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4 de mayo de 2011

Poe 2.0

En medio de la vorágine informativa que se desató tras el anuncio de la muerte de Osama Bin Laden, una de las noticias que más me llamó la atención fue la que decía que los esfuerzos de Bin Laden por permanecer oculto guiaron a su captura. El hecho de que un castillete como el que utilizaba el líder de Al Qaeda de escondite, no tuviera conexión a Internet, llamó demasiado la atención de los servicios de inteligencia. Luego, de la estructura de la fortaleza concluyeron que sin duda ahí había alguien importante que no quería ser visto. Lo demás, paciencia para confirmar la sospecha.
Al parecer, Bin Laden no vio en su condición de fugitivo razones para renunciar a una guarida con todos los lujos, pero leyó mal los signos de los tiempos, creyendo que en un mundo hiperconectado bastaría hacer unplugged para pasar desapercibido. A Bin Laden quizás le hubiera convenido más la estrategia del ministro D***, el personaje que en el cuento La carta robada, de Edgar Allan Poe, esconde un importante documento de la vista de todos precisamente por haberlo dejado al alcance de la mano.
Claro que no son muchas las personas que están siendo perseguidas por el aparato de inteligencia más poderoso del mundo, pero aquellos que pretenden pasar desapercibidos por no tener cuentas de social media o por usar solo dinero en efectivo, bien pudieran fijarse en el caso de Bin Laden y preguntarse si no están dejando demasiadas trazas precisamente por tratar de no dejar ninguna.

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