Las encuestas sirven para saber algunas cosas. Para otras, no. Para una cosa que las encuestas son particularmente acertadas es para conocer tendencias de voto; la famosa pregunta: Si las elecciones fueran hoy, ¿por cuál candidato votaría usted?
Por el contrario, para una cosa que las encuestas no funcionan nada bien es para saber lo que la gente está pensando más allá de lo que responde en la encuesta. De ahí que para engañar a una encuesta lo mejor es responder todo exactamente al contrario de lo que se piensa. Claro que una golondrina no hace verano y para que la encuesta arroje como resultado no la foto sino el negativo del momento de opinión, todos y cada uno de los encuestados tendrían que actuar de la misma manera.
Pero solemos interpretar silencios y creemos que somos muy buenos haciéndolo. Por eso, a los encuestadores y expertos en opinión pública les gusta ir más allá de las respuestas de la encuesta para encontrar razones que sustenten esas respuestas, aunque la encuesta no las haya pedido, y razones que sustenten las no respuestas. Entonces, los vemos explicar los motivos detrás de los no sabe/no contesta o incluso detrás de la negativa a contestar la encuesta.
En tiempos electorales, esas explicaciones llegan en la forma de los siempre publicitados anuncios de tendencias de voto ocultas, que están ahí presentes no en los porcentajes de apoyo a cada candidato sino en los no sabe/no contesta o en los que dicen que no van a votar. Ese voto oculto permitiría que el día de las elecciones el candidato que ahora luce condenado a una derrota inevitable termine siendo el triunfador.
La mejor técnica para estar seguros de qué candidato o qué opción no va a ganar unas elecciones, suele ser buscar el candidato o la opción que esté apelando al voto oculto para sustentar sus posibilidades de triunfo.
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