Para uno que es del trópico, el agua siempre estuvo clara: los estados de la materia son tres, sólido, líquido y gaseoso; el agua en estado gaseoso es vapor, en estado líquido es, bueno, agua, y en estado sólido es hielo. Pero de pronto uno se muda a un país donde nieva y todo se vuelve más incierto, más difuso. Porque a veces la nieve parece hielo, un hielo molido como el de los raspados; a veces luce agua a punto de congelarse pero agua todavía; y a veces, las más de las veces, parece leve y liviana como el gas, cae en un silencio furtivo y lo hace en todas direcciones, ocupando cada centímetro cúbico de espacio disponible, llenándolo todo incluso sin que nos demos cuenta, igual que el dióxido carbónico llena un cuarto sin despertar a quien en él duerme cada vez más profundo hasta que su sueño termina siendo mortal.
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