De los comisarios del régimen, quizás el más eficiente sea el ministro del poder popular para la cultura. Con imprenta, casa del disco, villa del cine, megaexposiciones, concentración de instituciones culturales y todo tipo de encuentros y festivales llamados alternativos, a la vez que rompe con sectores, gremios y figuras del sector cuando y como le da la gana, ha puesto a disposición del gobierno un aparato de producción cultural y propagandística a prueba de divergencia y desviaciones de las posturas oficiales. ¿A cambio de qué? De poca cosa, de meter algún afiche suyo de contrabando en las megaexposiciones, de publicar un libro con sus garabatos y desvaríos, de firmar volúmenes de la literatura universal como si fueran suyos, de realizar un evento donde pueda declamar poesía o de escribir un guión y que la Villa del Cine lo produzca. Pero eso no es suficiente, eso no lo diferencia de cualquier otro creador del montón que llega a cargos de gerencia cultural e intenta que la burocracia y el presupuesto público hagan por su obra lo que el talento no pudo. Y sobre todo, no lo distingue como revolucionario a toda prueba.
Por eso, Farruco Sesto es implacable: Apenas sale a la luz una crítica, un cuestionamiento o incluso un gazapo sobre las políticas culturales del gobierno, el Ministro actúa con fiereza, atacando sin distingos de ningún tipo y poniendo en su lugar a aquel que haya osado cuestionar a la revolución. Escritores de fama mundial, editores de larga trayectoria, cineastas, críticos de arte, periodistas experimentados y periodistas que comienzan su desempeño profesional, todos han sido víctimas de encendidas respuestas o argumentaciones por parte de Sesto, sin que éste haya medido el peso del contrario o de la situación, no le hace falta, si critican o se equivocan son contrarrevolucionarios, fascistas de ultraderecha que solo merecen el escarnio y el desprecio.
Pero por no diferenciar rivales ni peleas, el ministro Sesto se metió en una que no le pertenecía y quizás en el futuro pueda llegar a arrepentirse de ello.
Porque las denuncias de Fabiola Colmenares sobre su salida de Venevisión debido a razones políticas, eran un asunto entre ella y el canal. Colmenares, como mecanismo de defensa y de presión, lo ventiló públicamente y formó un escándalo no muy distinto de tantos otros que hemos vivido en esta época de radicalización partidista. Por ello, el asunto iba a terminar siendo uno más de esos diretes que han acompañado la relación de los medios con su personal y con el gobierno, igual que la salida del aire de ciertos periodistas, siempre señalada como ejemplo de las presiones del gobierno, siempre sin demasiada evidencia para desmentir que se tratara de una decisión autónoma y en nombre de un casting, del rating o de la preventa de los canales.
El tiempo olvidaría este escándalo más temprano que tarde, pero Farruco Sesto decidió meterse, y en unas líneas que al día de hoy todavía se pueden leer en la página web del ministerio (...) de la cultura, se pregunta si haber incluido a Fabiola Colmenares en la película Miranda regresa fue un error cometido por su despacho. Sesto comienza su pieza reivindicándose como la gestión más amplia e inclusiva de la historia burocrática del país, para luego achacarle a Colmenares, "personaje menor del fascismo criollo" su autoexclusión. Según Sesto, la actuación de la actriz los ha puesto a reflexionar sobre la utilización de los espacios y las producciones del Estado, pero muy inteligentemente no menciona cuál es la reflexión sino que pasa a preguntarse si a partir de ahora tendrán que cuidarse de abrirle esos espacios a gente como Fabiola Colmenares y desvía su argumento hacia el hecho de que Colmenares es una actriz comercial, por lo tanto, deduzco yo, alienada por el imperio. Él deja la pregunta abierta porque, claro, la palabra la tiene el pueblo, la decisión la tiene el pueblo y Sesto, como soldado que es, la acatará, pero deja en claro que no permitirá que sus espacios, los espacios del pueblo, sean utilizados para atacar al proceso Revolucionario.
Sesto nos brinda un documento oficial donde un funcionario declara que está instaurando la discriminación política como criterio de su gestión, un documento que debe ser guardado como una prueba más de las responsabilidades políticas que sobre el destino de Venezuela va acumulando la oligarquía revolucionaria que dirige el país.
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Hace 4 años.
1 comentario:
Saludos, muy interesante el articulo, espero que sigas actualizandolo!
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