5 votos, eso fue lo que le faltó a Andrés Galarraga para mantenerse un año más en las boletas de votación para el Salón de la Fama del Béisbol, 5 votos. Muchos dirán que Galarraga no reúne méritos suficientes para ingresar a la inmortalidad del béisbol, pero 22 personas que se dedican a escribir sobre béisbol dijeron que sí lo merecía y yo estoy con ellos. Galarraga merecía más de esos 22 votos por un simple hecho: su transformación de un jugador con buenas dotes para defender la primera base pero con una capacidad ofensiva promedio, a uno de los bateadores más temidos de las Grandes Ligas lo convierten en un pelotero digno de admiración para las generaciones por venir, y de eso se trata el Salón de la Fama, de admirar a los peloteros del pasado para valorar a los del presente y del futuro.
La transformación de Galarraga no se debió simplemente a haber jugado en Denver, donde todos los bateadores se benefician de unas condiciones naturales favorables al bateo. Su transformación comenzó en San Luis trabajando con Don Baylor--quien fue la principal razón por la que Galarraga fue contratado por los Rockies de Colorado--en una temporada que no dio resultados porque fue truncada por una fractura en la mano, pero que sirvió para sembrar la semilla que se recogió con creces en Colorado, con números inflados en casa, sí, es cierto, pero eso no es distinto de otros peloteros; como el inmortalizado el año pasado, Jim Rice, quien fuera de su estadio de Boston era un jugador completamente promedio.
Luego, Galarraga salió de Colorado y siguió bateando, su primer año con los Bravos de Atlanta fue impresionante y no había razón para presagiar que vendría una merma en su producción. Pero llegó la noticia del cáncer y la enfermedad lo alejó por un año del béisbol, sólo para que lo viéramos ganar el premio Regreso del Año una temporada después, con unos números ya no impresionantes pero sí muy buenos, que nos hacen suspirar sobre los números que hubiera acumulado ese año y el anterior si la enfermedad no se hubiera hecho presente. Pero lo importante era el regreso, la fuerza de voluntad para no dar por terminada su carrera, segunda historia que vale la pena que los fanáticos del presente y del futuro recuerden y admiren.
Una carrera admirable, una carrera que bien pudo haber sido favorecida un poco más por quienes votan por la inmortalidad, lástima que no fue así.
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