Así que Francia todavía puede aplicar la Fórmula Maradona para limpiar su participación en Suráfrica 2010: jugar como nadie lo ha hecho nunca para que hasta sus manos sean producto de la genialidad.
Pero con tantas cámaras, videos, fotos, ángulos y recursos a disposición, ya es ridículo que el deporte en general y el fútbol en particular se mantengan tan reticentes a corregir los fallos arbitrales. Hasta el Papa dejó hace algún tiempo de ser infalible, pero el fútbol insiste en que sus árbitros sí lo son. ¿Cuántas manos de Dios más tiene que haber para que los errores arbitrales dejen de ser una tragedia del destino?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario