Cuando el ministro de Energía y Petróleo y presidente de PDVSA, Rafael Ramírez, dio su inspirado discurso sobre cómo las dos instituciones que encabeza (la que fiscaliza y la fiscalizada, menudo pasticho) tenían que ser rojas rojitas, el régimen entró en una fase a lo Cruz Diez: de saturación cromática. La revolución, el proceso, el partido, el Estado, las instituciones, el pueblo, y sobre todo el presidente, están pariendo un hombre nuevo y ese hombre es socialista del siglo xxi. Pero como ese hombre nunca estará del todo vacunado contra las tentaciones de los antivalores, el deber de la revolución, del proceso, del partido, del Estado, de las instituciones, del pueblo y sobre todo del presidente es recordarle y reforzarle siempre su ideología, una tarea que también es visual, porque el hombre nuevo socialista del siglo xxi debe tener la ideología no solo en el cerebro, es importante que la tenga en los sentidos. Por eso, la ideología debe verse en todo momento, en todo lugar, y se ve color rojo rojito. Los estudiantes fueron a la Asamblea vestidos de rojo pero no rojito. Al decir que no querían ser uniformados y quitarse la franela roja estaban diciéndole a la revolución, al proceso, al partido, al Estado, a las instituciones, al pueblo y sobre todo al presidente que ellos no son y no serán socialistas del siglo xxi. Ese gesto no fue simplemente el fin de la estrategia del oficialismo de asimilar la protesta estudiantil burocratizándola, institucionalizándola al darle puertas abiertas en las instituciones saco roto del Estado. Ese gesto fue una ruptura entre el movimiento estudiantil y la revolución. Una ruptura profunda y probablemente definitiva. El hombre nuevo socialista del siglo xxi todavía no parece caminar por nuestras universidades.
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