Me gusta creer que mi biblioteca es un arrecife de coral. Cada libro que llega construye un lugar único, independiente, pero a la vez sujeto a los otros libros, fortalecido por ellos y que los hace crecer. Cada lectura tiene que ver con la anterior y tendrá que ver con la siguiente, formando un hábitat endémico que solo puede ser entendido recorriéndolo tanto en el espacio como en el tiempo. Cuando me muevo por mi biblioteca lo hago en un proceso de simbiosis, yo le doy vida mientras la recorro buscando el nuevo ejemplar del cual alimentarme. Esa vida que posee el arrecife hace que a veces los libros salten a mí sin yo esperármelo. Sé que tengo más libros de los que realmente puedo leer, y el número está en constante aumento, condenando al estante del olvido a una enorme cantidad de volúmenes. Pero como si una inesperada corriente los pusiera en movimiento, de pronto me los encuentro y se vuelven lectura inmediata, indispensable. No recuerdo cuándo ni dónde lo obtuve, no estoy seguro desde dónde saltó; tengo en mis manos
Marcovaldo de Italo Calvino y ahora se me ha vuelto un compromiso leerlo, so pena de poner en riesgo la sobrevivencia de mi arrecife de coral.
2 comentarios:
Igual me pasa a mi...
saludos
saludos para ti, gracias por la visita y qué bueno que te sentiste en sintonía
Publicar un comentario