Lo que convierte a
Then We Came to the End, de Joshua Ferris, en una novela especial, es el punto de vista del narrador. Ferris cuenta la historia de una agencia de publicidad enfrentada a despidos de personal desde la primera persona del plural, ese
nosotros tan típico de la cultura corporativa, que se supone hace a los trabajadores parte de la empresa pero que también los vuelve muy fácilmente ajenos a ella. Y eso es lo que sucede a lo largo de la novela, somos nosotros, lo hacemos nosotros, lo decimos nosotros, lo sufrimos nosotros, nos preguntamos quién de nosotros será el próximo despedido y cuando la decisión toca a alguno de inmediato deja de ser uno de nosotros, en una rutina deshumanizadora, poco solidaria y que sin embargo suena sumamente familiar.
El que se trate de una agencia de publicidad, donde hay creativos y gente con dones y aspiraciones artísticas, hace más devastador el retrato del día a día de la oficina, tan lleno de chismes y de especulaciones sobre el próximo despedido y cómo se reaccionará a la noticia, tan lleno de miedos e impotencia porque nadie sabe si lo que está haciendo o lo que hizo hace algún tiempo será la razón por la cual le toque marcharse, todo ello con la convicción que todos tienen de que la vida, si sucede, sucede en otro lugar durante el fin de semana. Una obra que creo hay que leer.
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