Buscar en la Pulga

31 de diciembre de 2007

Último día de 2007

Contando ésta, hice 145 entradas en 2007. Suena un número significativo, sobre todo si te tomaste la molestia de verlas todas o en su mayoría. Por eso aprovecho el último día de 2007 para darte las gracias por haber estado pendiente de este blog. Espero que me vuelvas a visitar en 2008 y que el año que viene sea un año de muchos éxitos y logros para ti. Felicidades.

24 de diciembre de 2007

Feliz Navidad


Una caricatura de Thaves para desearle a todos felices fiestas

18 de diciembre de 2007

15 de diciembre de 2007

Volver a nacer

En La Teoría de las Nubes también se narra un caso de volver a nacer, de comenzar de nuevo. Akira Kumo aprovechó el año 1959, cuando las autoridades japonesas decidieron regularizar los registros de personas tan inciertos desde la guerra, para labrarse una nueva historia: valiéndose de su aspecto casi infantil a pesar de los años, construye una vida de mentira para borrar de su pasado un estigma demasiado doloroso, el ser sobreviviente de Hiroshima. Así, Kumo, por decisión propia, pasa a tener una vida que comienza con su ficticio nacimiento en 1946. Pero la operación no se completa sin el olvido, y sólo en la vejez Kumo vuelve a enfrentarse a su verdadera historia cuando, modisto famoso, están en proceso de escribir su biografía.

13 de diciembre de 2007

Diálogo surrealista

Escuchado esta mañana en la oficina:
-¿Por qué tu nick dice de Dalí?
-Porque me encanta ese tipo.
-Verga, sí, las agendas de ese pana son arrechísimas.
-Pero cuestan como 90 mil bolos.

Regresando de la nada

En días pasados hablé de la posibilidad de comenzar una nueva vida desde cero como un lujo que cada vez es más difícil darse. Y una historia como ésa justamente ha ocupado las conversaciones de la gente en Inglaterra en estos días. Aquí puedes leer cómo John y Anne Darwin construyeron una nueva vida que salió a la luz cuando John regresó a Inglaterra y se declaró amnésico tratando, quién sabe, de recuperar la identidad a la que renunció.
En el mundo de las redes es casi imposible moverse sin dejar rastros, y quienes aparentemente lo había logrado, como John y Anne, de pronto quedan al descubierto por culpa de sus propios recuerdos y nostalgias.

11 de diciembre de 2007

Tres aspectos de "El Candidato soy yo"

El candidato soy yo, de Benjamín Rausseo, más conocido como Er Conde del Guácharo, tiene para mí tres cosas que destacar. La primera, que fue escrito por Benjamín y no por Er Conde, por lo que aquellos que se acerquen al libro buscando los burlescos entretelones de una campaña electoral no encontrarán sino breves destellos de humor. Porque Benjamín se toma muy en serio a sí mismo, tanto que el libro comienza intentando vendernos la idea de que el origen de las aspiraciones presidenciales de Rausseo estuvo en una experiencia de vida y muerte, que se trató de una predestinación.
Pero Rausseo se encarga de desdecirse, porque un par de capítulos más adelante, nos enteramos de la verdadera razón de su carrera por la presidencia de Venezuela: Unos amigos empresarios lo llamaron, le dijeron que él podía ser candidato porque con su perfil competiría con Hugo Chávez en el fervor popular y le ofrecieron "ponerle todo".
Y ése es el segundo aspecto interesante: El falso dilema que vive el candidato Rausseo entre mantener cierta independencia y rendirle pleitesía a quienes le ofrecieron "ponerle todo". El dilema es falso porque no existe esa independencia y Rausseo pasó buena parte de su campaña juzgando la lealtad de quienes lo rodean mientras les preguntaba por el verdadero significado de una campaña electoral con todo puesto, quejándose porque el dinero prometido no llegaba o la agenda que le cuadraron no funcionaba. La única independencia que al final pudo reivindicar Rausseo fue la de renunciar a su candidatura sin apoyar alguna de las dos opciones principales en las elecciones de 2006, a pesar de que, según narra, lo presionaron desde ambos bandos y desde su entorno para que así lo hiciera.
El tercer aspecto que vale la pena destacar: El papel que Rausseo le da a los medios. En algún momento el comediante aprende que alboroto mediático no es igual a popularidad. Sin embargo, no llega a aprender que cobertura mediática tampoco es apoyo. Rausseo dice que recibió mucho apoyo de periodistas, de camarógrafos y fotógrafos que lo acompañaban a todas partes, para luego, cuando ya todo estaba perdido, criticar esa cobertura mediática porque él divulgaba mejor sus ideas y agenda a través de su página web y porque los periodistas pretendían orientar al público creyendo que su influencia en los procesos electorales es mayor de lo que es en realidad. La postura de Rausseo da pistas para abordar el conflicto permanente entre los medios y la política. Mientras hay cobertura simple y llana los medios son aliados, cuando hay análisis y contextualización los medios abusan y mejor es utilizar mecanismos controlados de difusión, incluyendo el mecanismo de controlar al medio que analiza y contextualiza.
De resto, el libro es un testimonio superficial de alguien que quiere hacerse pasar por inocente. Para Rausseo, las razones del fracaso de su aventura política están en que la gente que le ofreció apoyo al final no se lo dio, que los reales que le ofrecieron nunca llegaron, que el partido que le montaron a su alrededor no le fue leal, que sin dinero y sin maquinaria no pudo hacer campaña con todas las de la ley, que su entorno lo traicionó pidiéndole que renunciara en nombre de otros, que no lo tomaron en serio porque la gente no supo separar al personaje del empresario, al comediante del candidato, y que le hicieron guerra sucia para confundir al electorado.
El electorado, siempre tan listo para confundirse y equivocarse cuando no favorece a la opción propia.

9 de diciembre de 2007

A las cinco casi en penumbras.

Son las cinco pm cuando escribo estas líneas y ya estoy a punto de encender las luces de la casa, gracias al cambio de horario que rige a partir de hoy en Venezuela. No sé si el metabolismo de la gente se verá muy beneficiado por esa media hora más de sol en la mañana, pero a juzgar por la tarde de hoy lo que sí aumentará mucho es el consumo eléctrico del país. ¿Está Venezuela preparada para ese aumento?

8 de diciembre de 2007

Facebook y la abolición de la nostalgia

La vejez comienza en el momento que deseas recuperar aquello que tuviste que dejar atrás para volverte adulto. Y yo me volví viejo en el mismo instante que abrí mi cuenta en Facebook y le abrí la puerta sin saberlo a esta nostalgia permanente, al anhelo por tiempos, lugares y personas que habitaban plácidamente en mis recuerdos y que de pronto se conjugan en gerundio al haber saltado al aquí y al ahora convirtiéndose en fantasmas; porque qué otra cosa es un fantasma sino un recuerdo que se niega a ser pasado.
Me pregunto cómo serán los fantasmas del futuro, porque la nostalgia, de tanto convertirse en norma parece abolida. Y aquellos que nacen y crecen con herramientas como Facebook a su lado, parecen condenados a no sentir la extraña alegría de rencontrarse con una cara, de recordar un nombre, de revivir toda una existencia que había sido asesinada por el olvido, de juntar mundos paralelos, vidas que simplemente no volvieron a interceptarse. Porque ya nadie puede desaparecer, ya nadie puede pasar desapercibido; en la Era de las Redes se es ciudadano, incluso se es persona, en la medida que se pertenezca a una red, a cientos de redes; en la Era de las Redes se es más o menos poderoso de acuerdo al tamaño de tu red. Perder el contacto, marcharse, desaparecer, es renunciar no a unas cuantas personas sino renunciar a tu red, a tu poder, a tu ciudadanía, a tu persona, incluso a tu identidad.
La nostalgia surge cuando intentamos recuperar identidades perdidas, superadas, y en los tiempos que corren no podemos darnos el lujo de renunciar a lo que fuimos, de desdecirnos, de reinventarnos, de comenzar a contar nuestra historia desde cero en un punto que consideremos de inflexión, no nos dejan darnos ese lujo, el lujo de Flitcraft, aquel personaje menor de El Halcón Maltés que desapareció "como desaparece un puño cuando se abre la mano" y comenzó otra vida, casi con las mismas características y a pocas cuadras de donde había transcurrido la anterior, pero infinitamente distinta.

7 de diciembre de 2007

Nosotros

Si nos hubiéramos conocido en otro momento, en otra situación, no la habría dejado ir. Pero no era nuestro momento, nuestra situación, no había nosotros todavía, quién en estos tiempos apuesta a esa palabra, y ese momento, esa situación, eran reflejo exacto de los días que transitamos. Ella, bajo la promesa de mejorar su valor de mercado partía el mes siguiente para Australia, inglés e ingeniería de audio, dos por uno con alojamiento en casa de una prima que había emigrado años atrás, una de esas oportunidades que aunque calvas parecen lanzarnos un cabello hecho del nailon de las cañas de pescar. Yo, eterno vagabundo, gracias a una beca que me cayó de la nada tan solo estaba esperando el inicio del semestre de primavera para abandonar un demasiado cómodo para ser interesante puesto en la cancillería y mudarme a la Universidad de Virginia y su Master in Spanish, si supieran lo poco que me interesaba, y me interesa, la carrera académica.
Satélites del mundo de amistades del otro, hablando de nuestros planes fue cuando realmente nos conocimos, primero interrogándonos mutuamente para buscar similitudes y diferencias, quién sabe si reafirmaciones, después compartiéndolo todo hasta volvernos inseparables. Pero el tiempo voraz acercaba las fechas de partida y comenzamos a echar de menos nuestra incipiente intimidad, primero con frases aisladas, luego con malhumores inexplicables. Un día, al comentarle el trámite de última hora que tenía que hacer, su respuesta fue que por el amor de dios no mencionara ni Australia ni la Universidad de Virginia. Entonces comprendí toda la dimensión de lo que me estaba sucediendo, a pesar del no-futuro o tal vez por esa razón su presencia se me había hecho indispensable a un punto que el viaje se convirtió en la estupidez más grande que se me hubiera ocurrido en la vida; mas no me atreví a cuestionar el de ella. Intenté protegerme guardando las distancias, pero no lograba manejar el vacío que me invadía, anticipo terrible de la inminente separación; a su vez, estar con ella se volvió una tortura, me sentía inhibido, frenado, como si fueran un regurgitar me tragaba mis sentimientos, cada vez en tragos más amargos y más grandes. Hasta que llegó el día que me atraganté, una semana antes del primero de los viajes.
La tomé por los brazos y cuando nuestros labios casi se rozaban le dije: Si nos hubiéramos conocido en otro momento, en otra situación, no te dejaría ir. No hubo más palabras, por fin nos tocamos, nos besamos, nos sentimos. Y lo hicimos con la avidez del primer encuentro y con la desesperación del que se cree puede ser el último. Lo fue. Quizás porque nos amábamos sentimos que una segunda vez nos habría puesto frente a ese nosotros tan temido. Era mejor dejarlo todo así, hermoso, un poco idealizado, pero inocuo, inofensivo, incapaz de dañarnos, de hacernos dudar en días de tanta decisión. Para lograrlo tuvimos, cada uno por su cuenta, que renunciar a vernos otra vez.
Ella viajó primero, yo ni siquiera tuve el valor de ir a despedirla. A los días, estuve dispuesto a desperdiciar la beca y seguirla, averigüé los requisitos para viajar a Australia, pero frente a la ausencia de embajada en Venezuela el proceso de visado se hacía más lento, engorroso y quisquilloso de lo que cualquier decisión intempestiva pudiera manejar. También descarté ir de vacaciones, era un recorrido demasiado largo para quedar exactamente en el mismo punto.
En el semestre de primavera inicié mi Master in Spanish que por inercia se alargó a doctorado. Me entregué al estudio con dedicación evasiva, apenas logrando convertir su recuerdo en péndulo. Cuando ella salía de mi memoria lograba relacionarme con otras personas, incluso llegué a tener un par de amores que no supieron entender ni resistir el período de pensarla, de extrañarla, de añorarla, de caminar por el mundo como quien no pertenece a él; sin duda en esos días estaba en otro lugar, viajando por su cuerpo. Pero rindiéndole a ese destino un perverso culto no hacía nada por volver a saber de ella, por tener algún contacto, una llamada, una carta, mucho menos hice el intento de buscarla, de volver a tenerla. Tuvo que ser ella la que se atrevió.
Como un fantasma su nombre apareció en la carpeta de entrada del Outlook Express. Por fin, me decía, había logrado reunir suficiente dinero para ir de vacaciones a Venezuela, las fechas del viaje estaban escritas con la esperanza de encontrarnos de nuevo. Pero yo no podía viajar, mi tesis estaba en un momento que si la abandonaba corría el riesgo de retrasarse un tiempo que el Spanish Department no aceptaría, y por si fuera poco iba a dar clases en el verano porque mi situación económica era cualquier cosa menos holgada. De todos modos insistió en vernos, estaba obligada a pasar por el consulado australiano en Chile, sin embargo podía arreglar para que la otra parte del viaje fuera por Estados Unidos.
Y aquí estoy, esperándola en el aeropuerto de Nueva York, escala de su largo viaje Caracas-Sydney. Tenemos una noche, su conexión a Los Angeles sale mañana temprano, escogida no para hacer más largo el encuentro sino para acortar la espera en el que ella supone demasiado inhóspito aeropuerto de LA; al menos fue lo que dijo, tratando de ocultarme lo que yo sé porque lo descubrí en mí. Tengo dos habitaciones reservadas, cuidándome de que esta noche tampoco haya lugar para nosotros. El vuelo de Caracas ya aterrizó, en cualquier momento saldrá de inmigración con su permiso temporal para amarme, si todo sale bien.

***

Esta vez le dije: Si estuviéramos en otro momento, en otra situación, no te dejaría ir. En un perfecto deja vu repetimos aquel primer y último encuentro, con la misma avidez, con el mismo desespero, como si apenas hubiéramos abierto un paréntesis y ahora lo estuviéramos cerrando, o tal vez estos encuentros sean los paréntesis que hará falta poner cuando cada uno narre su vida. Pero este amor se me antoja una historia distinta, no una simple digresión, como si viviéramos tantas vidas como personas amamos el tiempo no pasó para nosotros, no hubo vivencias que nos cambiaron, no hubo lenguajes que tuviéramos que traducir, que interpretar, que nos dejaran callados mientras buscamos las palabras más adecuadas, los mismos sentimientos nos depositaron en los brazos del otro, las mismas cobardías nos separan.
Sin embargo, algo sí cambió. A fin de cuentas estamos más viejos, conocemos mejor el mundo y sabemos más de nuestras propias carencias y necesidades. Ya no le tenemos tanto miedo a la palabra nosotros. Esta vez me atrevo a insinuar que la seguiré, ella juega con la posibilidad de quedarse ilegalmente en los Estados Unidos. Nos reímos de una manera que antes no sabíamos. Y cuando hablamos seriamente aparece el futuro próximo, ella ingeniera de sonido, yo doctor en literatura hispanoamericana, ambos buscando un sitio donde poder decir que se tiene el hogar.
Al escuchar la orden de abordar nos miramos desnudando lo que en la habitación pudo haber quedado vestido, y no encontramos tristeza. Nos despedimos en un doble beso, un beso por la primera vez y otro por ésta, un beso tan largo que se funde con el de la promesa de mantenernos permanentemente en contacto hasta que nos alcance ese futuro donde quepa la palabra nosotros. Ese día le diré: Si nos hubiéramos conocido en otro momento, en otra situación, tampoco te habría dejado ir.

5 de diciembre de 2007

La escatología hecha política

Entre una herida infectada que me mandó de reposo desde el lunes y el cansancio después de un fin de semana de trabajo continuo por el referéndum, no había sentido mayores ganas de pasar por aquí a escribir mis impresiones sobre la victoria del No en la consulta sobre la reforma constitucional. Pero dos días en Venezuela pueden ser mucho tiempo y las horas transcurridas desde que el CNE por fin se dignara a anunciar los resultados que todo el país conocía desde alrededor de las 8 de la noche del domingo, hasta este momento en el que escribo, nos han servido para ver cómo el presidente Chávez pasó de bañarse de demócrata al aceptar los resultados del referéndum sin mayores pataleos más allá de la tardanza en el anuncio del resultado, a hundir el lenguaje político de nuestro país en un nuevo albañal. El presidente acaba de catalogar de mierda el triunfo del No en el referéndum, en una demostración de intolerancia e incapacidad para reconocer al adversario político que hace muy difícil que alguien pueda volver a calificarlo de demócrata.
Bien lo sabía George Orwell, las sociedades se destruyen primero por el lenguaje y, con el suyo, el presidente sigue empeñado en hacer inviable la sociedad venezolana.

2 de diciembre de 2007

¡NOOOOOOOO!

Esperando...