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13 de febrero de 2009

Me opongo, luego existo

Lo malo de definirse como Oposición es que puede traerte conflictos como los que llevaron a Javert al fondo del Sena. Los venezolanos hemos visto mucho de ello en estos últimos diez años, pero en Estados Unidos en el Partido Republicano comienza a verse esa especie de estrategia de mosca frente a un vidrio que es ser oposición a como dé lugar.
El presidente Obama tenía suficientes votos tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado para que le aprobaran su plan económico especial. Sin embargo, el Presidente se empeñó en que un plan de esa magnitud y con un objetivo como el de rescatar la economía estadounidense de la crisis en que se ha sumido, tenía que ser un plan bipartidista. El voto republicano, que hasta el momento en que Obama habló de bipartidismo era absolutamente irrelevante en el Congreso, de pronto adquirió importancia y como buenos opositores los republicanos supieron exactamente qué hacer: el esfuerzo del Presidente por un plan bipartidista se saldó con cero votos republicanos en la Cámara de Representantes y tres votos en el Senado. Sí somos oposición, pudiera ser el nuevo eslogan del partido.
Por si fuera poco, el senador republicano Judd Gregg anunció que declinaba su postulación al cargo de Secretario de Comercio luego de haberla aceptado inicialmente, tomando completamente por sorpresa a la administración Obama. Uno de los argumentos de Gregg para recular fue que se dio cuenta que de aceptar el cargo dejaría de ser él mismo.
Claro que todo lo adornan con principios fundamentales del republicanismo como recortes de impuesto a los negocios y un aparato estatal pequeño, pero por sobre todos los principios está la necesidad de definirse pronto, en las primeras de cambio de la administración Obama, como la Oposición a esa administración, cosa difícil si se acompaña el plan de rescate de la economía nacional o se le brindan nombres importantes al entorno presidencial.

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