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17 de febrero de 2007

Blanco ser más inteligente

Hay una secuencia de Blood Diamond que revela en toda su magnitud los prejuicios que guían este enésimo acercamiento al drama africano desde Occidente. Cuando el triángulo principal de la trama (El traficante blanco, la periodista blanca y el inocente papá negro) salen de la granja de rehabilitación de niños de la guerra, lo hacen acompañados del director negro de la granja. En el camino se encuentran con una alcabala de guerrilleros: Dos niños de unos 10 años empuñando inmensas armas. El traficante, el personaje de Leonardo DiCaprio, sabe exactamente qué hacer, pero quien va al volante es el director y éste decide hacer exactamente lo contrario que le indica Leo. Al intentar dialogar con los niños uno de ellos simplemente le dispara al director obligando a una rápida acción evasiva por parte del hábil traficante.
Lo importante de este disparo es su poca importancia, no tiene ninguna incidencia en la trama, el herido no detiene o desvía al resto, ni siquiera los retrasa, el trío simplemente llega al sitio donde se dirigían, en el cual, de paso, existen todos los servicios médicos para atender y salvar al director, del que no sabemos más en el resto de la película. No es un nuevo conflicto y como obstáculo resulta baladí, no hay crecimiento de los personajes ante esta prueba, no hay decisiones impostergables, bifucarciones que compliquen el objetivo final, ni siquiera un simple incremento de las tensiones para elevar el clímax de la historia, nada. Así, la escena está ahí para mostrarnos una vez más, a la mitad de la película y cuando ya está más que clara, la superioridad de Leo. No sirvió de nada que el herido tuviera un centro de atención de niños de la guerra, niños víctimas y también niños victimarios; tampoco es importante que el centro subsista por la mano izquierda con que tratan a guerrilleros y al gobierno de Sierra Leona; no, simplemente Leo sabe más que el director, Leo sabe exactamente lo que hay que hacer y el director no tiene puta idea y casi se muere y matan al resto por su culpa. No debí haber conversado, dice el director, por si no nos hubiera quedado completamente claro que el blanco no se equivoca, el negro sí.

4 comentarios:

Kira Kariakin dijo...

Tengo rato leyendo tus blogs y me han gustado todos. Son excelentes. Seguiré viniendo. Este post tuyo es acertadísimo. No es sólo por ser blanco sino además por ser gringo... Esa condescendenca racista no la encuentras solo en las películas sino allá también.

Luis Alejandro Ordóñez dijo...

Muchas gracias por tus comentarios, espero que sigas encontrando cosas interesantes por estos lares. Un gran saludo

Anónimo dijo...

Interesante punto de vista. Como si no fuese el que ha sabido sobrevivir en los ambientes más infernales el que conoce cómo moverse. Eso quizá busca contrarrestar la visión (también segregada y racista, no hay que negarlo, aunque producto de una pequeña venganza) que tienen los pobladores del tercer mundo, de que los musiús le meten al pajúo, lerdo o conejo, según el léxico de cada región. Insisto, muy bien demostrado el punto. Saludos.

Luis Alejandro Ordóñez dijo...

Héctor, muchas gracias por tu comentario. Es interesante lo que apuntas, el prejuicio tiene siempre doble vía. Viéndolo bien, quizás el prejuicio es mío por pensar que un error como el del director no es creíble en, como lo llamas, un ambiente tan infernal. O el prejuicio es contra el diálogo como herramienta. No sé, tu comentario abrió de nuevo el tema, muchas gracias por eso.