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6 de marzo de 2011

Por favor, no responda este mensaje

El otro día decidí trabajar hasta tarde para terminar de una vez por todas la propuesta que tenía que hacer, y cuando por fin estuvo lista le envié un correo electrónico a la persona que tenía que recibirla, con la idea de que a primera hora de la mañana lo estaría recibiendo.
Hasta hace poco, uno sentía cierta emoción cuando lo primero que hacía al empezar el día laboral era revisar el correo y ver cómo las cosas habían avanzado mientras dormíamos, sobre todo si se trabajaba con gente en otros husos horarios. Pero esos tiempos ya pasaron debido a que hoy por hoy la mayoría de las personas están conectadas todo el tiempo, especialmente vía smart phones, lo cual hace que incluso durmiendo la red esté ahí para ellas velándolas y despertándolas de cuando en vez.
Por eso, la persona no abrió el correo a primera hora de la mañana; muy probablemente escuchó un estruendoso anuncio en mitad de la noche que la debe haber despertado sobresaltada. En su respuesta, por supuesto no hacía comentario alguno sobre el trabajo entregado sino que protestaba porque le había escrito a las dos de la mañana para algo que podía esperar al horario de oficina. Esa era la idea y la culpa es de quien no apaga el Blackberry, no de quien hizo horas extra para estar al día. Y para mi no era tan tarde, cuestión de longitud.
Unos días después, estaba actualizando una página y tuve problemas con el CMS, nada demasiado grave, pero tampoco sabía si era como para dejarlo pasar. Para que luego no se me olvidara, envié un mensaje dando cuenta del error. Era domingo en la mañana y de inmediato, desde no sé cuántos teléfonos inteligentes recibí respuestas pidiendo más detalles e indicándome que hiciera esto o aquello. Yo solo estaba dando cuenta del problema para que la persona adecuada revisara el asunto lunes por la mañana; después de todo, la página no estaba caída ni nada por el estilo. Y aun así mi mensaje generó una semicrisis no por su importancia ni su tono sino porque todos los interesados estaban demasiado atentos.
Ambos casos son del día a día de pequeñas empresas web, obligadas a funcionar lo más parecido posible al 24X7 debido a las características de Internet, pero una cosa es la empresa y otra son las personas. Estas también decidieron estar disponibles 24X7, quizás no por el negocio web sino por el gadget que tienen entre manos. Sin embargo, desconectarse de vez en cuando funciona incluso para quienes llevan negocios en línea. Mientras, yo tomaré nota de husos horarios y de días de la semana para programar el envío de correos electrónicos y mensajes, para así asegurarme de que lo que no necesita una respuesta inmediata sea respondido en un momento adecuado.

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