas más altas de éste y de cualquier otro Festival.

8 de abril de 2006

La Noche Árabe

No hay mucho que decir. Un tipo de teatro que si no viniera con la etiqueta "internacional" jamás habría ido a ver. El festival debe servir para todo, para tener una idea horizontal del teatro que se hace en el mundo, y así ver expresiones de países tan disímiles como Estados Unidos e Irán, pero también para tener una idea vertical, presenciar y disfrutar obras de arte como I'm my own wife y obras como la que me tocó anoche, de Colombia, La Noche Árabe.
No empezó del todo mal. Una serie de pequeños equívocos y conflictos cotidianos que parecía iban a volverse más y más graves, más y más dramáticos y existenciales hasta que estallaran en algún tipo de verdad revelada. Pero no, de pronto el dramaturgo decidió que esos conflictos sirvieran para develar una maldición ancestral que convierte la pieza en un sketch de programa cómico semanal, donde lo único que me mantuvo en el asiento hasta que la obra terminara fue el observar cómo el dramaturgo haría para sacar a sus personajes del ridículo al que los llevó. Y como me lo esperaba, no pudo hacerlo.

7 de abril de 2006

Letters from Tentland

Distanciamiento. Al parecer esa es la clave de toda la obra de la directora Helena Waldmann (lo deduzco de su reseña biográfica en el folleto) y sin duda lo es de la pieza Cartas desde Tentland, tierra de las tiendas. Luego de mostrarnos unas fotografías de la profusión de tiendas de campaña que existe en Irán, se abre el telón y vemos cuatro tiendas ocupadas cada una por su respectiva mujer. Observadores occidentales, estamos condenados a ver el mundo de esas mujeres a través de la doble barrera de la lona de la tienda y de las diferencias culturales. ¿Cómo podemos entender algo? ¿Cómo podemos conmovernos?
Y yo, la verdad, ni entendí ni me conmoví. Cuando las carpas se agitaban al viento semejando claveles del desierto disfruté de la estética del momento, pero las más de las veces no tuve ninguna reacción frente a los movimientos de las tiendas de campaña; fue como estar viendo un comercial de carpas Coleman, mira qué resistentes son.
Pero lo peor venía cuando alguna de las carpas se acercaba al proscenio y dejaba que la mujer atrapada en ella dijera algunas palabras. Entonces dialogaba con la directora, las más de las veces reclamándole los movimientos que les hacía dar. Ahí sí de verdad me perdí para siempre. Porque el pensar que no entendía por mi sesgo occidental no me incomodaba demasiado, pero que esa incomprensión se debiera a las decisiones de la directora me perturbaba.
Al final de la obra, las mujeres de Tentland invitan a pasar a su ciudad a las mujeres, solo las mujeres, del público presente. Y entonces todo cuadró. No estábamos ahí para asomarnos furtivamente al mundo de estas mujeres iraníes prisioneras de su destino de mujer, sino para que una alemana probablemente aburrida de su propia sociedad nos dijera que ese mundo es la etapa superior del feminismo. Su madre.

Horror Viagra

Como si del efecto de una pastilla se tratara, el horror, el desacomodo, la sensación de estar viviendo en una burbuja o en una isla a punto de ser devorada por el mar, fueron bajando de sus cotas más altas del día miércoles hasta que el jueves por la noche sólo quedaba el recuerdo de un ratón. Me vestí y fui al teatro, no podía perder otra entrada, otros 50 mil bolívares, y eso le puso precio a mi indignación por lo ocurrido en el país en las últimas horas: 50 mil bolívares.
Al llegar al Teresa Carreño y al Ateneo de Caracas ya todo había pasado, otra vez estaba en el Festival, la isla estaba a salvo, me encontré buenos amigos y la única vez que los hermanos Faddoul, el señor Rivas y el fotógrafo Aguirre acudieron a la conversación fue en un eufemismo que me sirvió para explicar por qué no había visto Celeste Flora, la obra de España de la que conservo la entrada sobre mi escritorio como un símbolo sin sentido.

5 de abril de 2006

Atlántida

En el 2002 recuerdo que dejé de hablar de Boris Godunov y de Macbeth debido a la escalada de hechos que llevaron al 11 de abril. Pero el Festival había sido y lo disfruté al máximo. Después vinieron un par de años de incertidumbre, de no saber si el Festival se volvería a realizar, arropado por la extraña situación que vivía el país. Pero casi tomándonos desprevenidos el Festival 2004 llegó y disfrutamos de un gran Julio César, de un excelente Sueño de una Noche de Verano y nos entretuvimos largas horas discutiendo si Compré una Pala en Ikea para Cavar mi Tumba era una obra de arte o una estafa. Sin incertidumbres, el Festival 2006 se anunció y pronto tuve en mis manos entradas para quince días de fiesta, para un viaje sin salir de Caracas a una especie de isla donde sólo importaba la sala donde se realizaría la función del día.
Pero si esa isla tiene nombre no es otro que el de la Atlántida, a punto en cualquier momento de ser tragada por el océano. En una mezcla de tristeza y rabia ante la horrible noticia que nos conmocionó a todos los venezolanos, y luego de miedo ante el no saber el posible desenlace de las distintas manifestaciones de repudio al asesinato de los hermanos Faddoul, de Miguel Rivas y ahora también de Jorge Aguirre, hoy saqué mi entrada de la cartera y la puse en mi escritorio como un inútil pero en lo personal muy significativo acto de homenaje a las víctimas. Ahí la dejaré, como recordatorio de que sólo se puede vivir en la Atlántida si se sabe respirar bajo el agua.

I'm my own wife

Guao. Intento poner orden en mis ideas y aportar algo más y solo me viene a la cabeza la expresión ¡Guao!
Yo soy mi propia esposa, es un unipersonal basado en la historia verdadera de Charlotte Von Mahlsdorf, un travesti alemán, dueño de un museo de muebles y objetos antiguos, que tras haber sobrevivido al régimen nazi y al comunista, cae en desgracia tras el derribo del muro de Berlín porque salió a la luz su relación con la policía secreta de Alemanía del Este.
La historia de por sí es fascinante, por lo que el dramaturgo Doug Wright no se limita a contarla sino que lo hace desde su propia fascinación, y con ello asistimos al proceso de construcción del personaje Charlotte, de cómo su historia oficial va dando paso a la verdad oculta tras el increíble hecho de haber sobrevivido travesti a regímenes tan crueles y homofóbicos como los que le tocó vivir.
El montaje hace absoluto honor de todo el pedigrí con que vino precedido. Una gran dirección de Moisés Kaufman, una escenografía elegante y hermosa, la iluminación sobria, precisa y sumamente expresiva y un despliegue actoral impresionante de Jefferson Mays nos pone en presencia de un momento teatral memorable e inolvidable.

4 de abril de 2006

Il Corso

Ayer estuve en Los Próceres, en la obra del grupo alemán Pan Optikum, Il Corso. Con todos los elementos que caracterizan al teatro de calle, mucho fuego y fuegos artificiales, interactuación con el público y movimientos permanentes entre las personas, acrobacias y música, la obra cumple cabalmente con el cometido de este tipo de montajes: mantiene la atención y logra el asombro de los asistentes, excelente montaje de calle.
Pero por si fuera poco, y rompiendo con la costumbre del teatro callejero, la obra se ampara mucho en el texto: basado en el Libro de las Preguntas, de Pablo Neruda, un poeta ante su máquina de escribir es agobiado permanentemente por las preguntas que lo rodean cual aves de mal agüero, éstas encarnadas por el resto del elenco. Así, el montaje toma las características de una pesadilla, o por qué no, de un sueño de la razón y ya Goya nos enseñó el resultado. Pan Optikum da su versión y el montaje termina con una hipnótica secuencia donde entre la música y los fuegos artificiales, el poeta, rodeado por sus fantasmas, da vueltas de condenado hasta desfallecer. Hermoso final para una hermosísima idea.
Si bien el español de los actores a veces no ayuda a la comprensión de lo que dicen, se agradece enormemente el gesto de hacer el montaje en nuestro idioma, pues en la calle el recurso de los subtítulos es imposible. Pero lo que se pudo perder entre la mala pronunciación y la dispersión de sonido en un espectáculo así, queda completamente compensado con las sencillas y lúdicas preguntas que lanzaban a la audiencia. Nunca he sido muy amigo de Neruda, por lo que no sé si las preguntas son sacadas textualmente de su libro, son recreaciones de sus poemas o él sirvió de inspiración libre al nuevo texto. En todo caso, de las que recuerdo hubo dos que me gustaron sobremanera: ¿el arcoiris termina en el horizonte o en nuestros sueños? y la que sirvió de preámbulo al último delirio del poeta, ¿le puedo preguntar a mi libro si yo lo escribí?
Vale la pena redundar: excelente.

2 de abril de 2006

...Ella dijo

Las expectativas se dispararon y fue un error. Pero es que el espacio de la Sala Río Teatro Caribe se dispuso de tal manera que uno sintió estar entrando al futuro del teatro: cuatro laptops y sus operadores servían de separación entre las butacas y el escenario, el cual lucía como un tunel donde la actriz principal ya daba algunos pasos mientras la gente se acomodaba.
Se trataba del espectáculo ...She Said, de la compañía Waxfactory, una coproducción entre Estados Unidos y Eslovenia basada en la novela de Marguerite Duras, Destruir, dice. Y al comenzar la pieza, las expectativas siguieron aumentando, porque haber tomado la atmósfera de tedio y decadencia, la sensación de estar atascados en el tiempo y el espacio que llenan las novelas de Duras sobre la riviera francesa y los franceses intelectuales o snobs (debería quitar la o) que la pueblan, poniéndolas en un futuro indeterminado, en uno de esos no-lugares que cada día nos son más cotidianos, fue un total acierto, un aporte que valió el asistir.
Pero más nada. La obra, atrapada en la recreación de esa atmósfera decadente, del tedio y la espera que justifica un triángulo amoroso y un asesinato, no despega hacia el futuro que pareció asomarnos. Al final, la música y lo corto del espectáculo nos salvaron de hacernos olvidar que, como las novelas de Duras, lo importante era la atmósfera y la textura.

Hedda Gabler

Comenzó el Festival Internacional de Teatro de Caracas y yo comencé mi recorrido: una obra diaria por los próximos quince días. Ayer me tocó Hedda Gabler, la pieza de Ibsen, llevada a escena por el grupo alemán Schaubühne Am Lehniner Platz. No me gustó, diré por qué.
El juego de espejos y la escenografía giratoria pronto se agotan y al final de la obra uno siente que estuvo frente a una especie de carrusel que daba vueltas sin sentido.
La actualización que se hace del clásico es meramente estética: donde se escribían cartas ahora se llama por celular, la casa de la Madame es un burdel asiático, y el manuscrito ahora es una laptop; este último cambio en particular debilita a los personajes, porque la sensación que la señora Elvsted tiene al perderse el libro, como si de la muerte de un hijo se tratara, tiene fuerza y tiene sentido por el hecho de que fue ella quien escribió el libro; Lovborg lo dictó como quien arroja semen y ella pacientemente lo fue ordenando y transcribiendo hasta que pudo escribir la versión final, gestándolo en su vientre hasta darlo a luz. Frente al archivo de la laptop, y frente a la laptop misma, ese símil desaparece y la señora Elvsted pierde todo peso dentro del drama y dentro del desenlace, porque al sacar las notas del libro que conserva y que lleva consigo posiblemente como un recuerdo de su hijo, es como si se sacara un as bajo la manga.
Pero peor es el caso de la propia Hedda. Conformes con la actualización estética, el pasado bajo siete llaves, el mundo que la rodea y el destino que agobia a Hedda y que la lleva a jugar con la vida de otros para poder obtener la grandeza que su condición de mujer le niega, no aparecen por ningún lado. Hedda vaga sin rumbo por el montaje, dando vueltas al ritmo del escenario, simplemente aburrida, o peor, medio loca, no la Hedda que hace de su destino jugar con el destino de los demás, como una especie de Dios, buscando la grandeza en su mínimo mundo, el mundo que le es dado vivir por el hecho de ser mujer. Como no están claras las fuerzas que llevan a Hedda a actuar así, el dominio que tiene sobre su entorno se debilita, la situación con el sombrero de la tía Julia es una mera confusión, Tesman la somete a la fuerza y Brack, cuando se ve rechazado, intenta violarla; la grandeza está muy lejos de esa Hedda.
Así, el suicidio de Hedda no fue porque su vida había perdido toda posibilidad de grandeza al perder el dominio sobre las personas que la rodeaban, sino porque simplemente se estaba librando del chantaje de Brack. Y el que Tesman, Brack y la señora Elvsted pensaran que Hedda estaba jugando, no fue la demostración de que ni siquiera la muerte pudo salvarla de su papel de mujer-comparsa, sino un final jocoso.

1 de abril de 2006

Señales

Ayer asistí a un coloquio sobre la lucha contra la corrupción en Latinoamérica. No sólo asistí, fui uno de los organizadores. El coloquio quedó bastante bien, unos quince asistentes (en estas cosas, todo número por encima de diez es un alivio), un muy buen ponente central y un par de buenas intervenciones posteriores. Qué más queríamos, vámonos a almorzar para hablar de la experiencia y de los próximos eventos sobre el tema.
Pero cuando recibimos la cuenta, el mesonero nos la entrega haciendo notar un pequeño detalle: hay un plato menos, él no lo pasó para que le diéramos el monto a él. Al principio, no entendíamos el asunto, más por total incredulidad que por falta de discernimiento, por lo que el mesonero, con experimentada paciencia volvió a explicarnos la operación que estaba realizando, y esta vez añadió las razones de la misma: para llevarle la leche a los niños.
Los tres comensales nos vimos las caras, y tal vez por venir del sitio que veníamos, por habernos tomado tantas molestias para organizar el evento que acababa de terminar, nos entró una especie de desazón y de impotencia, después de todo es para la leche de los niños, le dimos al mesonero el dinero del plato faltante en la cuenta y pagamos el resto sí contabilizado.
Al salir del local nos hicimos la pregunta: ¿Cuándo hacemos el próximo coloquio? Nadie quiso responder.