Pude ir a tres sesiones de la III Semana de la Narrativa Urbana, la primera en calidad de lector, las otras dos de público en general. No hablaré de los cuentos escuchados, mucho menos del leído; en un año, si se mantienen los mismos ritmos de las versiones anteriores, estará saliendo a la calle el volumen que recoge las 15 narraciones de la semana; que cada lector dé su veredicto. De lo que escribiré aquí es de ese extraño papel del comentador que al menos en dos de las tres sesiones despertó más comentarios y controversia que cualquiera de los cuentos leídos.
El primer día, el lunes, los tres lectores y el público presente escuchamos cómo el maestro Ednodio Quintero pedía se quitara un verbo que no le gustaba, se corrigieran metáforas que no le decían nada y se dejaran de lado narraciones demasiado parecidas al cómic. Fui uno de los destinatarios de sus comentarios y debo decir que no se diferenció en nada de cualquier sesión de taller, tal como algunos de los presentes insinuaron. El problema es que no era una sesión de taller, para darse cuenta basta leer los comentarios a las entradas que sobre la Semana hice y algunas de las entradas recientes de Panfleto Negro. Era un espectáculo. El principal problema de las intervenciones de Ednodio es que aburrieron a la audiencia y al final, como todo comentario de coordinador de taller, los autores de los cuentos decidirán qué tomar y qué no de lo señalado por él.
La cuarta sesión, el día jueves, fue moderada y comentada por Milagros Socorro, cuyas intervenciones produjeron también una interesante reacción en las páginas del Panfleto Negro. Desde mi punto de vista, Milagros no cometió el error de Ednodio, ella supo entretener a la audiencia, pero se confundió en un pequeño detalle: creyó que la audiencia la había ido a ver a ella. Contó anécdotas buenísimas, mostró cuanto le había enseñado a una de las autoras (y cuán poco la autora había aprendido, a juzgar por los comentarios de Socorro), pidió ver a los personajes, exigió que se utilizarán puntos y seguidos en vez de puntos y coma si no se dominaban los segundos; lo hizo a través de un símil que fue de las mejores cosas de la noche: el punto y seguido es a los signos lo que el vestido negro al clóset, cuando no sabes qué ponerte usa el vestido negro.
A su manera, ambos comentadores hicieron lo mismo: dejar en claro lo que creo nadie había puesto en duda, quién de los cuatro sentados en el escenario ese día tenía más oficio. Al menos con Ednodio pude trabajar mi texto y creo que con varias de las cosas que tomé de sus comentarios en efecto el cuento está mejor. No sé si de Milagros realmente alguno de los autores de la noche pudieron obtener algo.
Play cumple cinco años
Hace 4 años.
2 comentarios:
Aprecio el irónico uso del punto y coma... ése que usted sabe. Un saludo.
Jajaja, gracias, un saludo para ti tambien, estamos leyendonos.
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