Como Catalina la Grande de Rusia, el presidente Chávez recorre un país que se le hizo ajeno, que dejó de conocer, de tantas cadenas y Alós Presidentes el país se le volvió un estudio de televisión, una escenografía. Los Potemkin de hoy, ministros convertidos en productores audiovisuales le entregan
cifras, vacas y cargas que solo existen en la realidad de la pantalla, la realidad mediática donde vive el Presidente. Cuando el régimen encuentre la fórmula para deshacerse de Globovisión o para encadenar permanentemente sus transmisiones, terminará de darse cuenta que el gran enemigo de la Revolución no son los medios, son los ciudadanos que apagan la televisión.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario