Esta foto de Spencer Platt se hizo merecedora del reconocimiento como la mejor del año por parte del World Press Photo. La misma, muestra los contrastes en Beirut tras un ataque israelí: Por un lado, destrucción, por el otro, exhibicionismo. He leído interpretaciones sobre la foto que hablan de indiferencia entre una realidad y otra, o peor, entre una realidad dramática y un mundo de oropel. No comparto esta opinión, porque no veo indiferencia en los ocupantes del carro, tampoco veo urgencia en los que están en la acera. La foto no parece haber sido tomada inmediatamente después de un ataque, la gente, tanto los del carro como los transeúntes parecen más bien intentando retomar el ritmo normal de sus vidas pasada la emergencia y el terror, pero aún así no pueden dejar de mirar los lugares que tal vez solían frecuentar y que ahora no existen. Quizás los dos hombres que hablan por celular en el lado derecho de la foto sean afectados directos de los ataques, bien podrían haber tenido un negocio en el edificio destruido, pero incluso ellos lucen ya acostumbrados a la nueva realidad, haciendo las llamadas de rigor, como si lo sucedido se tratara de un percance y ahora lo que queda es esperar que la compañía de seguros responda.
Me gustó más bien pensar en esta foto como el contraste entre lo que somos y lo que queremos ser, entre la imagen que nos atribuimos y el espejo donde nos obligan a reflejarnos. Beirut, y muchos otros lugares del mundo, quisiera estar sentado en un convertible rojo, pero lo llevaron a ser un montón de ruinas.
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