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9 de abril de 2008

La conspiración de comiquita

Todos hemos visto una comiquita así: el malo de la partida se regodea tanto de su maldad que al tener al héroe en su poder no lo despacha de inmediato, no señor, tiene que despacharlo después de hacerlo sufrir con una muerte lenta, con una muerte precisa, con una muerte de mecanismo relojero: la vela quemará esta cuerda que al romperse dejará caer este yunque que lanzará esta espada que saldrá volando y soltará este resorte que impulsará esta bola de billar que al hacer buchaca disparará estos dardos que darán en la diana que abrirá la jaula donde está esta cobra que vendrá a morderte y morirás por su veneno. Por supuesto que semejante tortura psicológica solo termina dándole al héroe el tiempo necesario para romper sus amarras y salvarse justo antes de que los dardos den en la diana y suelten a la culebra, pero igual el mecanismo nos fascina y disfrutamos de cada intento que los villanos desaprovechan no por falta sino por exceso de ingenio.
Así son las conspiraciones contra la revolución bolivariana que tanto denuncian los funcionarios y personeros del gobierno o sus adeptos cuando un escándalo o una información comprometedora se asoma. El guión tan claro de las trasnacionales al que alude el ex fiscal y flamante conjuez, Isaías Rodríguez, es más bien un extraño despliegue de ingenio contrarrevolucionario, que busca, por ejemplo, a través de haberle presentado al para aquel momento fiscal un testigo falso que solo con su mirada lo convenciera de su versión del caso Anderson para que el fiscal acusará a una serie de ciudadanos de la oposición apresando a unos mandando al exilio a otros pero logrando que el caso se le encangrejara para que cuando el fiscal saliera del cargo y optara a ser magistrado del Tribunal Supremo un subalterno lo denunciara por forjar actas del caso y entonces el falso testigo declarara haber mentido para que esto dañe no solo las aspiraciones de Rodríguez sino a la revolución bolivariana y con ello lograr sacar del poder al comandante Hugo Chávez. Pero claro, tras semejante exceso de ingenio por parte de los contrarrevolucionarios, la revolución no será dañada por esta conspiración.
Por la conspiración no, por la falta de escrúpulos de sus funcionarios.

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