Del referéndum inconstitucionalmente celebrado ayer en Venezuela, me queda como conclusión que Venezuela está estancada en su división, una división en tres pedazos más o menos iguales donde el mayor lo representan los partidarios del presidente Hugo Chávez; el segundo los que simplemente no quieren nada con la política; y el tercero y minoritario, el de los opositores al régimen de Hugo Chávez. No son tres pedazos monolíticos, al primero le cuesta convocar a sus miembros cuando la figura de Chávez no está directamente involucrada en el objeto de la convocatoria; el segundo no tiene expresión electoral y por ello su peso político se diluye y se menosprecia; el tercero es una sumatoria caótica de rechazos al Presidente y posturas políticas disímiles que no termina de tener una identidad clara y por ello suele comenzar todo proceso electoral en desventaja. Elección tras elección el escenario de esa división cambia. En 2007, la oposición fue mayoría por primera vez, evitando una reforma constitucional mucho más grave que la que ayer se consumó. En 2008, al tratarse de unas elecciones regionales los bloques se comportaron de acuerdo a la región y aunque en la suma total de votos y en la cantidad de cargos se impuso el bloque mayoritario, también es cierto que perdió o no recuperó el control de regiones clave del país. Ayer, la mayoría siguió siendo mayoría y al tratarse de un evento nacional se lo llevó todo. El año que viene, en las elecciones parlamentarias probablemente volvamos a tener una Asamblea Nacional más parecida al país y no una monocolor producto del abandono de las elecciones que la oposición realizó en 2005. Con ello, tendremos una Asamblea menos dispuesta a avalar cualquier capricho del presidente Chávez, entre ellos cualquier cambio a la Constitución que no cumpla con los mínimos requisitos.
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