Llegó la jornada final en un día de tanto calor que fue de agua gratis y de bomberos lanzando rocío. El sol y una agenda que comenzaba a la 1:30 garantizaba lo que en Venezuela llamamos bronceado portugués, qué mejor entonces que empezar con Portugal. The Tan, digo, Portugal. The Man. Buenos instrumentistas, a veces realmente furiosos, pero otra vez la onda retro es tan exagerada que uno termina cuestionando a la banda por su falta de imaginación. En todo caso, la música siempre se disfruta cuando es tocada con alto nivel y los Man tienen lo suyo en los dedos. Eso sí, sorprende que el guitarrista y líder vocal pocas veces le da la cara al público. No así Ricky Wilson, cantante de los Kaiser Chiefs, banda que resultó mi sorpresa positiva del evento. Porque no esperaba tanto de ellos y son de las mejores bandas en escena que haya visto. Un sonido impecable y un front man que derrochó energía y simpatía, animó, saltó, se subió en las cornetas, bajó del escenario y cantó al borde de la multitud, volvió a bajar para escuchar junto al público a su banda favorita, e incluso lució una humildad sin el sobrecogimiento de Karen O la noche anterior, al preguntarle a la platea si conocían a los Kaiser Chiefs; ante la respuesta afirmativa, Wilson dijo que eso debía ser por la siguiente canción y comenzaron a tocar Ruby, el tema que más sonó de su segundo disco. No estaba fácil competir con semejante derroche y The Raveonettes ni lo intentaron, pues son del tipo de bandas que escasamente interactúan con el público. Guitarreo sucio, quizás herencia de bandas como My Bloody Valentine pero con más gusto pop, los Raveonettes suenan sabroso pero uno termina desentendiéndose de lo que sucede en escena porque en escena no sucede nada. Llegaría el turno de Neko Case. ¿Grado de tolerancia a la música country? Tres canciones, suficientes para escuchar People got a lotta nerve. De ahí a Passion Pit, banda de dancepunk que no le hace daño a nadie, tres canciones más y ya, hora de asegurarse un buen puesto para Lou Reed. A Lou Reed le dedicaré una entrada aparte. Lo único que diré aquí es que un asunto técnico hizo que se retrasara el comienzo de su sesión, lo cual creo que terminó robándole tiempo a la presentación de Band of Horses. Un tiempo que para mí no necesitaron, porque otra vez tres canciones fueron suficientes para reasegurarme que esta onda setentosa no me interesa desde el segundo disco de los Black Crowes. Como nota curiosa hay que decir que Reed, que no sólo vivió los sesenta, los setenta, los ochenta, sino que además fue parte de quienes definieron el sonido de esas épocas, tiene en su banda a un encargado de las mezclas y los efectos; escuchar a Fleet Foxes, a Portugal. The Man, a Band of Horses y a otras bandas no presentes en el festival como The Black Keys, es como que le nombren a uno a Eva Perón y que venga a la mente la imagen de Madonna cantando Don't cry for me, Argentina. Al otro lado del parque comenzaba The Killers, banda cada vez más melosa pero de sonido impecable. Cinco canciones fueron suficientes para comenzarme a aburrir, así que caminé de nuevo de extremo a extremo del parque para ver el final de Jane's Addiction. Fue extraño. Todavía suenan duro y la guitarra de Dave Navarro chilla como pocas, pero los Addiction nunca debieron separarse tras el éxito de Ritual de lo Habitual, y sus reuniones solo sirven para reafirmarlo. Que el espectáculo, 20 años después, siga basándose en la estética de ese disco y del anterior, Nothing Shocking, es exagerar aquello de vivir de glorias pasadas o simplemente es ausencia total de ideas. Eso sí, terminaron con un momento que habría sido más significativo hace diez años: llamaron a escena a Joe Perry, guitarrista de Aerosmith, anunciaron que los estará acompañando durante al menos el próximo año y tocaron Jane says para cerrar el concierto y el Lollapalooza. Las fotos de la jornada las pongo más tarde. Por ahora, unos videos, todos fragmentos de canciones, del día sábado:
Artic Monkeys:
TV on the Radio:
Yeah Yeah Yeahs:
Play cumple cinco años
Hace 4 años.
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