Ardor laboral

En Ardor Guerrero, la obra (¿novela?) donde Antonio Muñoz Molina narra su paso por el servicio militar obligatorio, el escritor revela cómo el ejército funciona con base en el escaqueo. Muñoz Molina lo define así: Escaquearse no era desobedecer, sino hacer más o menos lo que le daba a uno la gana fingiendo que obedecía; escaquearse era desaparecer durante horas con el pretexto de una tarea que podía completarse en segundos, o conseguir que a uno le dieran de baja en el botiquín gracias a una dolencia marrullera e inventada.
El concepto emergió de mi recuerdo porque desde hace poco heredé ciertas tareas laborales, tareas especializadas, tareas que se supone sólo unos cuantos -mi jefa, la persona que sustituí y yo- pueden hacer dentro de la organización. Y al tomar el ritmo de las nuevas labores, me encontré con que las expectativas de las personas sobre los tiempos y esfuerzos que exige lo que debo hacer para ellos son completamente desproporcionadas, están absolutamente sobrestimadas. Me enfrento al dilema de hacer las cosas en el tiempo que de verdad necesitan y con ello quizás duplicar la productividad de la oficina, o mantener las cosas tal como han funcionado hasta ahora, a un ritmo injustificadamente lento pero que le ha dado resultados a todo el mundo. Entonces, pienso en todo el tiempo invertido en componer esta entrada del blog y en todos los proyectos que podría concluir si decido escaquear, y termino diciéndome no es que no trabajaré, es que trabajaré más o menos cuando me dé la gana y fingiré que todo el tiempo estoy atareadísimo.