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11 de julio de 2008

A destiempo

El siguiente fragmento es parte de uno de mis proyectos actuales; al paso que voy tardaré mucho en terminarlo. Lo publico aquí un poco por despecho, ya que recientemente me di cuenta de que había perdido el nombre, se iba a llamar Lucha Panda y aunque no he visto Kung Fu Panda y seguramente cuando la vea me va a encantar, si alguna vez este proyecto ve la luz no quisiera tener que explicar todo el tiempo que "no, no tiene nada que ver con la película animada". Éste era el fragmento que le daría título a la novela:

Estaban buscando la jaula de los pandas, Manuel Ángel nunca había podido verlos, verlos bien, apenas un par de piedras de dominó al fondo de la jaula, inmóviles por el calor, suponía él, y quiso tentar la suerte en pleno invierno, que ése debe ser el clima que le gusta a los pandas. Nadia recuerda que él intentaba abrazarla, pero no podía hacerlo por más de dos segundos, estaba realmente frío el día, me imagino que para ella que es rusa aquello no tuvo mayor importancia, tal vez lo confundió con algún tipo de pena de Manuel Ángel, pero yo sé lo que sentía él, que somos venezolanos, caribeños, temperatura constante por encima de los 25 grados centígrados, temperatura sobre los eighties, no sé, no estoy segura, algo en lo que nunca me sentiré cómoda es convirtiendo de centígrados a Fahrenheit y de kilos a pounds. Y ella confundió el frío que tenía él con incomodidad, con temor, supongo que es posible, habría que poder ver a través del abrigo, del suéter, de la camisa y de la franelilla para saber si la piel de gallina se mantiene y entonces decir que sí, se trata de temor o incomodidad y aún así sería difícil determinar cuándo terminó el frío y comenzó el miedo. Pero ella dice que lo intuyó desde el principio, que caminaban hacia los pandas a modo de despedida, porque ni ella se atrevía a insinuarle alguna posibilidad de futuro ni él lo iba a hacer, estaba segura, porque él estaba en una encrucijada y no sabía cuál sería su próximo destino, su próxima parada, su jaula de pandas. Cuando estaban a punto de llegar él supo que lo había hecho en el momento preciso, el primer rugido lo hizo acelerar el paso y tomó de la mano a Nadia para que ella hiciera lo mismo. A rastras llegó Nadia al borde de la jaula, oyendo rugidos que Manuel Ángel celebraba aún sin saber a qué se debían, fue entonces cuando ella pudo verlos con sus caras de ladrones arrepentidos, uno encima del otro y el otro intentando zafarse, luchando, rugiendo, intentando morder, torpes y hábiles a la vez, como peleadores de zumo, aunque el zumo sea de Japón, aclara Nadia, a quién le importa de dónde sean unos gordos tan feos, Nadia dice que la lucha duró minutos, larguísimos minutos que disfrutaron viéndolos y que mientras los veían él la abrazaba desde atrás, otro abrazo de oso, y fue como si estuviera luchando por quedarse con ella, junto a ella, hasta que los pandas terminaron, sin un claro triunfador, simplemente dejaron de luchar y se fueron cada uno por su lado a comer bambú, y él la soltó a ella y siguieron, no cada uno por su lado, al menos no en ese momento, pero al parecer se sintieron pandas y la lucha panda termina así, el fin de semana se acabó y más nunca supo de él hasta que en la galería recibieron la llamada sobre el cuadro en venta y a Nadia se le alborotaron los recuerdos.