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24 de julio de 2009

El balcón

Si un día entras en tu casa y ves a alguien en el balcón, al llamar a la policía no habrá ninguna duda de que tu propiedad ha sido violada, porque es tu balcón, en él nadie puede entrar y tú ahí puedes hacer lo que te venga en gana. Bueno, no tanto, porque si se te ocurre tener sexo en el balcón, más temprano que tarde recibirás una nueva visita de la policía pero esta vez para darte una advertencia o para llevarte preso de una vez.
El balcón siempre me ha parecido la mejor metáfora de la separación entre la vida pública y la privada, porque lejos de haber un límite, una frontera, hay una zona de confluencia, de convivencia donde es imposible separar ambas y solo el comportamiento, así como en el balcón, marcará que salgamos de esa zona hacia lo público o hacia lo privado. El balcón se hace muy grande cuando la actividad de una persona cobra importancia; bien porque sus decisiones en la vida privada puedan tener delicadas repercusiones sobre lo público, como es el caso de los políticos; bien porque queramos conocer a esa persona más allá de su imagen pública, como es el caso de los artistas y atletas. Y cómo manejar la vida en el balcón se vuelve un tema de vital importancia para toda figura pública.
Pero en la época de las redes sociales y de la web 2.0, a todos se nos está ampliando el balcón hasta dimensiones insospechadas y por primera vez luce indispensable que cada uno aprenda a vivir en él con las pocas herramientas que tenemos a mano para ello: sentido común, experiencia y riesgo.

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