Pocas veces se tiene la oportunidad de presenciar un espectáculo de semejante magnitud. El director, Jürgen Gosch, desnudó el escenario disponiendo en él apenas lo necesario para hacer creíble la situación: cuatro sillas, una mesa (por momentos, con la mesa montada sobre dos de las sillas se haría las veces de una barra de bar) y mucho alcohol. Sin mayores efectos de luz (un par de idas a negro) ni de sonido (el uso de un cd portátil) la apuesta era por el texto de Edward Albee, un clásico contemporáneo, éxito en Broadway y en su adaptación al cine y que hoy, cuarenta años después, sigue siendo perturbador, inclemente y transgresor.
Pero tal apuesta se hace cuando estás seguro de que tienes actores que te permitan sostenerla. Y el elenco del Deutschs Theater Berlin deja sin aliento. Corinna Harfouch y Ulrich Matthes son un par de monstruos de las tablas, la credibilidad y fuerza con que se mueven entre el fingimiento, el absurdo, la desolación y el desencanto de Martha y George, es posible solo cuando se tiene un dominio total del arte de la actuación. Por si fuera poco, Katharina Schmalenberg y Alexander Khuon, son capaces de pararse de tú a tú frente a los otros dos portentos y mostrar todo el talento que poseen, dándole un interesante toque de despiste e incredulidad a los también atormentados Honey y Nick.
Sin duda, una de las cotas más altas de éste y de cualquier otro Festival.
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Hace 4 años.
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