Si alguien me manda un mensaje de texto diciendo que no puede asistir a una cita por sentirse mal, no tengo problema alguno en preguntarle
q 100ts?; tampoco tengo reparos en cambiar la
doble L por la
Y o de poner
K en lugar de la sílaba
ca. Pero me niego rotundamente a prescindir de la
H a pesar de lucir inútil en un código que intenta ser simple reproducción de sonidos. Porque lo que convierte a la
H en una letra especial, hermosa, única, cobra mayor importancia en la mensajería de texto: Nombrar el silencio, pronunciarlo, darle sonido sin romperlo, brindándonos la oportunidad de hacer entre letra y letra eso que cada día se estila menos: Pensar en lo que estamos diciendo y escribiendo.
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