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3 de julio de 2008

The Hannah Gill Show

Lo peor es que yo también lo vi, yo también estuve pegada al televisor pendiente de lo que sucedería, expectante, no pude quitar los ojos de la pantalla hasta que él salió por la puerta y cesó la transmisión. Incluso esperé un poco, quería saber si tendrían un plan, algo preparado para el caso de que sucediera lo que sucedió, quería ver sus primeros encuentros con el exterior y si el canal intentaba extender el programa, pero no hubo plan, simplemente terminaron la transmisión de toda una vida y dejaron que otros le sacaran provecho al hombre fuera del estudio, al niño adulto conociendo el mundo, porque lo van a hacer, es fácil imaginar el revuelo que causará su presencia, la curiosidad que despertará a su paso, los nuevos programas que le dedicarán, quién sabe si otro show, ahora sí un auténtico reality. En cambio a mí, nadie me dedicó un programa, una entrevista, a nadie le interesó si tengo planes para el futuro, si tengo algún proyecto, tampoco hubo ofertas para nuevos trabajos a pesar de que la decisión de mi salida estaba tomada desde un par de días antes, ni siquiera me extrañaron, se olvidaron de mí apenas salí de la pantalla, salí por la puerta de atrás porque como si tuviera plena consciencia de que él era la estrella, de que estábamos en su show y no se lo robaría, no me dio la oportunidad de hacer un gran monólogo de despedida, apenas le dije que lo iba a dejar me dio la espalda, bajó al sótano y por supuesto las cámaras lo siguieron. Recogí mis cosas y abandoné el estudio, no hubo felicitaciones ni lamentos, apenas una que otra despedida, todos estaban pendientes de él, de lo que hacía en el sótano primero y luego de su desaparición. Y yo tengo que empezar tan desde cero como él, no tengo nada, lo único que tenía era el programa, lo único que me pertenecía era Meryl y ninguno de sus logros valen aquí afuera. Me gradué de bachiller en el estudio, estudié enfermería en el estudio, trabajé en el hospital en el estudio, pero sus ausencias, sus deficiencias, ésas sí son mías, Meryl no tuvo hijos y yo tampoco, Meryl no fue feliz, yo tampoco, Meryl lucía sobreactuada especialmente cuando tenía que hacer el comercial de algún producto y yo ahora no creo tener ningún talento como actriz, me lo quitaron todo, sobre todo mi confianza, mi autoestima, cuando él se me encimó y yo solo pude gritar que hicieran algo para ayudarme perdí toda mi capacidad para la improvisación y ésa era la única herramienta que tenía, la única que realmente necesitaba.

Pensaba que al menos tendría dónde ir. Pero mi familia tampoco estaba preparada para el abrupto final. No tenían un cuarto listo para recibirme, no se imaginaban que estaban a punto de tener que recibirme porque no veían el programa. Y no lo veían porque les era muy difícil verlo, muy triste. Para mamá, para papá, incluso para mis hermanas era como asistir en primera fila a la renuncia de su ser querido a los suyos y a su propia identidad. Después de todo era Meryl y no Hannah la mayor parte del tiempo, todo el tiempo, las veinticuatro horas del día de lunes a domingo. En realidad, solo era Hannah durante los créditos del programa. Lo que más odiaba eran los créditos del programa, odiaba con toda mi alma leer Truman Burbank en el papel de sí mismo, lo odiaba porque yo tenía que renunciar a ser Hannah para ser Meryl, renuncié a ser Hannah desde que ingresé en el show y por una decisión de casting terminé convertida en la novia de Truman, un Truman para el que siempre fui un plato de segunda mesa. Igual que todos los televidentes yo también sabía que él soñaba y suspiraba por Silvia, que se casó conmigo pensando en Silvia, que me hacía el amor imaginando que lo hacía con Silvia, aunque eso tuvieron siempre la delicadeza de no ponerlo en pantalla, pero sí, sí teníamos relaciones, y no, no perdí la virginidad con Truman pero desde que entré en el show no he estado con otro hombre. Durante más de diez años tuve que dormirme y despertar junto a un hombre que se acostaba conmigo creyendo que yo era otra y pensando en aquella con quien sí quería estar, y lo hice en nombre de un contrato de siete cifras y de una carrera de actriz que no llegó a nada.

Veo la televisión, el canal donde pasaban el show sólo devuelve las barras de colores de una transmisión interrumpida que espera por la decisión final. Supongo que más temprano que tarde el canal desaparecerá por completo de la oferta del cable y con ello todo recuerdo de Meryl y de mí. Con un extraño despecho no puedo dejar de pensar en Truman, en su más que probable encuentro con Silvia, y lo único que les deseo es que fracasen rotundamente. No creo que sea un deseo difícil de cumplir, acaso Silvia sí va a poder vivir con él, acaso ella va a poder manejar los miedos, las confusiones, las inseguridades de él, no, esa relación es imposible porque después de todo él está condenado a ser un extraño, un extranjero, él tiene que volverse ajeno a sí mismo para comenzar de nuevo. Yo, al menos sé quién fui y qué hice, y aunque dude de mi actuación la tengo conmigo, la puedo utilizar, fui imagen de los productos que se anunciaban en el show, fui la reina de la improvisación, improvisé un matrimonio durante diez años, una vida durante quince, no tengo que ser tan dura conmigo misma, no tengo que dudar de mi profesionalismo, de mi experiencia y de mi talento, mañana mismo llamaré a mi agente. Es hora de que comience mi show.

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