Las ciudades crecen, extendiéndose hasta dimensiones donde, como escuché decir una vez a Juan Villoro, la variable a dominar no es el espacio sino el tiempo. Las áreas metropolitanas crecen constantemente y suelen expandirse a ratas que la división político-territorial no es capaz de expresar o ajustar. Por eso, muchas áreas metropolitanas ocupan varias regiones, estados o municipalidades y el problema de coordinar las distintas autoridades que tienen vida y decisión en la ciudad se convierte en un asunto fundamental.
En la Constitución de 1999 ese problema se abordó creando la Alcaldía Metropolitana, un ente coordinador de los distintos municipios del Área Metropolitana de Caracas. Pero el modelo, como tantas otras cosas en la Constitución, se concretó a medias, y la Alcaldía Metropolitana nunca tuvo capacidad de coordinar, invadió competencias de los otros municipios e intentó hacer las veces de la extinta Gobernación de Distrito Federal. Al final, la Alcaldía Metropolitana se convirtió en una traba y no en un facilitador de la gobernabilidad del Área Metropolitana.
Todo indica que la Alcaldía Metropolitana tiene sus días contados, le quedan tantos como el Presidente se tarde en aprobarse su Constitución pret-a-porter. Y en esa nueva Constitución, el tema del Área Metropolitana al parecer se abordará extendiendo el Distrito Federal hasta hacerlo coincidir con toda el Área Metropolitana de Caracas, la real, la que se extiende hasta Guarenas y Guatire, a Vargas, a los Altos Mirandinos y a los Valles del Tuy. Pero de todas las combinaciones ésta es quizás la peor, porque a los problemas de las Áreas Metropolitanas se le sumarán los problemas de los Distritos Federales. Ni la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ni el DF Mexicano, ni el Distrito de Columbia son del tamaño de sus áreas metropolitanas, y además tienen autonomías superiores a la que al parecer tendrá el DF Caraqueño.
La forma como se está elaborando la nueva Constitución obliga a que nos opongamos a ella sin ni siquiera tener que ver su contenido, pero si alguien hace caso omiso de esto, en la nueva propuesta para la división político-territorial de Caracas, donde la ciudad será nuevamente un Distrito Federal pero del tamaño de la actualmente conocida como la Gran Caracas, tiene razones de sobra para objetar la reforma. Ojalá tengamos oportunidad de decir esta boca es mía ante la aprobación de la nueva Constitución.
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