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31 de enero de 2009

El estadio del Citibank

El megabanco estadounidense Citibank se está convirtiendo en el blanco favorito de los políticos de Estados Unidos para mostrar la obscenidad y el descaro que movilizaba las decisiones de los ejecutivos financieros de las compañías americanas en los tiempos previos a la crisis. Dos congresistas pidieron que se le prohíba al Citibank seguir exhibiendo su nombre en el nuevo estadio de los Mets de Nueva York, bautizado Citi Field luego de que el banco pagara 400 millones de dólares por un acuerdo que duraría 20 años. El representante de Ohio, Dennis Kucinich declaró que "mientras en el Citibank 50 mil personas perderán sus empleos, a la directiva del banco le pareció buena idea gastar 400 millones en el nombre de un estadio". Por su parte, el vocero del Citigroup, Steve Silverman, respondió que el estadio es una forma muy positiva de apoyar a la comunidad y de relacionarse con actuales y futuros clientes. De pronto, si el banco sigue su camino hacia el desastre económico total, la relación con la comunidad que el estadio les está brindando, permitirá a los altos ejecutivos del Citibank iniciarse en el productivo negocio de la venta de perros calientes, que nadie conoce a algún perrocalentero que haya quebrado.

30 de enero de 2009

El avión del Citibank

En estos días se está hablando mucho de la paradoja del ahorro, según la cual en tiempos de crisis el comportamiento individual racional de gastar menos para mantener las finanzas personales y familiares en la mejor condición posible de cara a la incertidumbre de los tiempos, es colectivamente dañino porque mientras más personas decidan cortar gastos menor será el flujo de recursos que entren en negocios que de por sí ya están en problemas, obligándolos a tomar medidas como despedir empleados o cerrar sucursales, empeorando con esto la situación de crisis. Lo interesante es que mientras las personas están haciendo recortes en sus gastos, son otros los que se comportan al parecer tratando de vencer la paradoja del ahorro. El Citibank, que ya ha recibido unos 45 billones de dólares en fondos públicos para superar sus problemas y que a pesar de la inyección sigue presentando unos resultados de recoge tus peroles y cierra esta vaina, tenía planes de comprar un jet de 50 millones de dólares para el uso de sus altos ejecutivos. La cosa suena a chiste y la parte más tristemente graciosa del asunto es que los genios directivos del banco suspendieron la compra del jet solo cuando funcionarios de la administración Obama prácticamente les exigieron que lo hicieran. No me extrañaría que alguno de esos genios de finanzas que trabajan en el Citibank haya intentando defender su plan de compra argumentando que si ellos no gastan esos 50 millones entonces la empresa que fabrica los jets tendrá que despedir empleados y eso agravará la crisis, "nuestro avión es parte de la solución, nuestros ahorristas son el problema".

Misterios de las Ideologías

En una parte de las 10 razones para votar Sí por Chávez que no entró en mi versión abreviada de la oración a San Hugo, se deja en claro que el objetivo de la Revolución, tal como lo ha dicho en incontables ocasiones el presidente Chávez, es construir un camino alternativo al capitalismo, ya que este sistema sería el camino al infierno. El párrafo en cuestión dice lo siguiente: "...sin Chávez se perderá la oportunidad de demostrar al continente, a la humanidad, que el camino al infierno que nos propone el capitalismo se puede evitar...".
Pero lo interesante es que las píldoras ideológicas que utilizan en el documento son extraídas del camino al infierno que quieren evitar. El gobierno de la mayor suma de felicidad posible para sus ciudadanos es una cita del utilitarismo escocés, aunque en descargo de los teólogos del culto huguista, Simón Bolívar la utilizaba como si fuera de su propia inspiración.
Más impresionante aún que hayan utilizado la expresión "a cada quién según sus capacidades", hija de los economistas neoclásicos y no les haya hecho cosquillas la coletilla de "a cada cual según sus necesidades" con que Marx intentó corregir la inequidad que leía en aquella doctrina.
Si el camino al infierno está lleno de buenas intenciones, por lo que se ve el camino para alejarse de él está plagado de tentadoras contradicciones.

Oración a San Hugo

En diversos lugares, entre ellos el blog de Félix José Tapia, he podido leer el panfleto que están repartiendo en las calles de Caracas con las diez razones para votar a favor de una enmienda constitucional que instauraría la reelección indefinida para el Presidente y otros cargos de elección popular. Parece más una estampita de santoral que un documento de campaña electoral. Es una auténtica oración al santo patrono de nuestra revolución, Hugo Chávez. Como con el Credo de los católicos, aquí hago una versión corta para cuando queramos rezar rapidito:

Hugo Chávez nos ama,
Hugo Chávez es incapaz de hacernos mal,
Lo que propone Hugo Chávez sentimos y sabemos que lo hace por el bien de nosotros, del país y la Revolución,
Hugo Chávez y nosotros somos uno en el empeño de construir un país que proporcione a sus ciudadanos la mayor suma de felicidad posible,
El pueblo con Chávez adquiere el verdadero poder que es fundirse con el gobernante, ser uno solo con él,
Chávez somos todos y nos expresamos en él y con él,
Con Chávez estamos haciendo un gobierno que es pueblo y un pueblo que es gobierno. Y juntos emprendemos la hermosa aventura de construir un mundo donde el hombre pueda realizarse sin más limitaciones que sus propias capacidades.

Amén

29 de enero de 2009

Sin Comentarios

28 de enero de 2009

De John a John

Con motivo de la muerte anoche de John Updike, otro John, Irving, escribió un sentido artículo para la revista Slate, donde, entre otras cosas, apunta una de las enseñanzas que obtuvo como lector de Updike: "Él fue uno de esos escritores de los que aprendí que tú eres escritor no por tu 'tema', sino porque puedes escribir bien".

26 de enero de 2009

Reingeniería

Hablar mal del jefe es un deber irrenunciable de todo empleado, y por cumplir con mi deber me metí en problemas con mi mejor amiga; nunca debí aceptar su propuesta de trabajar para ella. Intenté convencerla de que yo no estaba hablando mal de ella, mi amiga, sino de ella, mi jefa, y que no debía por nada del mundo confundir una cosa con la otra; tarea harto difícil porque los epítetos lanzados contra mi jefa apuntaban directamente a su vida privada, vida la cual, por desgracia, compartía con mi amiga. Mis palabras exactas fueron: "Su problema es que es una malcogida", palabras dichas en medio de un apasionado intercambio de opiniones entre pares a raíz de una decisión que ella tomó. Y alguno de los pares fue corriendo con el chisme. A todas luces se trataba de un comentario sin base, producto del calor de la discusión, que habría ido directo al olvido si no hubiera sido porque todos sabían que yo era un empleado que podía estar manejando información privilegiada, aunque para la construcción de mi nada sutil comentario no utilicé ninguno de los aspectos o detalles que apoyada en el hombro de su amigo y no de su empleado me reveló sobre las dificultades que estaba teniendo en su relación marital; para ser sinceros, no utilicé ningún tipo de operación racional conocida para decir lo que dije. Pero el daño estaba hecho. Mi única defensa, no frente a la jefa que esa no me importaba, sino frente a mi amiga, era insistir hasta la esquizofrenia en la existencia de una clara separación entre ambos roles.
"La personalidad no existe-le decía-, existen los roles que desempeñamos; en mi rol de empleado hice un comentario ofensivo pero falaz contra mi jefa y si la jefa considera que debe castigar a su empleado lo entiendo perfectamente, que se ejerza la autoridad. Lo que no puedo aceptar bajo ningún concepto es que intentes dañar nuestra amistad extrapolando comportamientos de un rol a otro". Mientras más desarrollaba la idea más me convencía el argumento, y al cabo de unos minutos me lo había creído por completo. Estaba realmente ofendido, disgustado, indignado, me sentía traicionado por aquella que se hacía llamar mi amiga pero que insistía en hablarme como jefa, qué se habrá creído. Entonces sentí que algo se había quebrado, que al haber juzgado al amigo desde su posición de jefa había convertido, así de inmediato y de definitivo, nuestra amistad en un imposible. Tomé la única decisión digna que me quedaba.
"Para salvar nuestra amistad-dije-, renuncio de manera irrevocable". Quería que aquella fuera mi última palabra y por eso me di media vuelta y caminé los cinco pasos que separaban su oficina de mi escritorio, me senté, escribí una carta formalizando la renuncia, recogí mis cosas y me fui.
Nunca volví a saber de mi amiga, de la jefa todo el tiempo tengo noticias. Mi renuncia marcó un antes y un después en la oficina y todavía mis ex compañeros me lo agradecen. Realmente no recuerdo por qué discutíamos aquella vez de la malcogida, lo cierto es que a raíz de la escena que llevó a mi renuncia ella se volvió más comunicativa, más participativa, la mayoría de las decisiones ahora se toman por consenso, los objetivos son conocidos y compartidos por todos y todos trabajan por alcanzarlos y hasta se habla de los valores comunes que los unen-tengo que hacer un paréntesis para ir a vomitar ( )-, hasta el punto que han olvidado por completo honrar el irrenunciable deber de todo empleado de hablar mal de su jefe.

24 de enero de 2009

Literatura universal

Con la publicación del nuevo libro de Toni Morrison, me pude enterar de una cosa realmente absurda: más de quince años después de ganar el Nobel y tras haber escrito dos o tres de los libros más importantes de la literatura estadounidense, todavía son muchos los que prefieren etiquetarla étnicamente:

23 de enero de 2009

Eufemismos asesinos

Que las palabras crean y destruyen es una verdad muchas veces comprobada, pero siempre sorprende presenciar el poder de las palabras, sobre todo cuando son utilizadas para asesinar hasta el espíritu más robusto. Conocí a este escritor cubano aquí en Chicago y desde que lo conocí no ha parado de hablar, en voz alta, casi a gritos, riendo y echando broma, también quejándose y protestando, más por exhuberancia que por exhibicionismo, y también por una toma de posición, porque las palabras siempre son en español, como dejando en claro lo que difícilmente se ponga en duda: que es latino, pero para los que entienden español también queda claro que no sólo habla español sino que domina y conoce su idioma. Pero esta mañana no había sino susurros y a veces ni eso. Apenas un murmullo acudía a su boca. "Intelectual foráneo" repetía. Cuando le pregunté a qué se refería me contó que en un evento editorial a realizarse en Cuba van a presentar un libro suyo y en los programas lo identifican como un intelectual foráneo. Él, orgulloso de ser escritor cubano en cualquier lugar del mundo, en Cuba es un intelectual foráneo. Eufemismo de apátrida explicaría, si tuviera que hacerlo, el eficiente funcionario que escribió los programas.

21 de enero de 2009

Conoce tu mercado

En el número enero-febrero de Poets & Writers, Jeff Kleinman, agente literario, dice lo siguiente:
"Una amiga que edita libros de dieta vino a visitarme. Fuimos a almorzar a IHOP. Ella ordenó una omelet. ¿Alguna vez has pedido una omelet en IHOP? Te sirven la omelet, panquecas, tostadas y otro poco de cosas. Cuando se lo trajeron, ella se puso toda alterada. Parecía decir 'Oh por Dios, yo no puedo creer que hayan traído toda esta comida. ¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo esta gente hace algo así?'. Ella vende libros de dieta. Ese es su mercado. Eso es lo que ella hace para vivir. Y yo pensaba: 'Tú vendes libros de dieta y tú ni siquiera sabes cómo come América'. Honestamente, creo que es así también con los libros de ficción".

20 de enero de 2009

Museumhouse Rock

El otro día fui al Field Museum en Chicago; el típico museo de historia natural, con muchos huesos de dinosaurios y muchos animales disecados, entre ellos las dos leonas cuya historia de devoradoras de hombre fue recreada en el film The ghost and the darkness.



En una de las salas antropológicas, seguí atento las distintas explicaciones y, por ejemplo, entendí perfectamente el porqué de fertilizar las tierras de cultivo.



Lo que no entendí fue qué hacía Elvis Presley manejando el camión:

19 de enero de 2009

¿Quién quiere ser un Slumdog millonario?

El comienzo de Slumdog Millionaire es vertiginoso: una hilarante persecusión policial a una pandilla de niños jugadores de cricket por los recovecos de un depauperado barrio de La India. Esa secuencia es suficiente para atraparnos en una historia cuya simpleza la vuelve más contundente: un joven concursante de la versión india de ¿Quién quiere ser millonario? tiene que demostrar que no ha hecho trampa al responder las preguntas. Con esa excusa, guionista y director nos pasean por el terrible océano de desigualdades que es la vida en La India, desigualdades aumentadas con el boom económico hindú de los recientes años y con la influencia de franquicias como el programa del millonario concurso de las preguntas de selección simple. Las respuestas del personaje principal, Jamal, durante su participación en el concurso, sirven de metáfora sobre el conocimiento de uno mismo como base para el éxito en la vida, desnudando al programa como una versión pop del Oráculo de Delfos. Incluso el final me hace pensar en la respuesta de Sócrates al vaticinio oracular: el famoso Yo sólo sé que no sé nada.
Danny Boyle dice que necesitó leer quince páginas del guión de Simon Beaufoy para decidirse a realizar esta película que se ganó cuatro Globos de Oro, entre ellos el de mejor película y mejor director. Su dirección nos pasea con maestría por los sentimientos más disímiles, por las situaciones más duras y por una historia que con otra conducción bien pudiera haberse convertido en una película demasiado explícita o, peor aún, cursi. Slumdog Millionaire es un espectáculo que nadie debe perderse.

16 de enero de 2009

Bye bye, Grissom

Ayer fue el capítulo de C.S.I. donde Gil Grissom se despide del Laboratorio de Criminalística de la Policía de Las Vegas. Sin rencores, sin peleas, sin muertes en medio de retorcidas conspiraciones, rodeado del cariño, respeto y admiración de su equipo, Grissom simplemente se fue porque quería otros destinos, que resultó en realidad el único destino que durante buena parte de la serie sus seguidores -o al menos yo- querían que buscara (como dirían los gringos: ¡Spoiler alert! Si no has visto el capítulo y quieres verlo no sigas leyendo que te arruinaré el final): el amor. Sí, el inescrutable Grissom, el muchas veces reprimido Grissom, el exageradamente respetuoso de la separación entre la vida privada y profesional Grissom, se dejó de falsas racionalizaciones y se marchó en busca de Sarah. El capítulo de ayer terminó con algo que creo nunca se había visto en C.S.I. salvo cuando nos pintaban los prolegómenos del delito que Grissom y compañía investigarían: un beso. Y no cualquier beso, un beso de amor, y no cualquier beso de amor, un beso de amor postergado y esperado por el equivalente en años de unas cuantas temporadas al aire de la serie. ¡Grissom y Sarah al fin juntos! Un gran final para un personaje tan inesperada e incomprensiblemente entrañable y querido como resultó Gil Grissom. Diría que lo extrañaré, si no fuera porque la televisión ya se encarga y seguirá encargándose de repetir hasta la náusea todos y cada uno de los capítulos de C.S.I.

15 de enero de 2009

Némesis de Ghost Rider

No sé quién es el némesis de Ghost Rider, pero sin duda usa esta moto:

12 de enero de 2009

Infancias congeladas



11 de enero de 2009

De 8 a 11:45, de 12:30 a 5, más días de concierto

Después de todo, también es un trabajo, hay que asistir aunque se prefiera pasarse el día tirado en la cama, aunque se tenga un dolorcito de cabeza que no se quita, aunque los tragos de la noche anterior fueran demasiados, aunque el carro tenga una falla que pudiera significar un descalabro presupuestario. Y hay que llevar el estado de ánimo que se tenga al concierto, y con ese estado de ánimo hay que tocar, tocar para una audiencia entusiasta, expectante, que lleva meses hablando del concierto, que compró las entradas con semanas de antelación y que se arregló especialmente para la ocasión.
Por eso, lo primero que nota uno como público es que el primer viola luce cansado, fastidiado, obstinado, y sin embargo toca y suena maravilloso, la orquesta es fenomenal, pero uno no se conforma, uno espera de él no el simple profesionalismo de estar ahí haciendo su trabajo a pesar de que esté preocupado por la crisis financiera y el costo de su hipoteca, por las nuevas juntas de su hija adolescente, por un violista recién llegado que se ve demasiado ambicioso; de él uno espera emoción, entrega, fuerza, furia, que dé todo de sí la noche en que uno asistió al concierto, porque uno va para eso, para recibir emoción, pasión, inspiración, y así poder sobrellevar el que al día siguiente y todos los días de la vida haya que ir al trabajo aunque se prefiera pasarse el día tirado en la cama, aunque se tenga un dolorcito de cabeza que no se quita, aunque los tragos de la noche anterior fueran demasiados, aunque el carro tenga una falla que pudiera significar un descalabro presupuestario.

9 de enero de 2009

Niño del Sistema

La mujer se acerca al maestro Dudamel y le agradece por el concierto, por la emoción que sintió, por la inspiración, por el ejemplo. De pronto, ya no habla del concierto, habla del programa que vio por televisión, sin duda el de 60 minutes sobre El Sistema. La señora dice que espera poder ver a la orquesta en abril -la Simón Bolívar estára en Chicago y otras ciudades estadounidenses y europeas por esas fechas-, pero ya no hay entradas y sólo pudo anotarse en una lista de espera. Luego vuelve a darle las gracias al maestro, le dice que es un ejemplo lo que él ha hecho con esos niños. Dudamel la interrumpe con una sencillez llena de satisfacción que le permite rechazar indulgencias de escapulario ajeno: "Yo soy uno de esos niños".

Dudamel came back

Incluso aunque compartirá cartel con Yo-Yo Ma, la Orquesta Sinfónica de Chicago promocionó la serie de conciertos que Gustavo Dudamel está dando desde ayer en la ciudad, con el simple eslogan "Dudamel comes back". Los anuncios en el periódico salían publicados desde principios de diciembre con el sobreaviso de "Sold out" y ayer en la sala se escuchaban historias de personas venidas desde las vecinas Indiana y Michigan para ver al venezolano y de un hombre que interrumpió por este fin de semana su anual temporada de sky en Colorado para poder asistir a los tres conciertos de Dudamel.
Y el maestro no los defraudó. Yo no tengo ni suficiente oído ni estudios ni horas de butaca como para detectar las diferencias entre los grandes directores, pero detalles como el de ayer en el Adagio para Cuerdas de Barber de inmediato nos pone en cuenta de que se está frente a alguien especial. Al finalizar la pieza, Dudamel mantuvo la tensión, construyendo un instante que mostró cómo el Adagio de Barber no se termina cuando uno deja de oírlo sino que nos lleva tan alto que se funde con el silencio, silencio de dioses. Aunque hubo una pequeña incomprensión de parte de algunos músicos que bajaron los arcos, incapaces de manejar su propio silencio, la mayoría de ellos acompañaron a Dudamel, así como el público en pleno, que apenas el director descansó su mano estalló primero en bravos que estaban a punto de atragantarlos y luego en larguísimos aplausos.
Después llegó el turno del Concierto número 21 para piano de Mozart. El primer movimiento de ese concierto es uno de esos momentos donde las etiquetas de la música clásica se me hacen incómodas, porque la verdad siempre que lo escucho me provoca aplaudir de pie aunque la pieza esté lejos de terminar. Ayer no fue la excepción. El solista, Stephen Hough , toca como si estuviera sentado en una silla de extensión disfrutando del espectáculo y a eso te lleva, a que te sientes echado completamente para atrás y simplemente disfrutes de la música.
Por último, la Sinfonía número 2 de Brahms, donde Dudamel desplegó toda esa energía, esas cadencias, ese roce con el baile y esa predilección por los grandes momentos que parecen destinarlo a ser por mucho tiempo uno de los directores más populares del planeta. La ovación de pie de toda la sala no dejó dudas del éxito de Dudamel, éxito confirmado cuando al entrar en el restaurant que es punto obligado al salir de un concierto de la Sinfónica de Chicago, el local volvió a brindarle un cálido aplauso al maestro.

8 de enero de 2009

Nusselbeh también opina

El filósofo palestino Sari Nusselbeh también dio su opinión sobre el actual conflicto plaestino-israelí, coincidiendo con lo expuesto ayer por Amos Oz sobre la necesidad de crear el Estado Palestino, pero apuntó que uno de los obstáculos para ello es el cambio de actitud que ha podido percibir entre los palestinos con respecto a ese Estado. Hoy por hoy, según Nusselbeh, un estado autónomo no despierta demasiado entusiasmo entre los palestinos, y por ello están menos dispuestos a construir las instituciones necesarias que lleven a la creación de ese Estado y, una vez creado, a su consolidación.

7 de enero de 2009

Amos Oz opina

En la National Public Radio escuché una entrevista al novelista israelí Amos Oz, quien opinaba que el conflicto palestino-israelí sólo podrá ser resuelto a través de una solución de dos Estados. Si no queda claro a lo que se refiere Oz, el símil que utilizó para explicar su posición fue el siguiente: A un paciente pueden no gustarle las opciones para mantenerlo con vida, por ejemplo un procedimiento muy doloroso o una amputación. Para muchos israelitas la amputación de una parte de Israel será dolorosa, igual para muchos palestinos, pero hay que trabajar en esa dirección.

4 de enero de 2009

Una canción de cuna para la administración Bush


Lo que muchos hemos querido durante muchísimo tiempo: mandar a dormir a Bush, ahora es posible gracias a Goodnight Bush, un libro con formato de cuento infantil que es una auténtica canción de cuna escrita por Erich Origen y Gan Golan que podría terminar convertida en el tema no oficial del final de los ocho tristes años de presidencia de George W. Bush. El libro tiene página web, donde puedes cantar la canción, convertirte en fan vía facebook e incluso agregarle alguna estrofa a la despedida para Bush, que ya dice cosas como "Buenas noches imperio de la ley/Buenas noches Mardi Gras/".

Chaveznomics

Imperdible el análisis que en su más reciente entrada hace Ricardo Sucre sobre la economía del régimen de Hugo Chávez. Léelo pulsando aquí.

3 de enero de 2009

Múdate, Sam

En Revolutionary Road, Sam Mendes vuelve sobre su obsesión favorita: el suburbio. El evangelio según Mendes dice algo así: Dios creó al hombre, le dijo que construyera ciudades para ser feliz y le advirtió que nunca tenía que ir al suburbio, pero el hombre desoyó la advertencia de Dios y se mudó al suburbio y ese pecado todavía lo seguimos pagando por los siglos de los siglos, amén.
Por eso, la que se asoma como la narración de un mundo cerrado, el formado por la pareja de esposos interpretados por Kate Winslet y Leonardo DiCaprio, deviene en una especie de Desperate Housewives de personajes menores, que sólo aparecen para poner palabras en sus bocas que sería demasiado descabellado hacer decir a los personajes principales en el contexto de la vida cotidiana de una pareja. Aunque de vida cotidiana no hay mucho -de hecho, cuando aparecen los hijos de la pareja, toda la escena tuvo un aire a Los Otros que por momentos me confundió sobre lo que estaba viendo-, porque tan interesado como está Mendes en decirnos que el suburbio le roba la vida a la gente, no nos da ni tiempo de tener un poco de simpatía por sus personajes; desde la primera escena son tan miserables que incluso cuando vuelven a hacer planes lo único que uno espera es el momento en que se derrumbarán.
Eso sí, Mendes es un gran marido, y construye un papel para que por fin le den el Óscar a su esposa Kate. Winslet pasa por todas las emociones y registros necesarios para asombrar a la Academia, en especial una escena donde sin decir una palabra tiene que demostrar toda la rabia y el sufrimiento de haber sido dejada en evidencia. Gran actuación la de Winslet, así como la de DiCaprio, pero no suficientes para no pensar que Mendes tiene que olvidarse para siempre del suburbio.