Este viernes, tuve la oportunidad de asistir a una cena donde Katiuska cantó algunas arias. Nunca había sentido algo así, la voz de Katiuska se expandía por el jardín de la Alianza Francesa de La Castellana y te arropaba para escucharla no sólo a través de los oídos sino de todo el cuerpo, del pecho, de la espalda, con una fuerza que te retumbaba en el esternón pero con una dulzura capaz de arrullar a un niño.
No sé nada de ópera, pero mi reacción fue ir con Olivia a tomarnos una foto con ella, seguro de que muy pronto solo la veremos si tenemos oportunidad de ir a los teatros más famosos de Europa y Estados Unidos. Se me antoja que lo mismo que sentí este viernes lo debieron sentir aquéllos que tuvieron la oportunidad de escuchar a un joven llamado Plácido Domingo. No sé si haya gente que tenga fotos junto a Domingo cuando no era famoso, pero aquí está la mía junto a Katiuska Rodríguez, seguro de que a la vuelta de un par de años la seguiré exhibiendo para envidia de todos.
2 comentarios:
Estos post me producen una felicidad tremenda. A mí me encantan esas historias. Además, que está muy bien contada. Me gustaría cazar esas historias y poder hacer un blog con ellas. Saludos.
Héctor, buena idea, deberías hacer ese blog. Y a Katiuska, de verdad que tienes que escucharla, es una cantante única.
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