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21 de junio de 2008

Alexis Cárdenas, virtuosismo lúdico

En Ventanas de Manhattan, Antonio Muñoz Molina narra su encuentro con una banda de jazz, donde vio "que la música es un trabajo, hecho de obstinación y resistencia, no una conjunción de sonidos brotados como de ninguna parte, nacidos tan sin esfuerzo como surgen asépticamente de los altavoces donde suena un cedé". Pero al ver a Alexis Cárdenas acompañado por Jorge Glem en el cuatro, Roberto Koch en el bajo y Diego Álvarez Muñoz en el cajón, uno lo primero que se pregunta es si están haciendo algún esfuerzo. Porque las risas, los silbidos, la complicidad que hay en escena no parecían acordes con la velocidad que alcanzaban brazos y dedos para extraerle los sonidos más impensables a sus instrumentos, sonidos pocas veces escuchados y extraordinariamente hermosos. Ver a Cárdenas tocar del lado izquierdo del puente, silbando mientras toca el violín o deshaciendo las cerdas del arco es una experiencia solo comparable con disfrutar de Glem punteando en el cuatro como si de una guitarra se tratara o convirtiendo la caja de su instrumento en una auténtica tambora que acompaña su charrasqueo. Por si fuera poco, Álvarez Muñoz golpea el cajón a ritmos que parecieran exigir más de dos manos y de hecho, a veces utiliza su pie derecho; mientras Koch se guinda de su instrumento para que los brazos le lleguen hasta lugares donde no suele ser tocado y donde paradójicamente está la mayor versatilidad de ese inmanejable armatoste.

Pocas veces se tiene la oportunidad de observar tanto virtuosismo pero a la vez tanto disfrute y frescura en escena. Eso fue lo que nos ofreció Alexis Cárdenas el jueves en la esquisofrénica sala de CorpBanca, un espectáculo que nunca olvidaré.



Fotos de Raúl Romero.

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