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14 de febrero de 2008

Cenicienta del Sambil

La vi cuando bajaba corriendo por las escaleras, incapaz de ir más rápido que el desencanto. Atrás debe haber quedado un supuesto príncipe que no quiso seguirla o que si lo hizo se quedó en el camino, seguro de que el desencuentro ya no podría superarse.
Ella no se detuvo ni siquiera cuando el tacón cedió y casi la hace rodar por los suelos, simplemente siguió su camino dejando la zapatilla en medio del estacionamiento como testigo mudo de lo que no fue.

La zapatilla la recogió un vigilante que no salió a buscar entre los pies de la ciudad al que calzara perfecto en ella; apenas tuvo paciencia para encontrar una papelera en el acceso a Plaza La Música y mandar zapato y tacón rumbo a su destino final. Mientras, en la rampa que la llevará a la avenida Libertador, la doncella al volante de su carroza suspira no por el príncipe que no llegó sino por el zapato sin pareja con que pisa el acelerador.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena historia, perfecta para el día de los enamorados. :)

Luis Alejandro Ordóñez dijo...

muchas gracias, sandra, gracias por pasar por aquí