La utilización por parte de la compañía Citywatcher, en Ohio, Estados Unidos, de chips implantados en el cuerpo de sus empleados para controlar el acceso de los mismos a las distintas áreas de la compañía, ha despertado distintas reacciones.
Hay quienes hablan de las maravillosas posibilidades de estos dispositivos; por ejemplo, el uso de estos chips por parte de pacientes con Alzheimer permitiría reconocerlos y ubicarlos cuando ellos no son capaces de hacerlo. Algunos, más preocupados por la seguridad en estos tiempos de terror y desconfianza social, estarán pensando en controlar desde las entrañas a terroristas, azotes de barrio, infieles, inmigrantes o fans de Disney, dependiendo de cual sea el motivo de los temores.
Por otra parte, hay quienes hablan de una invasión inadmisible a la privacidad, pues el chip puede contener información que los simples mortales no sepamos que está ahí, y que se traduzca en el coartar algunos de nuestros derechos más importantes.
En todo caso, el hombre siempre ha soñado con el control social y nunca cesará en su empeño por lograr el perfecto control de los otros. Sea por motivos altruistas, como en el caso de pacientes con Alzheimer, bien por motivos de defensa propia, como con los terroristas, bien por motivaciones más perversas, la tecnología parece estar brindándole al hombre la posibilidad de convertir ese sueño de perfecto control de los otros en una realidad inminente. ¿Con ello estamos construyendo un mejor mundo? Probablemente sí, si no resultamos ser miembros de los "otros".
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