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7 de junio de 2006

Comala

No sé si la ausencia es temporal o si la librería www.comala.com desapareció para siempre. Si es lo segundo, me siento parte de su fracaso. Fui uno de los que utilizó su servicio de publicaciones por demanda para sentirme un poco más serio, más profesional en el asunto de escribir. Apenas leí la novela en formato de libro y no en hojas recién salidas de mi impresora, supe que no debí haberla publicado. Pero no fui tras los dos o tres, máximo cuatro, ejemplares que circularon por ahí, ni tampoco le envié un mensaje a Comala para que dejaran de ofrecer el libro; y reciente e inesperadamente me dio por poner un enlace en éste y en mi otro blog a la página del libro en Comala, enlace que ya eliminé pues llevaba a la nada. Ahora que nadie podrá encontrarse con mi llena de fallas primera novela, siento una especie de ratón que contrasta con mi absoluta certeza de que es mejor que nadie más la lea. Siento, luego me contradigo, habría podido decir Descartes.

En estos días, en Libreros han estado escribiendo sobre la destrucción de libros y sobre la desaparición de librerías. ¿Vale lo mismo para librerías virtuales? ¿Para libros que desaparecieron antes de siquiera haber sido impresos?

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